Es triste, pero cada vez que tomo la decisión de mantener mi recomendación de no invertir en renta variable española, acierto. Y ya van diez años.
No crean que esta falta de patriotismo bursátil se debe a algún tipo de animadversión hacia el gobierno actual. Como digo, son casi diez años diciendo que es mejor invertir en renta variable norteamericana, china o europea ex España que en renta variable española. Los negocios son los negocios, la política es la política y cuando hablas de inversiones tienes que olvidarte de cualquier sesgo político. En los mercados hay que ver las cosas con la máxima objetividad posible, lo cual suele ser incompatible con la ideología.
En los mercados hay que ver las cosas con la máxima objetividad posible, lo cual suele ser incompatible con la ideología.
Como digo, hasta la llegada de Zapatero y durante cierto tiempo durante su presidencia yo era optimista respecto a la economía española y la evolución futura de nuestra bolsa. Básicamente porque la transición y los años posteriores no solo fueron ejemplares en lo político, también lo fueron en lo económico. Con sus más y sus menos, con gobiernos de uno u otro color, España era un país que siempre trataba de estar entre los mejores y que buscaba la modernidad en lo económico.
La involución empezó en época de Zapatero, pero, seamos justos, tomó impulso en época de Rajoy. La actitud general de aquellos gobiernos hacia la revolución digital era como la del tristemente famoso "que inventen ellos". A nadie se le pasó por la cabeza seguir el ejemplo de Irlanda y aprovechar el maravilloso país que tenemos para intentar atraer hacia Valencia, Alicante o Palma de Mallorca a las empresas tecnológicas, que finalmente se fueron a Dublín. Empezaba a verse que España llegaría tarde y mal a la revolución digital, igual que le pasó con la revolución industrial.
Los gobiernos de derechas se sentaron sobre los cómodos ingresos del turismo y la construcción y simplemente ignoraban la revolución digital
La guinda fue ver como todas las soluciones, no ya a la crisis, sino a casi todos los problemas de la economía, se basaban en subir los impuestos. Ya se veía - y así lo escribí en varios medios de comunicación - que un país no tiene futuro si la política económica se basa en subir los impuestos y encima se decide "pasar" de la revolución digital en plena revolución. Por ser justos, al menos en aquella época no se vilificaba a los creadores de empleo, pero también hay que decir que aquellos gobiernos de derechas prefirieron subir impuestos a reducir el tamaño de la elefantiásica administración española. Recomendación, por lo tanto, en aquel momento para la bolsa nacional: vender.
Pero como la esperanza es lo último que se pierde, viendo el primer gabinete de Pedro Sánchez, donde se daba tanta importancia a dar una imagen moderna, se me pasó por la cabeza que estas ministras y ministros serían usuarios activos de los servicios digitales y, por lo tanto, serían conscientes de la importancia de no perder el tren de la modernidad económica. Desgraciadamente no hubo tal cosa. Las prioridades fueron otras y yo mantuve mi recomendación de venta.
El gobierno de coalición fue la puntilla. Los gobiernos de derechas se sentaron sobre los cómodos ingresos del turismo y la construcción y simplemente ignoraban la revolución digital, pero lo del gobierno actual se ha ido tornando en abierta hostilidad. Y no me refiero a ponerles impuestos a las empresas digitales, que tiene su lógica, sino hostilidad hacia cosas como el teletrabajo – que encima es bueno para el medio ambiente, la repoblación y la conciliación -, el comercio electrónico o los nuevos modelos de negocio, que sustituyen a los antiguos con evidentes ventajas para usuarios y consumidores.
Con el anuncio de una próxima subida de impuestos se confirman mis otros temores: que la forma elegida para arreglar los problemas será la de siempre: crear comisiones y subir impuestos. Lo de las comisiones no sirve para nada, pero es barato y no suele hacer daño. Sin embargo, las subidas de impuestos pueden salir muy caras en un momento de debilidad económica como éste. Y siempre recaen sobre las clases medias y medias altas, que son los motores del consumo, porque las grandes empresas y las grandes fortunas tienen medios para protegerse. El argumento de que la presión fiscal es menor que en el resto de Europa es totalmente inadecuado puesto que las prestaciones también son inferiores.
Y abandonen toda esperanza de reducción del gasto político y administrativo. Va a ser todavía más difícil que en épocas anteriores, que ya es decir. Este gobierno no va a poner en la calle precisamente a las personas de las que depende su apoyo dentro de los respectivos partidos de la coalición. Por eso junto al anuncio de subidas de impuestos nos se ha dicho nada tipo ".. y reducción del gasto político improductivo".
Si la nueva "justicia fiscal" fuera acompañada de apoyo al empresariado y a los autónomos, a la creación de empleo juvenil, a la digitalización, a la innovación y a la eliminación de burocracia y de los excesos regulatorios que impiden nuestra incorporación a la economía moderna, se podría compensar el daño. Pero mucho me temo que no va a ser así. Y como en los mercados sólo hay tres veredictos – comprar, mantener o vender -, mantengo mi recomendación de vender IBEX y con ese dinero comprar SP 500, Eurostoxx y el CSI 300 de China. Una pena.