Opinión

Los apestados de Europa

Sánchez y Conte, en manos de la generosidad de Merkel

Si alguien piensa que Europa va a salir en socorro de Italia y España, los países más afectados por la crisis del coronavirus, está muy equivocado. Ocurrió en la crisis del euro, cuando se consideraba a los países del Sur como derrochadores y malversadores y vuelve a pasar de ahora.

Pedro Sánchez se desgañitó esta semana pidiendo un Plan Marshall en respuesta a una pregunta preparada por su director de comunicación, Miguel Ángel Oliver, para que su voz sonara alta y clara ante millones de españoles y europeos. Roma y Madrid bloquearon las conclusiones del Eurogrupo, como dos niños pequeños que tienen una pataleta para mostrar su protesta. Pero no sirve de nada.

Resurgirán las reflexiones sobre la falta de solidaridad de la Unión Europea, de que está abocada al fracaso ó de que se trata de la última oportunidad para demostrar al mundo que los europeos tenemos un proyecto común. Pero será como predicar en el desierto.

La deuda creció el 20% en los años de bonanza de la economía, en lugar de reducirse

La Unión Europea, lejos de romperse, busca ampliar su club. Esta semana abrió las puertas a la incorporación de las repúblicas balcánicas de Macedonia del Norte y Albania. Y hacen cola para entrar Montenegro, Serbia, Turquía, Bosnia y Herzegovina ó Kosovo.

El Gobierno español presumió hasta hace dos días de crecer más que el resto. Durante los últimos años, la actividad aumentó a tasas del 3%, las segundas mayores de la UE después de Irlanda, y más de dos puntos por encima de Alemania. Los ingresos fiscales se incrementaban casi a doble dígito y se logró cambiar la estructura de la economía para basarla en las exportaciones, además del consumo.

Los pensionistas se echaron a las calles para reivindicar que la Constitución blindara su poder adquisitivo y el vicepresidente tercero, Pablo Iglesias, estampó ufano su firma en un decreto para reducir a sólo 20 días por año las peonadas para cobrar el PER, a la par que el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, promete una renta mínima, que nadie sabe explicar.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, logró que el Congreso convalidara de una tacada un incremento del gasto superior al 3%, casi tres puntos por encima de la inflación, para este ejercicio y el que viene amparada en nuestro "boyante crecimiento".

La recuperación será en L y no en V o U porque la ayuda a empresas es muy insuficiente

El Gobierno en pleno proclamaba por activa y por pasiva que se había acabado la era de los recortes. Acusa al Ejecutivo de Rajoy por reducir del 11 a menos del 3% el déficit mediante la aplicación de una especie de austericidio, que condujo a la pobreza a millones de españoles.

Pero nadie reparó en una cifra clave, la deuda. Pese a que el PIB se incrementó casi el 20% desde la crisis, al pasar de uno a casi 1,2 billones, el porcentaje de la deuda sobre PIB se mantuvo próxima al cien por cien. Es decir, que el endeudamiento se incrementó también el 20%, lo que significa que gran parte de estas alegrías las hemos sufragado con dinero ajeno.

Europa nos pidió un ajuste de 8.000 millones para este ejercicio, que iba a salir de los bolsillos de los españoles en forma de nuevos impuestos y tasas, en lugar de apretarse el cinturón.

Y si miramos a Italia, el panorama es aún mucho peor, con una deuda equivalente al 130% del PIB. El último gobierno de coalición socialpopulista desafió el pacto de Estabilidad y colocó a la propia UE al borde del abismo al intentar saltarse todas las reglas del gasto.

Tanto el líder de La Liga, Matteo Salvini, como del Movimiento Cinco Estrellas, Luigi di Maio, se mofaron abiertamente de Europa y defendieron incluso reducir la edad de jubilación en vez de incrementarla.

El primer ministro Giuseppe Conte, además, anunció un plan de choque de 300.000 millones, que todos nos preguntamos cómo financiará.

Los alemanes, por el contrario, tienen superávit presupuestario y mantienen una deuda ligeramente por encima del 60% del PIB. La coalición conservadora de la canciller Merkel sube como la espuma en los sondeos electorales a raíz la crisis del Coronavirus, después de poner sobre la mesa un cheque de medio billón de euros, con posibilidad de incrementarse de manera ilimitada, y con avales de hasta el 90% para conceder créditos por parte del Estado.

Es el premio a una gestión ortodoxa. El cuento de la cigarra y la hormiga, que supo guardar el grano para cuando llegara el invierno. El objetivo de la canciller es salvar el mayor número de empresas de la ruina económica y facilitar una reconstrucción en V, en lugar de en L invertida, como nos espera a los españoles. Unos pasos similares pretender seguir Donald Trump, dispuesto a gastarse más de dos billones para echar una mano a sus compatriotas.

Las palabras del representante holandés, Wopke Hoeskstra, que acusó a España de no haber ahorrado cuando la eurozona creció a buen ritmo durante siete años consecutivos ilustra el prensamiento norteuropeo.

Aquí el plan de avales se limita a 100.000 millones (una quinta parte del germano), se repartirá con cuentagotas de 20.000 en 20.000 y sin posibilidad de incremento. El Gobierno, además, se niega a aplazar ni siquiera tres meses el pago de impuestos a las pequeñas y medianas empresas, con excepción de las más afectadas por el cierre temporal relacionadas con la hostelería y por un importe máximo de 30.000 euros. Una de las medidas generalizadas en el resto del continente.

¿Dónde está la generosidad que hubo en los Presupuestos y el techo del gasto público? Todo se esfumó. El problema está en la deuda pública, se situará entre el 110 y 120 del PIB, convirtiéndose en una carga demasiado pesada. Durante las próximas décadas, su coste absorberá recursos que necesitamos para sufragar el estado de bienestar.

El sector privado, por contra, hizo sus deberes, al contener su endeudamiento en torno al 230 del PIB, en línea con el resto del Viejo Continente.

Pero, además, los españoles hemos descubierto que es mentira que la sanidad fuera de las mejores del mundo, porque su capacidad de absorción de cualquier evento extraordinario es muy limitada. En España hay 9 camas hospitalarias por cada 100.000 habitantes, frente a las 29 de Alemania, más del triple. Eso, sumado a la imprevisión del Ministerio de Sanidad, ha provocado un colapso hospitalario. La tasa de mortalidad germana por el coronavirus ronda el 0,5% de los afectados, mientras que aquí supera el 7%. Hay muchos españoles que se están muriendo por falta de medios.

La vicepresidenta Nadia Calviño lo repite como un mantra, "hay que pensar en la reconstrucción". Pero no podemos esperar que los alemanes, que han ahorrado para tiempos difíciles, nos echen una mano.

El resultado es que las empresas españolas dispondrán del plan de rescate más exiguo de Europa (8,7% del PIB, frente al 15 de promedio) y en los próximos años tendrán que actuar en un escenario de recesión, con caídas del PIB anuales que van del 5 al 10%, según el consenso de los analistas.

¿Es insolidaria Europa? Según se mire. La Comisión Europea abolió el pacto de Estabilidad para que las ayudas no computen como déficit y el Banco Central Europeo (BCE), presidido por Christine Lagarde, flexibilizó esta semana la regla de capital, que limitaba la compra de títulos de deuda periférica de España y de Italia. Una acción que frenó en seco el ascenso de la prima de riesgo.

Sánchez y Conte reclaman, materialmente, un Plan Marshall para rescatar a los dos países con dinero ajeno. Como en La Peste, la novela de Albert Camus, los primeros ministros de España e Italia han redescubierto el sentido de la solidaridad después de años sin apreciar el valor del dinero.

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