Opinión

¿Pueden crecer el empleo, la recaudación y los beneficios mucho más que el PIB?

¿Por qué la recuperación en España no va como un cohete?

Para Adam Smith la riqueza de las naciones está en el trabajo de sus habitantes. El acierto de esta tesis del economista escocés, seguida luego por David Ricardo, Karl Marx y tantos otros, se pudo comprobar, a las malas, cuando la Pandemia y sus restricciones, restringieron el trabajo y con ello, la economía y la riqueza de las naciones. Sin embargo, cuando, por fin, recuperamos el empleo perdido en tiempos de Pandemia, parece que la medida de nuestra riqueza, el Producto Interior Bruto (PIB) que estima el Instituto Nacional de Estadística (INE) no lo refleja: seguimos estando 7 puntos por debajo del PIB de antes de la Pandemia, lo que no ocurre en ningún país de nuestro entorno.

Si está trabajando la misma gente que antes de la Pandemia, pero el PIB es inferior sólo hay dos explicaciones posibles, y complementarias. Por una parte, que los que están trabajando hagan menos horas. Esto también sucede si el trabajador está en un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), no está parado ni buscando empleo, pero obviamente no produce. Además, el resto de empleados a lo mejor están haciendo algunas horas menos. Aquí no tenemos datos muy recientes, pero, aún así, parece que no basta para explicar la diferencia.

La segunda explicación es más preocupante: una caída sin parangón de la productividad. Pero esto no termina de cuadrar, tampoco porque los empleos más afectados por las restricciones son los de menor productividad. Además, a medida que se relajan las restricciones, la productividad debería ir aumentando. Esto también parece incompatible con el hecho de que España, en lo que es un éxito colectivo, tiene las tasas más altas de vacunación, y al mismo tiempo, y precisamente por eso, tiene una incidencia baja y estable del Coronavirus. Esto supone un entorno mucho mejor para la vida y la actividad económica que en otros países.

Por todo esto, el ministro José Luis Escrivá señalaba que era probable una revisión del PIB (al alza) porque los datos de afiliación y empleo eran buenos y no se revisaban, mientras que la productividad se estimaba a partir del PIB y el empleo, y no parecía cuadrar. Efectivamente, es la mejor hipótesis de todas las posibles, pero hay otros datos que la avalan.

En primer lugar, la recaudación fiscal está creciendo a unos ritmos muy superiores tanto al PIB como a la demanda interna. La recaudación fiscal gestionada por la Agencia Tributaria está en récord, y según la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, habría crecido hasta octubre un 14%. Como, además, octubre es el mes más recaudatorio del año, la recaudación de 2021, casi con total seguridad será no sólo muy superior a la de 2020, año de Pandemia, sino también superior a la de 2019. Si no se han incrementado significativamente los impuestos, que no es el caso, resulta (gratamente) sorprendente un incremento tan grande de la recaudación.

En concreto, que los ingresos fiscales crezcan un 14% cuando el PIB crece un 2,7% y el empleo equivalente a tiempo completo un 6,2% (con datos del INE de los tres primeros trimestres de este año) indica, por supuesto, una gran mejora en el cumplimiento fiscal, y probablemente en el control de la Agencia Tributaria, por ejemplo, gracias a la extensión de los pagos con tarjeta. Pero aún así, y siendo ciertos todos estos factores, la diferencia es tan grande que la única explicación es que la recuperación del PIB esté siendo mayor de la que se refleja en las estadísticas.

Porque si el empleo está creciendo al doble del ritmo de la actividad económica (PIB), y el coste laboral unitario crece al ritmo del 3% (dato también del INE), entonces no sólo hay una caída de la productividad, sino también de las rentas empresariales. En estas circunstancias, el beneficio de las empresas no debería estar aumentando. Pues bien, los pagos fraccionados del impuesto de sociedades, que en su mayoría se calculan sobre el resultado contable de estos meses de 2021 (grandes empresas), se han incrementado un 63%. Es cierto que este dato, espectacular, está condicionado porque el pago fraccionado de 2020 se derrumbó por provisiones que ahora se recuperan, pero, nuevamente, esto parece incompatible: no parece factible pagar un 63% más por los beneficios, con tener menos beneficios. De hecho, los pagos fraccionados, y por tanto los resultados contables, con este porcentaje de aumento serían superiores a los de 2019, antes de la Pandemia.

Aquí se podría aplicar el razonamiento de que, si parece un pato, nada como un pato y se comporta como un pato, probablemente sea un pato. Aunque eso no significa que nuestro pato, la actividad económica en España no se enfrente a graves desafíos. Por una parte, tenemos las restricciones derivadas del COVID en otros países que están lastrando la recuperación del turismo internacional a nivel mundial y que afectan especialmente a España. Además, están los problemas de suministro en semiconductores y materias primas. Esto afecta especialmente al sector del automóvil, que también es muy importante en España. Estos dos factores externos sí podrían justificar un nivel de recuperación algo inferior a otros países de nuestro entorno, pero por sí solos no justifican una diferencia tan grande en la recuperación como parecen reflejar los datos estadísticos provisionales del INE.

Como ya hemos comentado en elEconomista, la crisis energética y la inflación son dos importantes amenazas para la recuperación en España. Sin embargo, a corto plazo, la inflación, al aumentar la base imponible de todos los impuestos (salvo los especiales de base no monetaria como alcoholes o gasolina), a corto plazo permite incrementos de la recaudación. Sin embargo, este efecto de mayor recaudación por los incrementos de precios todavía es muy limitado, y, además, hay que tener en cuenta el efecto de la rebaja de impuestos para paliar la subida de la luz.

Una última razón que explica el buen comportamiento de la recaudación fiscal, y también del empleo, es la abundancia de liquidez con los tipos de interés reales más bajos de la historia. La política de política monetaria ultralaxa fue un acierto, ya que permitió mantener rentas y cierta actividad en la Pandemia. Pero, ni es sostenible indefinidamente, ni tampoco es gratis. Por eso, y ante los problemas de oferta, energéticos y de ruptura de cadenas de suministros, las reformas estructurales de la economía española siguen siendo imprescindibles, aunque la productividad no esté cayendo tanto como parecen indicar las estadísticas. Para eso, los fondos next generation deberían facilitar las cosas, pero de eso hablaremos otro día.

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