
Estaba claro que iba a suceder tarde o temprano: los daños colaterales del Brexit eran inevitables. Salirse de la Unión Europea podrá tener muchas ventajas para los británicos (es de suponer, si así lo han decidido), pero también llevará aparejados algunos inconvenientes. El que estamos observando estos últimos días es más bien un problema nacional: un país que se queda sin combustible y suministros es un país paralizado. Sin el correcto funcionamiento de la red de transporte, ninguna economía puede seguir su ciclo. ¿Cómo buscar ahora la solución? Es evidente que los militares no van a estar ahí cada semana para abastecer a las gasolineras.
El Reino Unido es el primer damnificado de una preocupante situación que se arrastra desde hace tiempo en toda Europa, y que el Brexit ha agravado, pero también la pandemia mundial: la escasez de transportistas. Cuando el mundo se detuvo a causa del coronavirus no hubo más remedio que suprimir muchas rutas de transporte, por lo que una gran cantidad de profesionales tuvieron que buscarse la vida en otras profesiones. El sector perdió, por tanto, una capacidad que todavía no ha recuperado, y está por ver si lo hará.
En la nueva realidad de Europa, a las fronteras políticas se han sumado también las fronteras sanitarias: muchos países exigen tests antiCOVID y otras medidas preventivas que dificultan la labor de los transportistas y hacen que sus condiciones laborales se vean perjudicadas. Particularmente, para entrar en Reino Unido han de enfrentarse a tantas trabas que llega un momento en el que las tensiones estallan y ya nadie quiere llevar mercancía allí. No les compensa.
El mundo ha cambiado mucho en estos últimos dos años, y la forma en que se contrata el transporte también tiene que cambiar. Los cargadores no pueden seguir operando como lo hacían hace más de una década: los tenders de transporte tienen que dejar de ser tan rígidos y deberán dar más flexibilidad a los contratos, o incluso poder negociarlos cuando sea necesario para adaptarse a las fluctuaciones de precios. Una relación cercana entre cargador y transportista es fundamental en un sector donde la demanda es, en muchas ocasiones, impredecible.
Planteémonos una cuestión: normalmente, cuando la situación del mercado se complica los precios suben, pero luego no vuelven a bajar cuando las cosas mejoran, nadie se acuerda de hacerlo. Sin embargo, es importante ser capaces de adaptarnos al escenario cambiante también con flexibilidad en los precios. Con clientes que son conscientes de la situación actual del mercado, en Ontruck hemos llegado a acuerdos para ajustar las tarifas de acuerdo con un indicador independiente que mide el estado de la oferta y la demanda en cada momento. Sin flexibilidad por ambas partes, estaremos condenados a hacer que la crisis del transporte no vea pronto su final.
Un problema estructural
La Organización Internacional de Transporte por Carretera (IRU por sus siglas en inglés) calcula que harían falta 400.000 nuevos conductores en Europa para garantizar el correcto funcionamiento del sistema de transporte y suministro de mercancías. En España, con la sombra de la campaña del Black Friday y la Navidad planeando sobre nuestras cabezas, las asociaciones sectoriales fijan la brecha existente entre los 5.000 y 15.000 transportistas.
En España apenas hay un 7% de conductores menores de 25 años, mientras que la media de edad del sector está en 50 años. Además, la presencia de mujeres en el colectivo apenas llega al 2% y a esto se suma que por cada transportista que deja su profesión, no hay otro que lo reemplace. El problema es que la profesión actualmente no resulta atractiva para las nuevas generaciones. Si queremos que realmente se produzca el relevo generacional en el sector, es imprescindible adoptar medidas estructurales que se traduzcan en mejores condiciones laborales y en una mejor calidad de vida del transportista.
Sin duda, la digitalización del sector es una de las asignaturas pendientes que reportaría importantes ventajas a estos profesionales. Nuestra experiencia nos ratifica que mediante el uso de tecnología adecuada es posible mejorar la planificación de las rutas y evitar que los conductores tengan que esperar horas y horas a que le sirvan la mercancía, o a la hora de entregarla. Con una simple aplicación móvil se pueden organizar la jornada eligiendo las cargas que más les convengan por proximidad geográfica, y así aprovechar al máximo su tiempo de trabajo y la capacidad de su vehículo sin pasar tantas horas fuera de casa.
Otro gran problema que padece el sector es la elevada morosidad, que según los datos de Fenadismer ha llegado a superar los 80 días en los últimos meses. Si bien la ley establece que el plazo máximo de pago en el sector privado es de 60 días desde la entrega del bien o prestación del servicio, esta medida se ha estado incumpliendo reiteradamente sin consecuencia alguna. En este sentido, cabe destacar la reciente entrada en vigor del régimen sancionador de la morosidad para los autónomos del transporte, que, confiamos, mejore la situación económica de nuestros conductores.
Dependemos de ellos mucho más de lo que nos imaginamos. Es fundamental poner en valor su profesión y hacer que su trabajo merezca la pena.