
Desde que el Banco Popular de China (PBOC) permitió que el yuan superara el temido nivel de 7 unidades con respecto al dólar el pasado mes, ríos de tinta han fluido citando un nuevo asunto de disputa entre Estados Unidos y China, a saber, el uso de monedas para ganar competitividad o, más simplemente, una "guerra de divisas".
Describir los acontecimientos vividos en este mes como una guerra de divisas puede parecer lógico porque otro tipo de "guerra" entre Estados Unidos y China, la guerra comercial, ha estado en la mente de todos durante el último año y medio. Además, la Administración del presidente Donald Trump ha continuado este juego tildando a China de ser un "manipulador" de su moneda inmediatamente después de la última devaluación.
De la misma manera que el Tesoro de Estados Unidos no sigue su propio guión al clasificar a China como manipulador de divisas, tampoco deberíamos pensar en la minidevaluación del yuan como una prueba de que China está iniciando una guerra de divisas con Estados Unidos. La razón es simple: el yuan -que no es convertible- no puede permitirse una guerra con el dólar, ni la Reserva Federal de Estados Unidos puede controlar su moneda para utilizarla como arma contra China. En otras palabras, ninguno de los dos rivales tiene los instrumentos para entablar con éxito una guerra de divisas entre sí.
La economía asiática no puede permitirse una guerra de divisas con Estados Unidos
Empezando por el dólar, no cabe duda de que su valor viene determinado por el mercado, ya que de otro modo no podría ser la moneda de reserva de un mundo que sigue estando regido por regímenes cambiarios flexibles para las principales monedas. La Reserva Federal puede influir en el dólar con políticas monetarias expansivas o restrictivas, pero hay mu-chos otros factores que ella y el Tesoro simplemente no pueden controlar. Un factor importante es la aversión al riesgo: cuanto más aprieta el Gobierno de Trump a China y, por lo tanto, aumenta el riesgo de recesión a nivel mundial, más se aprecia el dólar, contrariamente a lo que Trump quiere.
En cuanto al yuan, el PBOC está mucho más cerca de determinar su valor que la Reserva Federal para el dólar, ya que mantiene el control sobre los flujos de capital y no necesita intervenir en un mercado de divisas altamente líquido como el del dólar. Sin embargo, la realidad es que el capital es omnipresente, por lo que los controles de este activo nunca serán completamente efectivos. En otras palabras, el valor del yuan no está exento de las fuerzas de la demanda y la oferta, ni de su valor a medio plazo, independientemente de lo que el PBOC decida hacer en una fecha o período específico.
Considerando la mini-devaluación del yuan, el comienzo de una guerra de divisas es un error por otra razón muy importante. El PBOC se ha acomodado a la presión del mercado al devaluar, mientras que los bancos centrales tienden a moverse contra el mercado durante las guerras de divisas. Es cierto, sin embargo, que el momento de la devaluación podría llevarnos a la idea de una guerra de divisas iniciada por China porque ocurrió justo después del anuncio de los Estados Unidos de aranceles adicionales a la importación de productos chinos. Más que una guerra, deberíamos ver esta reacción como una rabieta de los políticos chinos que se enfrentan a una presión adicional de EEUU.
Además, como sucede con cada rabieta, sus consecuencias pueden no ser las deseadas, ya que tal minidevaluación solo provocará más salidas de capital de China, deshaciendo parte del estímulo monetario que el banco central chino ha estado llevando a cabo durante más de un año para sostener el crecimiento económico. En otras palabras, no ayudará a China a crecer, sino todo lo contrario.
Por lo tanto, es importante distinguir entre una guerra y una rabieta. En el primer caso controlas tus armas, en el segundo caso no lo haces.
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