La derrota sin paliativos en Madrid compromete al presidente del Gobierno. Sánchez deberá afrontar desde ahora el futuro cercano para mantener las aspiraciones del gobierno y las de su partido:
La sucesión de Gabilondo. Pensar que se pueda ganar España con un discurso "a la madrileña" puede ser el error de Casado pero Sánchez debe saber que tampoco puede ganarse España con la capital absolutamente movilizada en su contra. Madrid no es España, no, pero tampoco es una comunidad más.
El peor resultado histórico de los socialistas en Madrid, unido al sorpasso de Más Madrid obligan al Secretario General del PSOE a reconstruir el liderazgo socialista en la Comunidad. No es tanto lo de siempre: ponerle un candidato, como hacer que el PSOE de Madrid exista efectivamente para contener la sangría hacia su izquierda y de competir con Ayuso. Cuanto más tarde, más se consolidará Mónica García como líder de la oposición.
Liderazgo andaluz. En Andalucía podría darse una batalla interna encarnizada. La euforia en la que se halla el Partido Popular podría presionar a Moreno Bonilla a un adelanto electoral, aunque ya lo haya descartado de palabra. Sin la discordia que sí hubo entre Ayuso y Aguado, este movimiento tendría sentido para adelantarse a una hipotética pronta recuperación económica de España, que Sánchez se apuntaría en su haber.
El temor a otro adelanto ya estaba instalado en el círculo de Iván Redondo y aumenta la presión para poner punto final a la carrera de Susana Díaz abriendo la puerta a un nuevo líder. Tanto si Moreno Bonilla adelanta como si no, lo más urgente es buscar un nuevo candidato que sea alguien con peso personal y con apoyos propios reales, que vayan más allá de aquellos que simplemente quieren congraciarse con la cúpula del partido en Moncloa.
Crisis de gobierno no estética. A pesar de que apenas existen voces críticas dada la falta de contrapesos dentro del PSOE, el Presidente podría intentar mitigar los arañazos con los que sale de las elecciones madrileñas mediante una crisis de Gobierno. Haría mal si fiase su futuro únicamente a la renovación de carteras ministeriales, pero podría ayudar a recomponer la imagen del Gobierno y aportar aire nuevo una vez completada la vacunación y con la mejora en los datos económicos y de empleo.
La batalla fiscal se avecina transformada ya en un ítem ideológico y mediático. La irrupción del discurso de Biden sobre la subida de impuestos a los más ricos y a las grandes empresas pone encima de la mesa un cambio de paradigma en el mundo occidental. Sánchez debe decidir si sigue esos postulados, tan impopulares especialmente en la coyuntura actual y que supondrían un excelente arma política para los populares y en especial para la Comunidad de Madrid.
Eso significaría dar un paso en dirección contraria a la que el Partido Socialista ofreció en la campaña madrileña. Haga lo que haga Sánchez será acusado desde la derecha de impulsar una presión fiscal delirante y confiscatoria. Le será difícil encontrar un término medio: o no toca la presión fiscal o hace sin pudor lo que se espera de un gobernante de izquierdas y asume las consecuencias. Eso sí, lo peor es decir y desdecir, como en el caso actual de la tributación conjunta en el IRPF.
Política de estado o campaña permanente. Aunque parece bastante improbable un adelanto electoral con los resultados de Madrid, podría ser una opción para demostrar a Casado que ganar Madrid no es ganar España. De paso, serviría para blindar sus frágiles apoyos parlamentarios, ante la "amenaza" de la derecha, pero sería una jugada arriesgadísima con los populares eufóricos, Ciudadanos en el diván y los independentistas catalanes en plena guerra fratricida.
Mientras la prioridad sea este tipo de cálculo electoral el desgaste será cada vez mayor. Hacer política y ganar elecciones son cosas muy distintas, a veces incompatibles. España está sumida en la mayor crisis desde que estamos en democracia, pero lleva de campaña demasiado tiempo, con elecciones a la vista o sin ellas. Priorizar continuamente la propaganda sobre los intereses generales choca de frente con el reto de una recuperación económica y del empleo, así como con con el buen uso de los fondos europeos y contribuye a mantener el país cada vez más polarizado.
Igual va siendo hora de decidir si se hace política con mayúsculas, algo siempre más aburrido, o si se mantiene la entretenida pero agotadora tensión electoral constante en la que vivimos instalados desde la moción de censura.