Opinión

2020: un año para desaprender

Necesario impulso en la lucha contra el cambio climático

La vida te invita siempre a aprender de las circunstancias y hechos más hostiles. Llega un estupendo momento para regocijarnos en la reflexión, esa que nos ayuda a hacer las paces con la parte más dura que hemos vivido y saborear las pequeñas cosas de las que nos sentimos orgullosos. Manta y sofá, en un momento tan adecuado, sin duda pueden ayudar a decidir qué comportamientos queremos desaprender, de una vez por todas.

En cuanto a la ecuación: sostenibilidad y negocio, durante 2020 hemos aprendido enseñanzas imposibles de ignorar en nuestro proceso de desaprendizaje. Vimos cómo llegó un momento de la verdad para las empresas: poner (o no) el cuidado del empleado en el centro. Ese empleado, ese mejor embajador, que probablemente no olvide jamás cómo fue tratado por su empresa durante la pandemia, sobre todo en aquellas con un propósito claro e implementado.

A pesar de que la dramática pandemia ha matado ya a 1,7 millones de personas en el mundo, las consecuencias del cambio climático pueden, en un futuro próximo, convertir al COVID-19 en un picnic en el campo. No obstante, en la lucha contra el cambio climático, hay iniciativas de compañías que van sin duda a inspirar a otros. Durante 2020 se dieron pasos importantes en este sentido. Google anunció que había conseguido la neutralidad en carbono, compensando todas las emisiones generadas desde su fundación en 1998. Recientemente, P&G ha hecho público su compromiso global para ser neutra en carbono en 2030 y Coca-Cola European Partners llegará a emisiones cero para Europa Occidental en el 2040.

Otro ejemplo ha sido el de Microsoft, que va a invertir 1.000 millones de dólares en un nuevo fondo de inversión para ser neutra en emisiones de carbono en 2030 y retirar la cantidad equivalente a todo el CO2 que ha emitido desde su fundación en 1975. Hablamos ya del concepto de "regeneración": desaprender para generar impacto positivo y no sólo reducir el negativo. Otro ejemplo de regeneración es el trabajo que viene haciendo Brambles Chep, desde la Cadena de Suministro Regenerativa, como palanca para el impacto positivo de las empresas. Porque si de algo nos dimos cuenta en 2020, cuando sufrimos la escasez de materiales para atender las necesidades de la pandemia, fue de la carencia de visibilidad, trazabilidad y flexibilidad de las cadenas de proveedores, pese a su importancia.

Ligado a esto, son prometedoras las inversiones que el Gobierno anunció en noviembre: 1.500 millones de euros para desarrollar el hidrógeno verde -producido con energías renovables en España- hasta el año 2023. Seguir a las compañías que apuestan por este combustible es sin duda un must en los próximos años. La financiación del hidrógeno verde vendrá del Fondo Europeo de Recuperación y Resiliencia, que dotará a nuestro país con 140.000 millones de euros para reactivar el país en clave de sostenibilidad.

Desigualdad y oportunidades

Hablando de colaboraciones disruptivas a nivel global, vimos alianzas potentes entre competidores: los CEO de Nestlé, General Mills y Wall Mart firmaron un acuerdo con el objetivo de acabar definitivamente con el desperdicio de comida, de esas cosas ya intolerables que ninguno en casa nos podemos permitir. No fuimos capaces en España de ver alianzas similares que incluyeran a competidores, pero se sucedieron alianzas público-privadas con objetivos claros al menos en los momentos de necesidad: muchas empresas se encargaron de la producción y distribución de material sanitario, entre otros, ante la necesidad en la pandemia. Somos capaces de más, eso está claro.

El mal sabor de boca continúa llevándoselo la desigualdad creciente, que es nada menos que corrosiva y que aumenta con las crisis, las guerras y las pandemias. Estremece la situación de los niños a nivel global. Según UNICEF y Save the Children, la pandemia ha tenido como consecuencia que aproximadamente más de 150 millones de niños y niñas vivan en situación de pobreza multidimensional, privados de acceso a la educación, sanidad, nutrición, vivienda, agua y saneamiento.

La transformación cultural que estamos viviendo en las empresas: horizontalidad, teletrabajo… ha invitado a las organizaciones a plantearnos cómo acelerar la transformación de esa cultura que se ha producido bajo los ejes de un liderazgo más humano y equipos más flexibles que sientan el cambio como un sofá confortable desde el que trabajar. Porque se nos da bien ver venir cambios lineales, pero nunca vimos venir este cambio exponencial que ha supuesto la pandemia. Desde la empresa no fuimos capaces de otear este riesgo, porque para ver los riesgos hay que dar valor a ciertas cosas, a las que olvidamos darles valor.

Por otra parte, la inversión socialmente responsable ha crecido durante 2020, lo que nos invita a ser optimistas, y se posiciona como una herramienta para generar esa gran conciliación entre el mundo económico y social, como nos ha recordado el estudio "Invertir en el cambio. Cuando el propósito de la inversión es la rentabilidad y el impacto", presentado recientemente por Anesvad.

ODS, una palanca de transformación

Sólo me queda insistir de nuevo ante esa necesidad de desaprender, y me quedo en desaprender en torno a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), ese gran plan de seguros para la humanidad que Naciones Unidas fijó como ruta para el periodo 2015-2030.

Cuando se presentaron al público las empresas empezaron a trabajarlos al revés, es decir, vinculando a posteriori sus acciones más sostenibles o responsables, pero es necesario que las empresas sean capaces de reaprender los ODS: partir de ellos, analizarlos y vincular alguno/s con el propósito. Para ello necesitan decidir en cuáles van a tener mayor impacto, cuál va a ser el cambio generado y cómo se va a lograr.

Por eso, ahora, más que nunca desde 2015, la empresa tiene que crear una ruta exponencial hacia los ODS. Desaprendamos y reaprendamos para trabajar desde esos grandes objetivos.

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