
La mayoría de los analistas afirma que el liderazgo de las acciones tecnológicas ha terminado, alegando que las campañas de vacunación, la reactivación de la actividad económica, el alza de los tipos de interés y la amenaza de la inflación remacharán los clavos de su ataúd. Se argumenta que su declive observado hasta la fecha en todo el mundo frente a otros sectores, como el energético y el financiero, revela qué les depara el futuro. Quizá sea así, pero creo que no es más que un amago a la baja antes de que recobren el protagonismo. En todo caso, su oscilación nos ofrece una valiosa lección: por grande que sea, invertir en un solo país o región suele tener implicaciones sectoriales. Para diversificar de verdad, hay que pensar, siempre, a escala mundial. Les explico por qué.
En la última década, la renta variable de EEUU se ha revalorizado un 322%, batiendo el 102% del resto del mundo desarrollado. La razón estriba en que la tecnología, que se disparó un 637%, es el sector más representativo de su mercado. Gigantes cuasitecnológicos de otros ámbitos, como Amazon (clasificado en bienes de consumo básico), reforzaron aún más ese resultado.
Por lo tanto, el hecho de referenciarse a un índice general estadounidense supone incurrir en un sesgo tecnológico, en muchos casos no planeado, dado que las empresas tecnológicas y similares constituyen alrededor de un tercio de la capitalización de mercado de este país. En el resto del mundo es el séptimo sector en términos de tamaño, por lo que no debería sorprenderle que en España y la eurozona represente el 7,5% y el 13%, respectivamente. Así, quienes consideran que los índices generales estadounidenses son la mejor receta para lograr una diversificación óptima están desequilibrando en exceso sus carteras hacia los valores tecnológicos. Unas veces con acierto, y otras, no tanto.
Los sesgos sectoriales, no necesariamente tecnológicos, están presentes en casi todos los países. El 29% de la capitalización bursátil del mercado español corresponde a empresas financieras, muy por encima de la media mundial (14%), lo que explica su mejor comportamiento desde el inicio del año. Además, la ponderación de los suministros públicos, de carácter defensivo, es del 27%, nueve veces superior al promedio mundial (3%). Un hecho que lastra los buenos resultados relativos de la bolsa española por tratarse de un sector penalizado este año. La bolsa italiana es similar a la española: el 31% son finanzas y el 24%, suministros públicos.
Otros mercados europeos son radicalmente distintos. Aunque en Alemania, los sectores industrial y de bienes de consumo discrecional suponen un 37% y, en Francia, un 43%, la distribución por subsectores de estos países no podría ser más diferente. Si bien en Francia el sector de bienes de consumo discrecional está formado casi en su totalidad por firmas de lujo, en Alemania lo copan las empresas automovilísticas, que constituyen el 13% de su mercado (muy por encima del 2,4% mundial). En el Reino Unido, dominan los sectores financiero y de bienes de consumo básico.
Fuera de Europa, Japón, con un 40% en industriales y bienes de consumo discrecional y un peso considerable en automoción, se asemeja a Alemania. En Australia, más del 35% de su capitalización bursátil proviene de las finanzas y un 19% de la minería, un sector que apenas representa el 1,7% a nivel mundial. Canadá (país similar a Australia en cuanto a su orientación hacia la banca y la minería) cuenta con una exposición al sector energético cuatro veces mayor respecto al conjunto del planeta. Todos estos países concitan y pierden el favor de los inversores en función de las tendencias sectoriales. Hasta ahora, la energía, las finanzas, la minería y la industria han tomado la delantera en el 2021, por lo que no es de extrañar que, junto con España, los países más pujantes sean Alemania, Australia, Canadá y el Reino Unido.
Pese a su declive, la coyuntura sigue favoreciendo a los valores tecnológicos y de gran crecimiento, como señalé en marzo. Pero no lo hará indefinidamente, ya que el liderazgo cambia, a menudo de manera drástica.
En EEUU, el tecnológico batió al resto de los sectores en los 90 y en los años 2010. En la primera década de este siglo fue el peor, y no se debió únicamente al hundimiento de las puntocoms; su crecimiento también fue débil en el mercado alcista posterior. El sector de la energía fue el tercero por la cola en los noventa, el mejor en la década del 2000 y el peor en la siguiente. El sector de suministros públicos, farolillo rojo en los noventa, escaló hasta el tercer puesto en el siguiente decenio. Ningún sector encabeza las subidas eternamente.
Esta tendencia se explica por la ley de la oferta y la demanda. Los bancos de inversión animan a las empresas de los sectores de moda a salir a bolsa, como ocurre este año con las OPV tecnológicas. A medida que la oferta de acciones aumenta para satisfacer la demanda (y, en última instancia, superarla), las áreas que antes arrasaban podrían renquear durante años... o desplomarse, como cuando el boom tecnológico de los 90 se convirtió en el bluf del 2000.
Cuando los sectores en auge se tambalean, muchos inversores buscan el frenesí en otra parte. Un intento de jugar a no perder que evidencia la importancia de utilizar un índice de referencia internacional como el MSCI World, el cual pondera correctamente las categorías que lo componen, lo que limita el posible impacto que un determinado sector pueda tener en un momento dado. Esto es especialmente relevante en los mercados en los que predominan uno o dos sectores, como el español. Además, desincentiva la caza del valor de moda y evita la tentación de vender después de que las grandes caídas se hayan traducido en unas expectativas catastróficas fáciles de superar justo cuando debería comprar.
Las carteras demasiado concentradas pueden ponerse por las nubes cuando sus desviaciones gozan del favor del mercado, pero también hundirse cuando cambian las tornas. Invertir a escala mundial le ofrece una verdadera diversificación con la que podrá gestionar mejor el riesgo y, a su vez, percibir rentabilidad. No lo olvide: el universo de la inversión es mucho más grande y variado que la bolsa española. Piense globalmente.