Habrá oído que la demora en la distribución de las vacunas en Europa lastrará la economía y, fruto de la desilusión, hundirá sus infladas acciones. Por mucho que se hable de la campaña de vacunación en Madrid, un supuesto desastre, de la revisión a la baja, por parte del FMI, de sus previsiones de crecimiento para la zona euro o del temor de los economistas del sector privado a que se encadenen dos recesiones seguidas, lo cierto es que estos eventos ya se han incorporado a las cotizaciones y los mercados han pasado página: un discreto servicio que nos prestan los analistas.
Cuantos más focos atrae un hecho, más expertos lo consideran un tema o riesgo determinante. Son pocos los que comprenden que todo el mundo está al tanto de las noticias más sonadas y, por eso, cualquier decisión basada en ellas ya habrá sido tomada, neutralizando así cualquier posible efecto en el mercado. Siempre es así.
Las noticias son agua pasada, los mercados se mueven al compás de las sorpresas
Los inversores tienden a olvidar que los mercados son una subasta con millones de compradores, vendedores y espectadores. Las opiniones, que no surgen de la nada, sino de los titulares, las previsiones y las dudas, configuran las pujas. Las noticias más divulgadas, analizadas una y otra vez por los expertos, acaban por configurar el estado de ánimo, pero para la bolsa son agua pasada.
Al fin y al cabo, los mercados se mueven al compás de las sorpresas. Como en 2020, cuyo inicio, marcado por la solidez de las economías, hacía presagiar más ganancias. Al coronavirus que venía de China se le quitó importancia... hasta que llegó a Europa. Entonces se generalizaron las restricciones y se precipitaron los acontecimientos, incluida una caída récord de las acciones mundiales desde máximos históricos hasta un mercado bajista. El optimismo se tornó desesperación de la noche a la mañana.
La mayoría de los comentaristas, recurriendo a comparaciones muy desafortunadas, pronosticó que el desplome no sería más que un aperitivo. Según ellos, una nueva ola del virus haría tambalear aún más la sanidad pública y, por simpatía, las economías y los mercados. La pesadilla sanitaria se hizo realidad, pero la bursátil no, y fue así porque la segunda ola era previsible. Del 25 de octubre, cuando Pedro Sánchez anunció otro estado de alarma, al final del año, las acciones españolas se dispararon un 18,1%; las de la zona euro, un 11,4%. El batacazo anterior reflejaba una contracción económica seria y el miedo a que lo peor estaba por llegar. A partir de ahí, la renta variable inició su ascenso. De hecho, el repunte, en marzo, comenzó mucho antes de que se vislumbraran las primeras señales de recuperación o remitieran los contagios, adelantándose varios meses a la reactivación.
Los inversores llevan meses descontando un escenario pospandémico
Lo descrito hasta ahora ocurre una y otra vez. La segunda ola y las nuevas limitaciones a ella asociadas, el caos electoral en EEUU o el Brexit también se veían venir, de modo que, al estar incorporados a las cotizaciones, se revelaron incapaces de desatar otra conmoción; como el retraso de las vacunaciones ahora. A mediados de noviembre de 2020, las noticias sobre los avances en las vacunas corrieron como la pólvora. Las acciones escalaban a medida que los analistas señalaban a los llamados a sacar partido de ello. Tras meses rezagados, los títulos de valor –empresas cíclicas más dependientes de la reapertura– rebrotaron, superando en todo el mundo a sus homólogos de crecimiento (+10,5% frente al +0,2% entre el 6 y el 24 de noviembre). Muchos se apresuraron a vaticinar que el liderazgo del valor duraría años.
La superioridad de los títulos de valor, con todo, se desvaneció en cuestión de semanas. Del 24 de noviembre al cierre de 2020, las acciones de crecimiento mundiales se elevaron un 3,1%, mientras se contraían las de valor (-1,2%). Protagonistas en enero de un efímero rebote, hoy disfrutan de unos nuevos bríos que tampoco deberían durar mucho pese a que se haya generalizado la idea de que la vacuna curará al estilo de inversión en valor. Los mercados llevan meses descontando un escenario pospandémico.
De ahí que los inesperados retrasos parezcan una amenaza, pero lo cierto es que no queda por analizar ninguna hipótesis sobre el efecto de la vacunación en el crecimiento económico: todas han sido ya perfectamente digeridas. La inmunización de la población europea es una tarea ingente que seguirá topándose con escollos. La renta variable no exige perfección, quizá por eso las bolsas de la zona euro subieron un 5,7% las primeras tres semanas de febrero. Confíe en ellas.
Siempre podrá aplicar el siguiente razonamiento: cuando una noticia –halagüeña o amarga– copa la actualidad pierde su capacidad para sorprender. Las acciones no se harán eco de ella, de eso ya se habrán encargado los expertos, ¡y gratis! Este es el discreto pero importante servicio que prestan. Ayudan a los mercados eficientes a canalizar la información y a reflejar el porvenir en las cotizaciones, o sea, le indican de qué no debe preocuparse.