
El ánimo inversor no ha dejado de oscilar desde el susto de 2020. Los inversores, cada vez más convencidos de la fortaleza del mercado alcista, se contagian la ilusión. ¿Ha llegado el momento de vender? Aún no. La mejoría de la confianza —incluso con la euforia contenida— es habitual al final de los mercados alcistas, cuando genera rentabilidades estratosféricas. Hay que disfrutarla sin perder de vista las señales de debacle.
Como dijo el famoso inversor John Templeton, "los mercados alcistas nacen con el pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el optimismo y mueren con la euforia": una secuencia que tras los confinamientos del pasado marzo avanzó a toda prisa. Primero se desató el pánico al desplomarse el IBEX 35 un 39,4% en menos de un mes. La conmoción fue tal que entre marzo y abril la asignación a renta variable de los gestores de fondos internacionales se hundió hasta sus mínimos de 2009, en plena crisis financiera. En España ocurría otro tanto con la confianza económica, que en abril retrocedió hasta su cota más baja desde marzo de 2009. El sondeo del instituto ZEW de junio en la zona euro reveló un pesimismo sin precedentes sobre la evolución del índice Euro Stoxx 50, incluso después de casi tres meses de alzas considerables.
El pánico remitió, pero no la negatividad. Así, las alzas se interpretaron como un subidón breve que respondía a las medidas de los bancos centrales desconectado de la terrible realidad que afrontábamos. Los más agoreros siguieron dudando de la remontada, fruto de lo cual liquidaron sus posiciones en fondos de renta variable.
Entonces llegó noviembre y, con él, los avances de las vacunas y las elecciones en EEUU que renovaron el entusiasmo. Las previsiones de 2021 para Wall Street son abrumadoramente positivas, las encuestas indican una franca recuperación de la confianza económica en España y el indicador ZEW ha vuelto a sus cifras anteriores a la pandemia. Los escépticos dudan del efecto de las nuevas restricciones o bien atribuyen la solidez bursátil a los estímulos fiscales y monetarios, pero la mayoría anticipa el liderazgo de las acciones de valor y de Europa en una buena racha que duraría años.
El momento favorece más bien a los títulos de crecimiento de grandes márgenes, que suelen liderar las subidas en las últimas fases del ciclo
Como ya he apuntado antes, si bien las expectativas de 2021 están justificadas, este mercado alcista es atípico. Y el optimismo prematuro así lo demuestra. La euforia está aumentando. En diciembre se reactivó la salida a bolsa de empresas destacadas; un dato lejos de niveles estratosféricos, pero que mantiene su buena tónica, sobre todo en Estados Unidos y China. Los analistas ensalzan a los aficionados que amasan fortunas con carteras hiperconcentradas en valores de moda. Esta alegría, que no encaja con los tímidos comienzos de los mercados alcistas, se explica por el súbito batacazo del pasado invierno, más similar a una desproporcionada corrección que a un mercado bajista. Según esto, no estamos en un nuevo ciclo, sino en el 12º año del mercado alcista 2009-2021, lo cual apunta a que el bombo generado en torno a los títulos de valor por su rentabilidad histórica al principio del ciclo se desinflará. El momento favorece más bien a los títulos de crecimiento de grandes márgenes, que suelen liderar las subidas en las últimas fases del ciclo.
Los ánimos se caldean al final de los mercados alcistas. La euforia se generalizará pronto, pero no debe deducirse que entonces habrá llegado el momento de vender. Las perspectivas halagüeñas son, en gran medida, lógicas. Las bolsas han descontado un futuro en que las vacunas mantienen a raya al coronavirus, las economías se adaptan y la política internacional se calma. Factores alcistas. Los inversores confiados están dispuestos a pagar más por unas eventuales ganancias superiores, por lo que los mejores años se acumulan al final del ciclo. El índice S&P 500 (en USD) sirve de ejemplo por su larga serie de datos. Si dividimos la duración de las buenas rachas en seis partes, la primera sería la más rentable con un promedio anualizado del 40%; la última, en mi opinión donde estamos hoy, es la siguiente con un 24%. Las grandes ganancias no están garantizadas, pero vender antes de la cuenta podría privarle de ellas.
Lo mejor es ceñirse a acciones muy líquidas de las que desprenderse con facilidad
Tampoco necesita predecir el máximo del mercado. Salvo en 2020, los mercados bajistas comienzan poco a poco, promediando depreciaciones mensuales del 2% —a diferencia de las correcciones impulsadas por el ánimo, muy pronunciadas al principio—. En las vacas flacas los desplomes se suceden en las últimas fases. Alrededor de dos tercios de la caída porcentual de los mercados bajistas tiene lugar en el último tercio temporal. Esta es mi regla de los tres meses: Nunca venda hasta que las cotizaciones no superen sus niveles de tres meses antes. ¿Los retrocesos mensuales rondan el 2%? ¿Prevé una mala racha causada por los indicadores económicos fundamentales imperceptible para la mayoría? En ese caso quizás se trate de un mercado bajista y nos aproximemos al techo del mercado. No obstante, un hundimiento sin una causa imprevista seguramente sea una corrección, conque vender podría suponerle un contratiempo.
Mientras cunda el optimismo, mantenga la mente fría y sea paciente. No venda por miedo a un máximo que aún queda lejos ni tampoco se ciegue por los buenos resultados, lo mejor es ceñirse a acciones muy líquidas de las que pueda desprenderse con facilidad. La avaricia aumenta, signo inequívoco de que el mercado alcista ha avanzado más de lo que piensa la mayoría.