
Los detalles que se van conociendo del asalto al BBVA muestran un perfil más propio de un país bananero que de uno desarrollado, como el nuestro. El expresidente de Sacyr, Luis del Rivero, fanfarroneaba con que contaba con el aval tanto del PP como del PSOE. Había enviado a Juan Abelló como emisario para obtener el visto bueno de Aznar. El expresidente guardó silencio, como de costumbre, y el constructor lo interpretó como un salvoconducto.
A continuación, se fue a ver a la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega. Después de insistir en un par de ocasiones, ésta consultó con Zapatero y dejó el asunto en manos de Miguel Sebastián, a la sazón jefe de la Oficina Económica de Moncloa.
La elección de Sebastián no fue casual. El exministro de Industria y consejero áulico de Zapatero había sido despedido como director del servicio de estudios de BBVA un año antes por presiones de Rodrigo Rato, debido a sus afiladas críticas sobre las perspectivas de la economía española.
Sebastián se la tenía jurada a FG y a su mentor, el exvicepresidente del Gobierno, y vio la oportunidad de poner en marcha la maquinaria infernal para tomar al asalto la entidad.
Del Rivero presumía por Madrid de que contaba con el aval del presidente, aunque jamás llegó a verse con Zapatero. Sebastián le aseguró que estaba al tanto del asunto. El problema llegó con Pedro Solbes. No podían culminar el latrocinio sin el visto bueno del vicepresidente económico. Solbes estaba enfrentado a Sebastián, que ambicionaba su trono. Poco dado a los conciliábulos, Solbes rehusó entrar en la batalla y depositó sus armas en manos del gobernador del Banco de España: "Que decida Jaime (Caruana)".
"Caruana se pronunció en contra de que una constructora como Sacyr tomara las riendas de una entidad financiera de mucho mayor tamaño"
Así abocó el conflicto a la derrota. Caruana salvó el culo de su amigo Francisco González. Se pronunció en contra de que una constructora como Sacyr tomara las riendas de una entidad financiera de mucho mayor tamaño que ésta. Tampoco podía decir otra cosa. Del Rivero se quedó helado. Sufrió varias taquicardias, que afortunadamente fueron tratadas a tiempo.
¡Tanta conspiración para terminar humillado por los amigotes de Rato! Las escuchas de Villarejo ponen al descubierto que la ambición de Zapatero por hacerse con el poder económico implicó también a ex dirigentes como Felipe González, Carlos Solchaga, José Manuel Eguiagaray o Claudio Aranzadi, que buscaban sustituir a los presidentes del Ibex puestos por Rato.
La operación, de culminar con éxito, tenía un segundo objetivo: Telefónica. El banco azul posee alrededor del 5% de la multinacional de telecomunicaciones española. Junto a La Caixa son los dos accionistas con mayor porcentaje. La caja presidida por Fainé también fue objeto de presión para participar en esta toma de control y en la de otras sociedades, como Endesa, entonces presidida por Manuel Pizarro. Otro miembro del clan del Rato.
"El poderío financiero del Ibex tienta a todos los Gobiernos"
El plan hubiera permitido a los socialistas poner a sus pies a los señores del dinero, como había hecho el PP. Del Rivero era la primera ficha para provocar un efecto dominó y tumbar al resto (Iberia, Altadis...). Al final, solo consiguieron Endesa y no por La Caixa, como planearon, sino por la italiana Enel, con apoyo de Entrecanales (Acciona).
El poderío financiero del Ibex tienta a todos los Gobiernos. Rajoy intentó colocar a Fernando Becker en sustitución de Ignacio Sánchez Galán, quien amenazó con llevarse fuera de España la sede de la primera eléctrica española para defenderse. Y luego provocó la jubilación anticipada de César Alierta de Telefónica, temeroso de que sus relaciones con Rato, del que era socio en un hotel en Berlín, fueran utilizadas para desprestigiarlo y quitarle su poltrona.
La guerra sigue. FG se atrinchera en la presidencia de honor del BBVA. Ya no es un asunto de poder. Le queda el despacho, con coche, guardaespaldas y secretaria. Minucias para un hombre que se llevó 80 millones sólo en su plan de pensiones. Se trata de poder pasear con la cabeza alta, aunque ya jamás podrá presumir de comportamiento ético.
En la refriega para descabalgarlo, han reaparecido los antiguos actores. Luis de Guindos, el exministro de Economía que intentó sustituirlo en la etapa de Rajoy, contraataca ahora, investido como todopoderoso vicepresidente del BCE, para que dimita. Pero FG se carga de argumentos para aferrarse al cargo: "Por qué tengo que irme, si fui quien salvó al banco de caer en manos de las alimañas, que se vaya Goiri". FG acusó al entonces consejero delegado de BBVA y actual presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, de apoyar la conspiración al entrevistarse con Del Rivero en su ausencia. El bulo corrió esta semana por Madrid.
Los argumentos han terminado convenciendo al nuevo presidente de BBVA, puesto a dedo por González. Tras los titubeos iniciales acerca de si el cese iba a ser debatido en el próximo consejo, Carlos Torres parece ahora dispuesto a mantenerlo, pese al daño de reputación para la entidad, hasta que concluya la investigación abierta hace ya medio año por la entidad. Solo una imputación por la Fiscalía Anticorrupción, que esta semana tomó cartas en el asunto, precipitaría su salida anticipada.
La historia se repite. Pizarro aguantó estoicamente en Endesa y González, asesorado por éste, se presta a presentar una resistencia numantina, aunque no le quede por defender ni el honor con que aún adorna su cargo.
PD.-Polémico estreno de Antonio Garamendi al frente de CEOE. El intento de retrasar un año la publicación de su sueldo abrió fisuras en la gran patronal. Algunos miembros de la directiva vieron con malos ojos que no hiciera pública su remuneración, cuando presume de transparencia, y la filtraron a la prensa. El organismo reaccionó reconociendo su error. Sus dos principales vicepresidentes, Juan Pablo Lázaro, presidente de CEIM, y Josep Sánchez Llibre, su homólogo catalán en Foment del Treball, renunciaron a su remuneración, al igual que su antecesor, Juan Rosell. Garamendi solicitó un sueldo para dedicarse íntegramente a la patronal y a reflotar su vapuleada imagen. Un tropiezo de principiante. Ahora debe volver a centrarse en la carretera, tiene trabajo por delante, con varios socios a la greña.