
Que la bolsa es un camino lleno de peligros es algo que cualquier inversor con años de experiencia a sus espaldas no dudará en acreditar. La palabra incertidumbre es una constante en el mercado y siempre hay que estar preparado para navegar en aguas revueltas. Porque llegará la tormenta, antes o después. Desde la crisis de deuda europea en 2011, los peligros han sido constantes y con orígenes muy distintos.
Es cierto que entre el verano de 2012 y el de 2014 las bolsas europeas se comportaron bien, y el único gran bache fue el que desencadenó la Reserva Federal (Fed) en el mercado de bonos al anunciar que empezaba a desmantelar su programa de estímulos. Fue el llamado taper tantrum del año 2013, caracterizado por un fuerte desplome en los precios de los títulos de deuda. Tras él, el siguiente gran susto para el mercado llegó por la parte de las materias primas. El petróleo fue el principal representante: terminó el superciclo de subidas de estos activos en 2013, y en verano de 2014 la sobreproducción de crudo generó caídas de precio superiores al 75 por ciento en apenas 18 meses. Estados Unidos había inundado de petróleo el mercado, una situación con la que los grandes productores siguen lidiando hoy en día.
El miedo a impagos en la industria y a que el petróleo barato pudiese generar una recesión afectó a las bolsas, una situación a la que se sumó China a mediados de 2015: devaluó el yuan por sorpresa durante el verano, intentando dar un empujón a su crecimiento económico, que en los últimos años ha perdido fuelle y ahora avanza a un ritmo inferior al 7 por ciento. La devaluación aumentó el temor a que los fabricantes de todo el mundo tuviesen que bajar precios para competir, a lo que también contribuían las materias primas baratas, una espiral bajista que generó fuertes caídas en las bolsas europeas entre 2015 y 2016 -el EuroStoxx llegó a perder un 27 por ciento desde agosto de 2015 hasta febrero del siguiente año-.
Con el tiempo estos miedos empezaron a disiparse, gracias en parte a los esfuerzos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) por aumentar los precios del crudo -el barril Brent pasó de 28 dólares a superar los 50 dólares entre enero de 2016 y junio de ese mismo año-, además de que muchos expertos empezaron a destacar la capacidad de China de gestionar la situación. También el Banco Central Europeo (BCE) puso su granito de arena con un programa de estímulos monetarios orientado a evitar caer en deflación, que todavía hoy sigue vigente.
Con todo, y como suele ser habitual, nuevas nubes aparecieron en el horizonte, en forma de riesgos políticos: el Brexit y Donald Trump han sido los dos últimos grandes problemas para las bolsas, pero de momento el mercado parece haber sido capaz de digerirlos: las bolsas estadounidenses cotizan en máximos históricos, mientras en Europa los principales índices están gozando de un año 2016 en el que, de forma general, se revalorizan más del 10 por ciento, después de que el populismo perdiese fuerza en las elecciones de Holanda y Francia. Esto, sin embargo, ha llevado al mercado a cotizar en valoraciones elevadas -el Dow Jones cotiza con un multiplicador de beneficios en 2017 de 18,4 veces y el EuroStoxx de 17,4, según las previsiones de los expertos que recoge FactSet- lo que podría aumentar el riesgo de ver caídas ante nuevas amenazas.
O no tan nuevas. Porque China vuelve a colarse entre los principales dolores de cabeza del mercado y junio llega cargado de citas clave que rememoran problemas del pasado: "Las elecciones en Reino Unido de las que saldrá el Gobierno que negociará el Brexit con la Unión Europea, la reunión del BCE en la que se podría adelantar una reducción de los estímulos, el encuentro en el que se espera que la Fed vuelva a subir los tipos de interés y el último round entre Grecia y sus acreedores para alcanzar un acuerdo sobre su deuda", enumera James Butterfill, de ETF Securities. A esta maraña de complicaciones se suma la crisis política en Brasil, especialmente dolorosa para España por la importancia que adquiere para muchas empresas.
El endeudamiento trae de vuelta al 'dragón' chino
La rebaja de la calificación de la deuda de China que anunció Moody's esta semana, de Aa3 a A1, la primera en 28 años, trajo los peores augurios al mercado: los del verano de 2015 y los de principios de 2016, cuando la inesperada devaluación del yuan y las dudas sobre el crecimiento del gigante asiático hicieron temblar a las bolsas de todo el mundo. Con su decisión, la agencia de rating devolvió a China a la primera línea de las incertidumbres, donde también la sitúan los gestores de fondos que participaron en la última entrega de la encuesta que realiza mensualmente Bank of America. Un escenario que parecía descartado después de que "el encuentro entre Donald Trump y Xi Jinping menguara la inquietud en relación a una posible guerra comercial", señalan desde UBP. Ahora, los recelos proceden del "fuerte crecimiento de la deuda" en la segunda economía del planeta, ya que la empresarial ha pasado de suponer el 99 por ciento del PIB en 2008 al 159 por ciento, mientras que la pública ronda el 45 por ciento. Subyace también la sibilina depreciación del yuan en su cruce con el euro y, en menor medida, con el dólar. "Las autoridades chinas actúan como apagafuegos", reconoce Iain Stewat, de Newton, quien se manifiesta preocupado "no solo por la envergadura del crecimiento del crédito en China, sino también por su velocidad". "La prioridad ha pasado de ser la estabilización del yuan y del mercado inmobiliario a avanzar en el desapalancamiento, algo que ha elevado los costes financieros y ha reducido el crédito", concluyen Mizuho Securities. Eso sí, para sacar conclusiones, parece que el mercado esperará al congreso quinquenal del Partido Comunista chino que se celebra en otoño.
