
Para muchos economistas la gran preocupación es la actual situación política, más que la propia crisis y las aristas peliagudas que presenta el mercado laboral, con el paro oficial a la cabeza y el real en mente, porque entre desempleados que efectivamente computan, personas en Erte, autónomos sin actividad y personas que necesitan un empleo que no pueden buscar dada la inactividad del mercado, sumamos una cifra considerable de españoles sin trabajar que eleva la tasa de paro por encima del 20%. Además, se constata como los odiosos, aunque forzosos, expedientes de regulación de empleo (ERE) se empiezan a disparar y compañías gigantes de diferentes sectores, desde el financiero al industrial pasando por servicios y comercio, están acometiendo un ajuste de sus plantillas. Las consecuencias económicas de la plaga vírica nos están llevando a un escenario inimaginable hace doce meses que, además, obliga a un sinfín de empresas a redimensionar sus estructuras, prescindiendo de efectivos, ante lo que es y será un remodelado contexto operativo.
Las ayudas estatales son una birria, lo del dinero de Europa para la reconstrucción está muy verde – el propio Banco de España difiere sus efectos para 2022 y presume que en 2021 apenas serán perceptibles -, de exoneraciones fiscales y cotizaciones sociales, nada de nada y, repetimos otra vez, lo de la vacunación no funciona como sería deseable.
No obstante, todos confiamos en que durante los próximos meses veremos atisbos de reanimación y que, si las previsiones se confirman, el segundo semestre de 2021 será el de la esperanza. Ojalá que al doblar la primera mitad del año veamos las cosas de otro color.
Ahora bien, para que un halo de optimismo entre en nuestras vidas hay algo imprescindible: que el panorama político denote estabilidad, una cierta paz, y, sobre todo, ver a nuestros políticos enfrascados en la tarea y responsabilidad de que nuestro país salga de estos fangos en los que estamos metidos.
La clase política debe dejar la palabrería y las ensoñaciones y pasar a la acción
Si los economistas e incluyo también a empresarios, directivos, ejecutivos, profesionales, autónomos y, en suma, a todos quienes trabajamos, vamos, los currantes de este país, observamos que el desasosiego principal es la situación política y la falta de empatía de la clase política con el mundo real y empresarial, recuperarnos será mucho más difícil. Porque la economía no solo es cuestión de números, de sumas y de restas, sino también de desenvolverse en un marco de plena confianza, de estabilidad, de comprensión y hasta de estado de ánimo, de multiplicar y no de dividir, de empatizar y no generar rencores. Y el dinero del Estado y de Europa no solo tiene que servir para digitalizar y ecologizar este país; también para viabilizar a nuestras empresas que hoy están zozobrando.
Las ayudas a las empresas son una birria y el dinero de Europa está aún muy verde
Y en estas, nos hemos de preguntar si tanto terremoto político a nivel estatal y regional, ¿suma o resta en favor de la economía? Si a España la observan con lupa desde Bruselas, Frankfurt, Washington, mientras cunde la preocupación por el inquietante rumbo que sigue nuestro país y que empece el acontecer económico, planteando serias dudas, solo faltaba, de remate, más inestabilidad autonómica. Flaco favor el de nuestra clase política que agita aún más nuestra fragilidad económica.
En 2020, España fue el país avanzado con mayor caída de su PIB (-11%), más que Argentina. Esa caída, obviamente, sacude al tejido empresarial. Y así, el desastroso 2020 ha golpeado las cuentas de las grandes compañías españolas del Ibex que, si en 2019 ganaron en conjunto 28.140 millones de euros, en 2020 perdieron 8.061 millones. Las compañías vinculadas al turismo, o sea, aerolíneas, hoteles y viajes han sufrido un mazazo. Algunos bancos, primordialmente a causa de las dotaciones para provisionar los efectos de la crisis y por el reflejo de deterioros de inversiones en filiales en países extranjeros, saldaron 2020 con pérdidas. En cambio, y entre otras, empresas del sector energético, como Iberdrola y Endesa, han cerrado 2020 con beneficios, también Telefónica y CaixaBank. E Inditex ha logrado sortear el horrible 2020 ganando 1.104 millones de euros, con ventas de 20.402 millones e incrementar en un 77% su negocio online que representa ahora un tercio de sus ingresos. Y mensaje subliminal y contundente de Pablo Isla, presidente de Inditex: España no se puede quedar solo en los fondos europeos, sino que somos nosotros los que debemos hacer las transformaciones internas necesarias para hacer de nuestro país una economía competitiva del siglo XXI. Desde marzo de 2020 a hoy, ¿hemos hecho algo en este sentido o solo hablar del maná europeo que lloverá o igual no llueve? Así que menos política y más economía, menos palabrería y ensoñaciones y más pasar a la acción.