Opinión

Sánchez & Cia en Celtiberia Show

El confinamiento de Madrid, por causas políticas y no sanitarias

Después encerrar a cinco millones de madrileños y sembrar el caos en la capital, no por motivos sanitarios, sino por venganza política, Pedro Sánchez se retira a un balneario de Galicia a disfrutar de su desafuero el fin de semana en La Toja. Eso se llama dar ejemplo. Cierto que debía clausurar el foro económico de esa localidad gallega, pero también podía haberse ido el mismo día y volver tras los actos oficiales, que para eso tiene el Falcon, que otras veces utiliza para ir a bodas y conciertos.

Y prueba de que el confinamiento a los madrileños es un castigo por no dejarles tocar poder desde hace 22 años es que los indicadores de la curva de hospitalizaciones y contagios muestras que Navarra, comunidad que preside la socialista María Chivite, lleva siete días superando la incidencia de contagios semanales en Madrid –que lleva el mismo tiempo con tendencia a la baja- e incumple los criterios a la carta establecidos por el servil Illa desde el Ministerio de Sanidad. Pero allí, el confinamiento ni está ni se le espera. Habrá que ver si los madrileños no fanatizados o adocenados, toman nota.

El revanchismo y los intereses partidistas y personales priman hoy sobre el sentido de Estado

Pero hablando de desafueros y sin entrar en las consecuencias políticas de la inhabilitación de Quim Torra como presidente de la Generalitat, a nivel personal resulta esperpéntico que por obra y gracia de una sentencia tan fundamentada como merecida, el que ha sido el presidente más nefasto y más inepto, el hombre que ha arruinado sanitaria y económicamente a Cataluña, un personaje caracterizado por su xenofobia va a salir del gobierno autonómico como un mártir de la independencia y sin haber pisado la cárcel, salvo para visitar a sus compañeros presos.

Eso, además de haber percibido durante todo este tiempo un sueldo de 153.000 euros anuales, de los que ahora va seguir percibiendo un 60 por ciento -92.000 euros- de por vida, además de extras para gastos y disponer de una oficina propia con secretaria, chófer, guardaespaldas y coche oficial, todo a cargo de los ciudadanos catalanes que son los que con sus impuestos pagan las instituciones y sus privilegios.

Navarra supera desde hace una semana la incidencia de contagios de Madrid, pero allí el confinamiento ni está ni se le espera

Privilegios para un ya expresidente que fue designado por un huido de la Justicia, el golpista Puigdemont, que ni siquiera tuvo la gallardía y la coherencia de afrontar las consecuencias de sus actos, como si hizo su vicepresidente Oriol Junqueras, al que hay que reconocerle ese acto de congruencia con su ideología y sus principios, aunque no se compartan ni se asuman.

Un Quim Torra que ha dedicado todo su mandato a ser la voz de su amo y que no abandona el cargo por renuncia o por derrota parlamentaria como exigen las reglas del juego democrático, sino por la inhabilitación de un juez, el primero en la historia de la autonomía, y no por razones de ideología, principios o libertad de expresión sino por haber vulnerado la legalidad y desobedecido a la Justicia.

Es verdad que legítimamente le corresponde de acuerdo con la Ley que regula los estatutos de los expresidentes del gobierno catalán, pero hay ocasiones en que las leyes no se corresponden con la moralidad y esto debería obligar a una modificación legislativa para abolir el derecho a esas prebendas de quienes las infringen y por ello ha sido condenados.

Y en esto, voces autorizadas del PSOE confirman los rumores de que desde la Presidencia del Gobierno se quiere catapultar al ministro de Sanidad, Salvador Illa, para ocupar la silla que deja Torra. Un objetivo al que responde su protagonismo en la campaña de acoso a Madrid.

Piensan en Moncloa que nada puede ser mejor aval para su candidato que el haber contribuido a estigmatizar a los madrileños y empobrecer a la Comunidad que con unas políticas económicas serias, eficaces y de apoyo a las empresas ha conseguido desbancar a Cataluña en el podio de PIB, renta per cápita, atracción de inversiones, seguridad jurídica y creación de empleo, sin desatender los servicios sociales. Es su forma de hace política, primando los intereses personales, partidistas y el revanchismo sobre el sentido del Estado y el deber de trabajar por la seguridad y el bienestar de los ciudadanos españoles. Pues eso Celtiberia Show. Pero un show dramático de casi 50.000 muertos por el COVID, ruina económica y seis millones de parados... Y la sociedad civil anestesiada.

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