Urge evitar otro parón económico en España

El auge de la segunda oleada de la epidemia en Europa hace que sean cada vez más los países del Viejo Continente que plantean confinamientos domiciliarios, semejantes a los vistos de marzo a junio. Francia emprendió ese camino la semana pasada.

En Reino Unido, el premier Boris Johnson busca que el Parlamento apruebe una medida semejante este jueves. Más reacio se muestra su homólogo italiano, Giuseppe Conte, aunque estudia un cierre casi completo de la actividad comercial en los fines de semana.

En España, el debate sigue abierto, pero entre las autonomías ya hay firmes partidarios de restringir todas las actividades no esenciales. Conviene en estos momentos refrescar la experiencia del primer estado de alarma.

No debe repetirse un cerrojazo de tan amplio alcance como el impuesto en la primavera. En primer lugar porque carece de sentido desde el punto de vista sanitario. La mera cercanía física de personas, propia de la mayoría de actividades laborales, no es decisiva para la transmisión del virus, mucho más ligado a encuentros y ámbitos de carácter lúdico como se observa desde el verano.

Pero, además, ha quedado demostrado el gran daño económico que implicaron unas restricciones tan duras e inflexibles, en comparación con el resto de la UE, que se decretó en España desde marzo. No es casual que, según las previsiones del FMI, el PIB español vaya a sufrir en 2020 la peor recesión dentro de las economías desarrolladas.

Ante daños como estos, resulta urgente evitar otro confinamiento domiciliario, especialmente considerando que los datos actuales sobre la evolución del virus no lo justifican en España. Si en el futuro la situación empeorara, su aplicación debe ser lo más limitada posible.

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