Cuando Donald Trump decidió que "American First" resultó que con ello liquidaba una tradición secular de la política americana, la de considerar a EEUU como la "nación indispensable" para garantizar la paz en el mundo. Y cuando Biden ganó las elecciones pareció que retornaba la cordura, pero la precipitada y vergonzosa retirada de Afganistán provocó tal sorpresa que al principio costaba creerlo.
La derrota sufrida por la OTAN en Afganistán ha dejado con el trasero al aire a la UE, que no tendrá más remedio que rearmarse mediante una política militar que exigirá más gasto, esta vez imprescindible, como ha señalado con toda razón José Borrell.
El ex ministro Eduardo Serra lo ha descrito así:
"Que un país con la superioridad económica, tecnológica y, sobre todo, militar que tienen los Estados Unidos se comporte de modo tan vergonzante con sus aliados y dé unas señas de debilidad tan clara a sus adversarios no puede sino tener consecuencias catastróficas".
La respuesta bien pensante Occidental a semejante derrota ha sido tan retórica como inútil: Once jefas de Estado y de Gobierno instaron a los talibanes, en un llamamiento conjunto, a respetar los derechos de las mujeres y niñas afganas y a impedir cualquier acto de violencia contra ellas. Y yo me pregunto: los varones y los niños afganos sometidos a los dictados de esos asesinos, ¿no existen?
La UE no tiene más remedio que rearmarse con una política militar que exigirá más gasto
En verdad, no es sólo una derrota. Lo de Afganistán ha sido un abandono de la razón que alienta la Democracia, un retroceso frente a gobiernos tan poco recomendables como el de China, el de Irán o el de la Rusia en manos de Putin.
Pero dejaré eso para señalar que durante este agosto talibán apenas se han reseñado datos sociológicos o demográficos sobre Afganistán en comparación con Europa. Echo aquí un cuarto a espadas demográfico de la mano de Alejandro Macarrón:
Afganistán lleva en guerra 40 años largos. Pese a ello, su población se ha triplicado desde 1980. En los últimos 20 años, su población ha crecido más de un 90%.
A eso hay que sumar unos 2,6 millones de refugiados afganos, la gran mayoría residentes en Pakistán e Irán, que representan un 19% de la población de 1980, o un 6,5% de la actual.
En 1950, los españoles éramos 28 millones, y los afganos, poco menos de 7,8 millones. Ahora, los afganos son 40 millones, pocos millones menos que la población de España, y más si la comparamos con los españoles "autóctonos", que son unos 38,5 millones.
En 1950, la edad mediana de la población (la que la divide en dos mitades iguales) era de 27,5 años en España y de 19,4 años en Afganistán. En 2020 era de 44,9 años en España (y más de 46 años en los españoles "autóctonos") y 18,4 años la de los afganos.
El número de menores de 20 años en Afganistán era en 1960 de 4,7 millones y hoy llega casi a los 30 millones, mientras que en España era de 10,8 millones y hoy es de 9 millones. Y no es sólo España donde se ha producido tamaña caída, también ha ocurrido en toda Europa, con las excepciones de Reino Unido y Francia.