Como en la película de Clint Eastwood "Sin perdón" (1992) las autoridades que defendieron "salvar la Navidad" sin reparar en el precio que habría que pagar por ello no tienen perdón de Dios. No solo hemos pagado por ello un precio en vidas humanas y sufrimiento de miles de familias, sino que han hundido las expectativas económicas para los próximos meses. Que se vaya despidiendo el sector turístico de la campaña de Semana Santa y sobre la del verano ya veremos lo que ocurre.
El intentar compatibilizar economía y salud ha sido un auténtico disparate una vez más. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso y el resto de los presidentes autonómicos que le han seguido en su "flexiseguridad" siguen sin entender que no se puede soplar y sorber al mismo tiempo, que sin salud no hay economía.
La seguridad es fundamental para dar confianza a los ciudadanos a la hora de consumir. Con una tercera ola como la que nos han traído vamos de cabeza a una nueva recesión entre el último trimestre del 2020 y el primero del 2021. El empleo va a sufrir y los ciudadanos no van a consumir ante el temor de ponerse enfermos o quedarse sin trabajo. Más claro el agua: Sin salud no hay economía.
Esto empieza a parecerse a febrero del año pasado, cuando no se quiso hacer caso de lo que les estaba pasando a nuestros vecinos. En Italia la pandemia era un clamor después de lo que había ocurrido en China. Ahora no hemos querido prestar atención a lo que estaba haciendo Alemania, Angela Merkel, salió ante su país para comunicarle con lágrimas en los ojos que lo que estaba ocurriendo no era admisible y que con todo el dolor de su corazón no salvaba la Navidad, simplemente la confinaba. Tal decisión no ha impedido la ola de muertos por los rebrotes de la segunda ola, pero al menos ha empezado a contener la curva a pesar de que han aparecido nuevas cepas mucho más agresivas.
España dio manga ancha y los presidentes autonómicos ante el temor de ser impopulares dejaron en mano de sus ciudadanos que se autorregulasen. Así hemos pasado de ser el mejor país de Europa en cuanto al número de contagios al peor de todos. Al final de enero superaremos los 600 contagiados por cada cien mil habitantes cuando el objetivo marcado por la OMS es de 25. Dicho en latin paladino: La pandemia en España está descontrolada.
Castilla-León, Asturias, Murcia y Andalucía han pedido a Sanidad el confinamiento casero. Otras han tomado medidas más restrictivas y han endurecido el toque de queda ante la agresividad de las nuevas cepas. Madrid no. Erre que erre, a pesar de tener mas contagios que la media nacional y que las hospitalizaciones y las UCI ya dan señales de alarma.
La diferencia de la situación actual con la de hace un año, es que entonces no estábamos avisados y no sabíamos bien a lo que nos enfrentábamos. Ahora sí lo sabemos. Por tanto, las manifestaciones feministas y otros eventos políticos, deportivos y religiosos celebrados el 14 de marzo van a ser un juego de niños con lo de "salvemos la Navidad".
Y para más inri el proceso de vacunación, que es lo único que puede evitar que España entre en depresión, está siendo desastroso. Se han recibido 1,2 millones de dosis, pero solo se ha utilizado la mitad. Para lograr tener vacunados en verano al 70% de la población sería necesario vacunar a un ritmo de dos millones a la semana, entre las dos dosis necesarias, y apenas vamos a llegar a un millón al mes.
¿Nadie va a pedir perdón por lo que está sucediendo? Esta es la gran ventaja de haber descentralizado la lucha contra la Covid, que las responsabilidades se difuminan. Los unos echan la culpa a los otros en lugar de cooperar para salvar la situación.