La bolsa vive del agua del Banco Central Europeo, y el grifo está a punto de cerrarse por completo. El nivel de los tipos de interés del BCE crea un contexto propicio para los inversores, o lo contrario. Cuando el precio del dinero sube, las acciones ven cómo su atractivo cae respecto a otros activos, como la renta fija, y se produce un trasvase de dinero desde la bolsa hacia los bonos. Además, las empresas también ven cómo su capacidad de financiación se complica, y el desarrollo de su actividad se encarece.
La mayor parte de compañías utilizan la deuda para financiar sus inversiones, y cuando el BCE decide encarecer el precio de la misma con las subidas de tipos, las rentabilidades que deja la bolsa se marchitan. Las caídas de la bolsa también son consecuencia del contexto general de escasez de agua que genera el BCE con las subidas de tipos, que también afectan al consumo de los hogares, y a la demanda de hipotecas.
La caída de la bolsa por la escasez de agua (liquidez, al fin y al cabo) ha ocurrido en dos ocasiones desde que el BCE se convirtió en el jardinero de los mercados europeos, en el año 1999. La primera fue pocos años después, en 2001: los tipos tocaron ese año el nivel más alto que se ha visto hasta la fecha en la zona euro, el 4,75%, después de dos años en los que el BCE fue cortando el riego paulatinamente, con una subida de tipos de 225 puntos básicos en ese periodo.
Entonces, cuando el precio del dinero estaba a punto de llegar al techo, comenzó una caída del Stoxx 600 que se llevó por delante un 59,9% de su capitalización. La segunda vez fue en 2007, cuando la Gran Crisis Financiera empezaba a asomar la cabeza. Los tipos habían pasado del 2% al 4% en un periodo de casi 4 años, cuando el índice europeo comenzó una caída que terminó siendo del 60,4% en un periodo de 2 años, hasta 2009.
En ambos casos, el BCE reaccionó con un retraso de varios meses al inicio de las pérdidas. Los grifos tardaron algo de tiempo en abrirse, con bajadas de tipos de 275 y 325 puntos básicos, respectivamente. Desde esos niveles, con el riesgo de nuevo abierto, dieron comienzo años de tendencia alcista y recuperación para el Stoxx 600.
Los años del 'riego automático'
Tras 2007, el BCE decidió copiar el sistema de riego automático de Japón, el primer país que comenzó a probar la política ultralaxa para intentar impulsar el crecimiento económico, combinada con inyecciones de liquidez a través de los programas de compras de deuda (QE). La crisis de 2012 terminó de convencer al BCE de que Europa necesitaba riego constante, y se bajaron los tipos hasta el 0%.
La bolsa europea volvió a confirmar su necesidad del agua del BCE: lo celebró con un periodo de subidas que ya dura casi una década, y que sólo se vieron interrumpidas momentáneamente, en 2020, con la llegada de la pandemia de Covid. La solución del BCE a la plaga fue la misma, aunque ya no pudiesen bajar más los tipos de interés: riego, y más riego, en esta ocasión a través de nuevos programas de compras de deuda.
La política fiscal: fuente de liquidez
Los estímulos fiscales de los gobiernos, como los fondos Next Generation tras el Covid, o la permisividad con los gobiernos europeos con su déficit, han sido una fuente de liquidez alternativa al BCE para la economía, y también para la bolsa. El ahorro embolsado durante el Covid, y el mantenimiento de los estímulos por parte de los gobiernos de la zona euro, han ayudado en esta ocasión a que la bolsa evite un desplome.

El problema que puede tener el mercado en los próximos trimestres es que la actitud de Bruselas parece haber cambiado en este sentido. La reforma se está negociando, pero la Comisión Europea ya ha anunciado que va a endurecer su postura con los países que hayan superado los límites de déficit establecidos. De nuevo, menos riego para la economía y la bolsa europea.
¿Se puede volver a abrir el grifo?
La bolsa europea ha caído ya un 5,9% desde los máximos que se tocaron en 2022, en los 494,35 puntos del Stoxx 600. Que los tipos se mantengan altos, dejando poca liquidez al sistema durante un periodo prolongado corre el riesgo de hacer sufrir a la economía y la bolsa, como ocurrió en 2007. Los tipos, entonces, se mantuvieron en el techo durante el desplome.
Ahora, el BCE ha conseguido ganar algo de espacio para rellenar sus almacenes de agua fresca, al haber reducido el balance de activos en 1,63 billones de euros desde máximos, y sin generar fuertes caídas de la bolsa, pero este proceso continuará, si se cumple la hoja de ruta de la institución. La gran pregunta ahora es si el BCE volverá a regar en el momento en el que la bolsa empiece a marchitarse por la falta de agua, o si el organismo dejará en esta ocasión que las caídas profundicen como ocurrió en el pasado.