Opinión

Un Primero de Mayo para mirar al futuro

Este domingo celebramos una nueva festividad del Primero de Mayo, pero no un Día Internacional de los Trabajadores como los anteriores. En esta ocasión es obligado mirar hacia atrás con especial orgullo y, sobre todo, hacia adelante con confianza y con compromiso.

Los empresarios españoles afrontamos este día satisfechos por lo que hemos logrado durante esta pandemia, que parece darnos un respiro toda vez que volvemos a vernos las caras tras dos años detrás de una mascarilla.

Satisfacción porque tras un envite tan duro como el vivido, supimos hacer uso de la principal infraestructura que tiene España, que es el diálogo social, para alcanzar acuerdos, de la mano de los sindicatos, con el Gobierno y encontrar mecanismos de flexibilidad en el seno de las empresas, fundamentalmente mediante los ERTEs, para minimizar el impacto de la COVID-19 sobre el empleo. Se trata de un éxito que todos debemos celebrar y que del que el tiempo nos mostrará su relevancia histórica.

Orgullo también porque, dando precisamente continuidad a ese marco laboral que nos ha permitido navegar en la marejada de la pandemia, y en contra de lo que muchos pensaron, fuimos capaces de acordar una nueva reforma laboral que ahora tiene que desarrollar todo su potencial para lograr un mercado laboral que facilite el acceso al empleo de calidad a más personas, especialmente jóvenes.

En el presente, en ese paso entre lo que hemos hecho y lo que debemos hacer para ganar el futuro, nos encontramos tratando de cerrar un nuevo Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC). Un pacto que, si bien tiene un eje principal que se refiere a la actualización de los salarios durante los próximos años, también es un vehículo idóneo para desarrollar lo acordado en el marco de la reforma laboral y maximizar sus efectos beneficiosos.

Los empresarios españoles lo hemos planteado con claridad hasta la fecha: sería un error plantear una senda de subidas salariales indexada a unos precios extraordinariamente descontrolados en un momento en el que las compañías, especialmente las pymes y los autónomos, que aglutinan a prácticamente la mitad del empleo en el sector privado, aún están sintiendo con fuerza el azote de la pandemia y ahora sufren también la crisis derivada de la guerra en Ucrania, precisamente por la subida de precios.

La lucha ahora, mientras las empresas tratamos de evitar con los recursos a nuestro alcance que los precios se disparen aún más, debe ser buscar fórmulas para que la inflación no siga escalando, de forma que las compañías, que también pagan el alza de los precios, puedan sostener su actividad, es decir, el germen del empleo que en este Primero de Mayo celebramos. Ese es nuestro objetivo común y hacia él tenemos que mirar.

De cara al futuro, tenemos importantes retos que afrontar desde el punto de vista del empleo. Entre todos ellos, los empresarios tenemos todas nuestras energías depositadas en el impulso de una formación profesional de calidad, pegada a las necesidades de las empresas, para tratar de cerrar la brecha que actualmente existe entre los perfiles que se ofertan y los que se demandan.

Un país con más de tres millones de desempleados no puede permitirse el lujo de tener cientos de miles de vacantes en sectores como el transporte, la construcción, pero también en el ámbito de la digitalización, sin cubrir por falta de candidatos sin la formación adecuada.

Esa formación es la que nos permitirá lanzarnos a la conquista de la digitalización. Porque digitalizarnos no sirve de nada si nosotros mismos no sabemos cómo trabajar en un mundo digital.

Para todo ello, la implementación eficaz y ágil de los fondos europeos es fundamental. Esa debe ser otra de las demandas comunes de la sociedad. Lograr que esos más de 150.000 millones de euros, una cantidad de recursos sin precedentes, llegue a las empresas para transformar nuestra economía en una más moderna, puntera, sostenible, integradora y generadora de empleo de alto valor añadido y, por ello, mejor retribuido. Ese es trayecto de debemos recorrer.

Esa es la clave, trabajar unidos para celebrar nuestros éxitos, darles continuidad y enfocar el futuro tratando de dar los pasos clave que nos sitúen entre las economías más competitivas del mundo, en beneficio de todos, empresarios y trabajadores.

Por último, en un día como el Primero de Mayo, CEOE y todos los empresarios españoles lanzamos un mensaje de solidaridad y apoyo a las empresas y trabajadores ucranianos, porque además del drama humano de la guerra, está el de tantos y tantos proyectos de vida frustrados. Con nuestro corazón puesto en Ucrania, feliz Día Internacional de los Trabajadores.

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