"¿Y si no gana May?" es la pregunta sin respuesta
"Los mercados esperan una clara victoria de los conservadores en las elecciones del 8 junio en Reino Unido", describe James Butterfill, de ETF Securities y, de hecho, la ventaja de los tories de Theresa May, la actual primera ministra, está detrás de la recuperación de la libra desde mínimos -de un 4,5 por ciento frente al euro- y de la tranquilidad existente sobre que las elecciones no van a derivar en ningún sobresalto", añade Manuel Ortiz-Olave, de Monex Europe. Sin embargo, cualquier indicio que ponga en cuestión la formación de un Gobierno que plantee unas negociaciones "cordiales" traerá fantasmas del pasado, continúa Ortiz-Olave, quien reconoce que el principal riesgo es que gane el laborista Jeremy Corbyn "porque es una opción que no se está teniendo en cuenta". No en vano, el recorte de la brecha entre May y Corbyn mostrado por un sondeo de YouGov este mismo viernes llevó a la libra a sufrir su mayor caída en 2 meses. Más impuestos, más gasto público y nacionalizaciones son las principales amenazas que acompañan al laborista, más allá de su indefinición respecto al Brexit. Por otro lado, "para el Partido Liberal es la última oportunidad de suavizar la ruptura, por lo que planteará una campaña dura", apunta Victoria Torre, de Self Bank. Lo que es seguro es que resta un proceso largo y complicado, por lo que Borja Rubio, de Orey Financial, cree que "hay que prestar más atención a los datos macro que reflejan el efecto del Brexit y, por el momento, la tendencia es positiva". Eso sí, "muchos sectores empresariales no han escondido su preocupación por los posibles cambios drásticos debido a las complejidades que entraña", finaliza Aurelio García del Barrio, del IEB.
Brasil: el inversor paga la factura de la corrupción
La economía brasileña aún no ha conseguido salir de una recesión que comenzó en el segundo trimestre de 2014. La contracción de su economía se ha visto alimentada por la corrupción del Gobierno de Dilma Rousseff, quien fue destituida por ello en el verano de 2016. Sin embargo, su sucesor, Michel Temer, no ha empezado con mejor pie: sobre él también pesa la sombra de la corrupción, y esto está afectando a los mercados: como explican desde Bankia Estudios, "el último escándalo que se ha destapado podría provocar la destitución del presidente Temer: en unas supuestas grabaciones se le escucha autorizar que se compre el silencio de un diputado, en prisión por corrupción. Además, el descontento social va en aumento e, incluso, el ejército ha tenido que intervenir para contener a los manifestantes, generando un elevado clima de incertidumbre e inestabilidad que se refleja en la evolución de las principales variables financieras: desde que estalló el escándalo el 16 de mayo, la bolsa ha caído casi un 8 por ciento y el real se ha depreciado un 5,5 por ciento con el dólar". Eso sí, la bolsa brasileña no es la única que ha sufrido el azote de la corrupción: las empresas con más exposición al país carioca también lo han hecho, y las firmas españolas con negocio en Brasil son un claro ejemplo: Banco Santander, Telefónica y Mapfre son los grandes valores españoles con más peso en el país, con un 25,2, 21,9 y 20,1 por ciento de su negocio total en la región, respectivamente. El banco pierde más del 5,7 por ciento en bolsa desde que el escándalo salió a la luz, mientras que Mapfre cae más del 6,5 por ciento. Telefónica aguanta mejor y cede en torno a un 1 por ciento en ese periodo.
Un ojo puesto en Draghi y el otro en el precio del crudo
La política monetaria ha sido durante los últimos años uno de los factores más decisivos en la mente de los inversores. En 2016 el foco se movió hacia la incertidumbre política debido al Brexit y, posteriormente, las elecciones en Estados Unidos. Sin embargo, los partidos populistas, nada amigos del mercado, han perdido peso en la agenda de los inversores tras cosechar pobres resultados en Holanda y, sobre todo, en Francia. Esto ha devuelto a Draghi y al Banco Central Europeo -BCE- a la primera linea de interés, ya que se acerca el momento en el que la entidad va a tener que tomar una decisión sobre el rumbo de su política monetaria: a pesar de su prudencia, el BCE ya empieza a admitir la mejora de la economía europea, aunque no está totalmente convencido de la robustez de la inflación. Con todo, el momento en el que la entidad dé pistas claras sobre el fin del programa de compras de deuda -QE-, y sobre el momento de subir tipos, podría generar turbulencias en las bolsas, acostumbradas al apoyo de la entidad. Además de Draghi, tampoco se debe descartar el impacto que podría tener una nueva recaída del petróleo para la economía global. Hay expertos que avisan de la posibilidad de que Estados Unidos caiga en recesión si vuelve a haber fuertes caídas en el crudo, y la realidad es que el precio del recurso energético no termina de repuntar: a pesar de los esfuerzos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo -OPEP- por incrementar los precios a base de recortar producción, el barril Brent cede un 9 por ciento en 2017, ya que hay productores, sobre todo en Estados Unidos, que se están comiendo la cuota que está liberando el cártel.