Al margen de la foto robada con Joe Biden que ni llama, ni recibe ni mantiene encuentros bilaterales con nuestro Presidente, nada más ha podido traerse Pedro Sánchez de la descafeinada reciente cumbre del G-20 en Roma en la que, una vez más se ha puesto de manifiesto la inoperancia de nuestra política exterior y la irrelevancia de España hoy en la esfera internacional, donde los que en teoría son nuestros aliados ni nos consideran ni se fían de un Ejecutivo errático, sin rumbo, con discrepancias entre sus miembros y con ministros bolivarianos sentados en la mesa del Gobierno.
Un club este de las grandes potencias mundiales en el que España es sólo un convidado de piedra, mientras que países como Arabia Saudí, Argentina, México y Turquía, son miembros de pleno derecho, a pesar de sus desequilibrios económicos, estructura productiva subdesarrollada y sus muchas insuficiencias democráticas.
La noticia que ha pasado casi desapercibida para los medios oficiales de la retirada de las tropas norteamericanas asentadas en la base sevillana de Morón y las dudas sobre su continuidad en la base gaditana de Rota ahondan todavía más en el desdén de los últimos gobiernos de Estados Unidos hacia España y su postergación en beneficio de Marruecos, que tras la normalización de sus relaciones con Israel se perfila como una potencia militar y en el aliado preferente de Washington en el Mediterráneo con la consiguiente amenaza sobre los intereses españoles.
Sólo un dato, el reino alauí ha asignado un presupuesto de 15.500 millones de euros para defensa y armamento en 2022 y la mayor parte del presupuesto de armamento marroquí en los últimos años se ha gastado en adquirir armas estadounidenses. Mientras que, en sentido contrario, el presidente de la Comisión de Exteriores del Senado de EE UU, Robert Menéndez, expresaba recientemente su profunda preocupación "porque España haya tomado puntos de vista que están fuera de la democracia y las provisiones de derechos humanos que esperamos de un aliado de la OTAN", en alusión a la tolerancia, cuando no connivencia, del Ejecutivo español con las dictaduras de América Latina y, en especial con la Venezuela de Maduro.
La misma irrelevancia que se ha podido observar en la posterior cumbre sobre el clima en Glasgow en la que Sánchez se comprometió a aumentar un 50 por ciento la financiación contra el cambio climático, pero sin decir como ni de dónde lo va a sacar, lo que invita a pensar que se trata de brindis al sol como tantos otros anuncios del Presidente o, lo que es peor, que nos van a seguir metiendo la mano en el bolsillo con más impuestos. Porque aún estando de acuerdo con los fines que se pretenden lo ético y lo democrático es explicar claramente a los ciudadanos los costes y las consecuencias.
Una cumbre esta del clima que pasará a la historia más por la anécdota del sueño beatífico de Biden que por sus resultados, si se tiene en cuenta que los líderes de China y Rusia no asistieron y no van a cumplir, e India aplazó su cumplimiento hasta 2070, cuando son los responsables de más del 30 por ciento de las emisiones mundiales de CO2. Con el añadido de unos mensajes tan retóricos y apocalípticos como los de que "estamos cavando nuestra propia tumba y convirtiendo la naturaleza en un retrete de Antonio Gutierres, o el del "código rojo" de Sánchez, que ya ni asustan ni convencen a unos ciudadanos que desdeñan las sobreactuaciones y demanda soluciones racionales y baratas sin menoscabo del progreso y los niveles de vida conseguidos.
Y mientras fuera nos ningunean y recelan de nosotros y dentro nos enfrentamos a la amenaza de una inflación desbocada, subidas fiscales injustificadas, unos presupuestos que nacen muertos y nos abocan a mayor déficit y deuda, más parados y empobrecimiento general, y al deterior de las instituciones democráticas, Casado y sus palmeros de la dirección del Partido Popular se dedican a suicidarse alentando una guerra interna para destruir a una presidenta madrileña que es su principal baza electoral, sólo por intereses personales y a mayor gloria de Sánchez. ¡País!