
El Partido Socialista de Cataluña (PSC) no tiene suerte. Su líder Miquel Iceta convenció a Pedro Sánchez para que nombrase a Salvador Illa como ministro de Sanidad. Lo que inicialmente iba a ser una especie de balneario político -Pablo Iglesias había rechazado el puesto por considerarlo poca cosa-, se ha convertido en el epicentro de la tormenta de la gran epidemia del coronavirus. Su portavoz, el epidemiólogo Fernando Simón, se ha convertido en el hombre más popular de España. Como si se tratase del hombre del tiempo, nos da dos veces el parte del número de muertos e infectados.
Inicialmente, las cosas en términos generales han funcionado relativamente bien. Pero en la medida en que la situación se ha ido complicando, todo va a peor. El motivo es la política tan errática que están haciendo. En vez de tomar medidas preventivas claras y radicales para evitar el contagio, como se hizo en China, donde la epidemia empieza a retroceder, aquí se pretende guardar el difícil equilibrio entre no crear alarma y evitar que la situación se descontrole.
La gestión al inicio fue buena, pero ahora domina una política errática que no toma decisiones
En un primer momento, y por iniciativa de los expositores, se suspendió el Mobile de Barcelona. Fue un gran acierto y se les ahorró un enorme problema a las autoridades, tanto españolas como catalanas, que estaban sorprendentemente empeñadas en que se hiciera. Si se hubiese celebrado y hubiese habido contagios, se habría creado una situación irreversible. Si algún visitante o directivo hubiese enfermado, las indemnizaciones que se habrían tenido que pagar habrían sido astronómicas y entonces el congreso del móvil sí que habría acabado para siempre.
Como en la pelicula dirigida por Bill Condon, La gran mentira (2019), ahora se dice que la suspensión del MWC no se debió al coronavirus, sino a Trump. Este congreso mundial se había convertido en el principal escaparate tecnológico de China y los americanos no estaban dispuestos que se convirtiese en la gran plataforma de lanzamiento para hacerse con el control de las redes 5G, que es la vía por donde se va a desarrollar la Inteligencia Artificial.
Después el Gobierno lanzó la idea de que el Covid-19 era menos grave que una gripe y que se curaba con paracetamol, igual que el dolor de cabeza. Falso. La alarma social se ha disparado, porque nadie sabe qué es ni cómo funciona. Un desconocimiento que ha creado una enorme incertidumbre, lo que ha provocado un duro golpe a la economía mundial y que los bancos centrales estén tomando todo tipo de medidas para evitar crear una recesión similar a la de 2008. La Unión Monetaria se prepara para rescatar a Italia y teme que España siga los pasos del país alpino.
Tampoco parece cierto cuando Salvador Illa afirma que "España aún puede contener el virus". La verdad es que el contagio va a más y que las medidas que se adoptan para evitar la propagación de la epidemia cada vez se entienden menos. Por una parte, suspenden algunos eventos deportivos, congresos, reuniones, etc. Incluso la ministra de trabajo, Yolanda Díaz, hace público una especie de manual temerario para que se cierren las empresas cuando hay peligro de contagio para los trabajadores. Sin embargo, desde el Ejecutivo se autoriza y se anima a asistir este domingo 8 de marzo al Día Internacional de la Mujer Trabajadora. ¿No importan el gentío ni los achuchones?
Por supuesto, el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, no está dispuesto a suspender las fallas, ni el Episcopado las procesiones de la Semana Santa. Da lo mismo que Madrid y Sevilla sean dos focos infecciosos. Como dice el refrán popular, no hay mal que por bien no venga y, con un poco de suerte, Bruselas también nos rescatará. A este paso, acabarán dándole las gracias al coronavirus por infectarnos.
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