El cofundador y CEO de BlackRock dirige con mano de hierro la mayor firma de inversión del mundo, capaz de hacer temblar a los consejos de administración. Inició su carrera en First Boston, en la negociación de bonos, pero fue su salida de esta entidad por la puerta de atrás lo que le dio el impulso para fundar BlackRock en los años 90.
Si hay que buscar un momento decisivo en la vida de Larry Fink, bien podría ser aquel en el que pasó de ser un importante banquero de Wall Street a convertirse casi en un hombre de Estado. Fink, cofundador y actual consejero delegado de BlackRock, se subió a un avión comercial hace catorce años, en septiembre de 2008, y puso rumbo a Singapur. Mientras sobrevolaba el océano, Lehman Brothers se declaraba en quiebra y, cuando el banquero se enteró de la noticia a su llegada al país asiático, decidió volverse al día siguiente.
"Me sentí como Charlton Heston en El Planeta de los Simios. Regresé y el mundo entero había cambiado", confesó Fink a la revista Vanity Fair en 2010, en uno de los perfiles más completos que la prensa ha dedicado al patrón de BlackRock: el mayor gestor mundial de patrimonio y el primero que ha logrado tener 10 billones de dólares de activos bajo custodia.
Nada más volver a los Estados Unidos, su teléfono no paró de sonar. Recurrieron a él los secretarios del Tesoro Henry Paulson y Timothy Geithner, pero también los dirigentes de los principales bancos del país. La Casa Blanca asignó a BlackRock contratos a dedo para asesorar y asistir en la financiación de la venta de Bear Stearns a J. P. Morgan y los rescates multimillonarios de A.I.G., Citigroup, Fannie Mae y Freddie Mac.
"De hecho, es difícil argumentar que alguien, o cualquier empresa de Wall Street, haya ganado tanta estatura con la crisis económica como lo hicieron Fink y BlackRock", escribió Suzanna Andrews en Vanity Fair.
Larry Fink nació en 1952 en el barrio de Van Nuys, en el área metropolitana de Los Ángeles. Su padre era dueño de una tienda de zapatos y su madre era profesora de inglés en la Universidad. Conoció a su mujer Lori en el instituto y fueron juntos a UCLA, donde él se graduó en ciencias políticas. Aunque mostró interés por el sector inmobiliario, cursando algunas asignaturas, acabó por obtener un máster en dirección de empresas y se mudó a Nueva York para intentar labrarse un porvenir en Wall Street.
Los mejores bancos de inversión le abrieron las puertas, pero para su disgusto fracasó en la entrevista final con Goldman Sachs. "Estaba desolado, pero acabó siendo la bendición de las bendiciones", le contó Fink al periodista del Financial Times Robin Wigglesworth, autor del libro Trillions: How a band of Wall Street renegades invented the index fund and changed finance forever (Billones: cómo una banda de renegados inventó el fondo indexado y cambió las finanzas para siempre), donde relata la historia de BlackRock.
En resumen, Larry Fink acabó en First Boston, banco de inversión al que se incorporó en 1976. Le colocaron en el departamento de negociación de bonos y, dados sus conocimientos inmobiliarios, se dedicó a negociar bonos respaldados por hipotecas. Le fue tan bien que dos años más tarde ya dirigía el departamento, apodado por algunos el pequeño Israel, ya que Fink y la mayoría del equipo eran judíos.
Con apenas treinta y un años, se convirtió en el miembro más joven del comité de dirección de First Boston, después de haber hecho ganar a la empresa unos 1.000 millones de dólares. Pero la caída también fue rápida. En 1986, la mesa de Fink perdió de repente unos 100 millones de dólares cuando los tipos de interés bajaron inesperadamente y las coberturas que su equipo había establecido para protegerse contra ese escenario se esfumaron. No le despidieron, pero el ambiente se enrareció y él mismo dimitió en 1988.
Después llegó BlackRock, que arrancó gracias a un préstamo inicial de 5 millones de dólares de BlackStone. Pero en esta ocasión, Fink quería hacer las cosas de otra manera: decidió levantar una empresa que no solo iba a invertir el dinero de sus clientes, sino que les ofrecería una sofisticada gestión del riesgo.
De Fink todo el mundo tiene opinión. Se ha dicho de él que es un gobierno en la sombra, que es muy intenso, que tiene una personalidad muy fuerte, que va de frente, que es divertido y astuto, que tiene una capacidad enorme para establecer redes de contactos y obtener información, que es muy ambicioso, que le encantan los chismes y la gran estrategia, que ha trabajado duro por quitarse la mala imagen del pasado y que cuando se vaya será como cuando Alex Ferguson dejó el Manchester United.
En los últimos años, Fink se ha convertido en el adalid de la inversión sostenible y los criterios ESG. Sin embargo, también tiene sus detractores. Tras la publicación de su tradicional carta anual a los consejeros delegados, a principios de este año, el diario francés Les Échos titulaba: BlackRock edulcora su discurso verde y social, en referencia a que la firma de inversión rechaza salir de forma sistemática de las empresas más contaminantes.
Sobre esto, Reuters escribía: el pragmatismo de Larry Fink es incómodo pero lucrativo. Para él, dejar de invertir en los activos más contaminantes servirá de poco si esos activos acaban en manos de negacionistas del cambio climático. Sin embargo, destacaba la revista Jacobin en 2021, "a pesar de toda la charla de Fink sobre el cambio climático", su empresa utilizó su poder el año pasado "para votar en contra de la gran mayoría de las resoluciones de los accionistas que trataban sobre la acción climática y las declaraciones de gastos políticos".