
Los resultados de la banca hasta septiembre son un claro ejemplo de hasta qué punto el sector financiero español, y por ende europeo, está lejos de ver la luz al final del túnel. En los primeros nueve meses del año, las ganancias del sector descendieron un 17 por ciento respecto a 2018, hasta sumar menos de 9.000 millones.
Pero la magnitud de los apuros se refleja mejor en los niveles de rentabilidad, cuya media se encuentra en el 5,46 por ciento. Esta variable pierde así terreno en relación al año pasado, cuando llegó a rozar el 7 por ciento y convierte en una misión aún imposible llegar al nivel que el mercado demanda (entre el 8 y el 10 por ciento).
Ante un ejercicio en que los tipos seguirán anulados, resultará muy difícil elevar la todavía baja rentabilidad
Una vez más, son varios los factores que han minado la rentabilidad de las entidades en 2019, como la ausencia de extraordinarios o las mayores exigencias legales en el capítulo de provisiones. Pero lo decisivo siguen siendo las dificultades del negocio puramente bancario. La escasez de demanda solvente hace que el saldo neto crediticio vuelva a descender (un 1,5 por ciento en septiembre). En paralelo, no existe ningún viso de que el BCE vaya a subir los tipos a corto plazo; muy al contrario, podría haber nuevos descensos. Los bancos, sin duda, continúan defendiéndose en tan difícil contexto. Son pasos en la buena dirección su propósito de poner fin a la guerra hipotecaria, volviendo a encarecer estos créditos, y extender el cobro por los depósitos (aunque de forma prudente, sin afectar al grueso de sus clientes). Pero con los tipos todavía anulados en gran parte de 2020, como se prevé, se necesitarán todavía más medidas. Todo apunta a que los recortes de gasto tendrán que continuar e incluso es muy posible que tengan que reactivarse las fusiones, como las autoridades europeas aconsejan.