Opinión

EL conflicto que nos afectará a todos

Un conflicto con nefastas consecuencias económicas

Cuando el secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld habló en 2002, entre otros escenarios, de lo "desconocido conocido" que había en Irak, sus palabras generaron tanto burla como controversia. Sin embargo, ese aparente juego de palabras es una clara expresión del estado de incertidumbre que se mueve entre el mundo de lo Desconocido-Conocido, es decir, todo aquello que se sabe tiene altas probabilidades de suceder, aunque no cuándo, y el mundo de lo Desconocido-Desconocido, o sea aquello que ni siquiera imaginamos antes de que ocurra, por ejemplo, los atentados del 11S, la primavera árabe o el movimiento 15M. Un conflicto bélico entre Rusia y Ucrania y sus consecuencias para la economía, que pertenecía al segundo grupo, empieza a pasar al primero, sobre todo su efecto sobre la inflación y el crecimiento.

Rusia suministra a Europa el 38% del gas natural y las actuales rutas de distribución se encuentran limitadas a unos pocos gasoductos en un sector que ya de por sí cuenta con una escasa diversificación. España, sin embargo, tiene cierta ventaja respecto al resto de Europa en la medida en que el 42,7 por ciento del gas que usa procede de Argelia (Medgaz) y de Marruecos (Magreb Europa) casi a partes iguales, y parece que ese suministro está asegurado.

Rusia y Alemania terminaron en septiembre del pasado año la construcción del gasoducto Nord Stream 2 (NS2), un proyecto controlado por la empresa rusa Gazprom para transportar directamente por el mar Báltico gas de Rusia a Alemania sin pasar por Ucrania, y Gazprom ahora espera el permiso legal definitivo de los agentes reguladores alemanes para comenzar el suministro. Esa aprobación se ha convertido en un tema conflictivo en la nueva coalición de gobierno alemana, acentuado por la amenaza de Putin a la soberanía ucraniana.

Kiev sostiene que ese gasoducto incrementará el control y la participación de Rusia en el mercado de gas europeo, y con ello la oportunidad de ahogar a Europa (el gasoducto tiene una capacidad anual de 55.000 millones de metros cúbicos, más de la mitad de los 95.000 millones que los alemanes consumieron en 2019). Y Ucrania ha encontrado aliados a su causa en Polonia, los países bálticos, Italia, Reino Unido y, decisivamente, la Comisión Europea y Estados Unidos.

Esta situación se produce en un momento en el que tan sólo en un año los precios del gas y de la electricidad han aumentado casi un 500% como consecuencia del fuerte crecimiento económico de China e India, olas de frío generalizadas hace un año, la baja producción de renovales en Europa, la reducción del suministro de Rusia en sucesivas ocasiones, mantenimientos no planificados en Noruega e insuficiente almacenamiento de gas en Europa.

Por todas esas razones, antes del aumento de las tensiones entre todos los actores implicados en el conflicto Rusia-Ucrania, la inflación subía tanto en su componente energética como en la subyacente (la general excluyendo la energía, los alimentos, el alcohol y el tabaco) y también por esos motivos se preveía que la subida del gas contribuiría a la inflación general hasta aproximadamente septiembre de 2022, antes de retroceder y hacer una ligera contribución negativa en 2023.

Sólo con la amenaza de una guerra entre Rusia y Ucrania el gas se puede disparar y afectar a la subida de su precio en los hogares, que tiende a seguir al mercado mayorista en euros con un desfase de unos seis meses. Dado que hablamos de una de las materias primas esenciales para la economía, que fija el precio de la electricidad, su subida produciría un aumento de la factura energética de los hogares en los próximos meses y un incremento de la inflación para todo 2022. Las familias tendrían que pagar más por los bienes y servicios y, como consecuencia, la demanda caería por la bajada del poder adquisitivo. Por tanto, algunas empresas no podrían repercutir el coste de la subida de los precios de la energía en sus productos o servicios y tendrían que dejar de operar dando lugar a un crecimiento del desempleo. Es decir, en el peor de los escenarios se reduciría la demanda en todas las economías y por consiguiente el crecimiento.

En este escenario tan complejo, solo nos queda esperar que la diplomacia se imponga y no se añadan más tensiones a las económicas ya conocidas.

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