
Me comenta Joaquín Mateos, profesor de latín y de filosofía del Colegio Mirabal de Boadilla del Monte que "ahora es cuando hay que ser más sensatos. En estos momentos hay que ser epicureista: placer, pero con moderación. Hay que medir el dolor que nos puede producir un hedonismo sin cálculo". Consejo de un hombre sabio que debería ser escuchado cuando hemos lanzado las campanas al vuelo por la vacuna desarrollada por Pfizer.
Estamos en un momento muy delicado porque nos encontramos en un punto crítico. Por una parte, la primera ola de la pandemia ha roto, retrocede y choca con la siguiente, lo que explica que la fuerza de ésta segunda ola sea mayor, pero ya está cogiendo forma una tercera ola, la peor de todas. Este batir de olas produce remolinos y confusión. Es cuando se producen más ahogados.
Este símil utilizado por el escritor y sociólogo norteamericano Alvin Toffler puede ser interesante para intuir el shock del futuro. Ya sabemos que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y esto es lo que nos puede pasar con las vacaciones de Navidad si las autoridades, central y autonómicas, no corrigen el tiro.
De cara a la Navidad, urge evitar una desescalada deprisa y corriendo como la del verano
Como ejemplo un botón, cuando en la pasada primavera se consiguió doblegar la curva de contagios de la primera ola se lanzaron las campanas al vuelo y se actuó como si el coronavirus hubiera quedado vencido definitivamente. Tan culpable fue el presidente del gobierno, Pedro Sánchez como los presidentes autonómicos con Isabel Díaz Ayuso a la cabeza que protagonizó una desescalada deprisa y corriendo con el único objetivo de salvar la campaña turística del verano. Y en toda Europa sucedió lo mismo.
Dimos la espalda a las lecciones de la Historia, que nos indicaban que la mal llamada gripe española de 1918 tuvo una segunda ola más dura y mortífera que la primera. Ni quisimos ver lo que estaba pasando en China desde enero, ni tener en cuenta los rebrotes que empezaron a surgir como setas en septiembre anticipando el cambio de estación. La consecuencia ha sido que la pandemia se está cebando con Europa y los EEUU, que suman entre los dos más de 450.000 contagios y 8.000 muertos diarios.
El exceso de confianza puede resultar la mayor trampa cuando vemos la luz de la salida del túnel
Hoy por hoy la segunda ola está descontrolada y causando auténticos estragos sanitarios y económicos. Tal es así que se da como prácticamente seguro que la Unión Europea está entrando en recesión en el cuarto trimestre como consecuencia de los confinamientos que se ha visto obligada a realizar.
Estas restricciones tan duras están empezando a doblegar la curva de contagios, lo que unido a los avances de la vacuna ha desatado la esperanza. Ahora bien, el exceso de confianza puede resultar la mayor trampa cuando vemos la luz de la salida del túnel. Ya se empieza a decir que la prioridad es salvar la campaña navideña, que hay que ser más flexibles para abrir la hostelería y acabar con el toque de queda para relanzar el ocio nocturno, que hay que reunirse y facilitar el reencuentro de la familia…
Si finalmente esto fuera así serán inevitables nuevos rebrotes en enero y la temida aparición de la tercera ola antes de que llegue la vacuna. Estamos hablando de otro millón de muertos más con todo el sufrimiento que esto arrastrará. Un nuevo encierro general destruiría el tejido empresarial y sobre todo terminaría con la esperanza, con las expectativas que se han creado con la vacuna de Pfizer. Como en la película "La ola" (2008), del alemán Dennis Gansel, no controlar los impulsos humanos y dar rienda suelta a nuestros instintos destruiría el futuro que tenemos en la punta de los dedos.