Bolsa, mercados y cotizaciones

La apocalíptica devastación del Ibex 35 era imposible de prever

  • El índice borró 65.000 millones en la peor jornada de su historia
El 12 de marzo de 2020, el desplome fue del 14%.
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El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la ola de contagios por Covid-19 en distintas partes del mundo se había convertido en una pandemia global. Al día siguiente, el Ibex 35 sufrió el mayor desplome de su historia. Se hundió un 14,06%. Borró 65.000 millones de euros de capitalización en las apenas nueve horas de la sesión del horror.

La estampida de dinero fue obscena, acelerada por los ataques especulativos y las órdenes automáticas: los stops de protección saltaron por los aires y los algoritmos de los fondos de inversión en bolsa española y ETF (productos cotizados) sobre el índice de referencia sumaron irracionalidad al pánico humano que multiplicaba las órdenes de venta de absolutamente todas las acciones.

La definición de violencia financiera. Orgía para los teóricos de la formación de precios. Las mesas de trading eran incapaces de seguir el ritmo. El mercado estaba completamente fuera de sí, ofreciendo su peor cara como hipérbole adelantada de la crisis histórica -primero sanitaria, después social y finalmente económica- que ese día el mundo financiero asumió definitivamente.

Viscofan fue la compañía del Ibex 35 que menos cayó aquel jueves. Lo hizo un 6,85%, que en solitario ya hubiera sido suficiente para protagonizar la portada de elEconomista. Pero el 12 de marzo de 2020, 32 empresas perdieron más de un 10% de su valor. Y lo más dramático es que no era ni mucho menos el primer aviso. Ni el último golpe.

Las bolsas mundiales empezaron a cotizar con incertidumbre las preocupantes noticias que llegaban desde China sobre el coronavirus el 19 de febrero. En España, la cancelación del Mobile World Congress (MWC) de Barcelona unos días antes debió haber servido de alarma. Sin embargo, no lo fue, al menos no lo fue lo suficiente.

El primer lunes negro tampoco. El 4,07% que se derrumbó el Ibex 35 el 24 de febrero, la mayor caída desde el Brexit, podría haberse quedado ahí. "Nunca viviré otra sesión como esta", resonaba la voz autorizada del director de Mercados en la redacción del periódico el delirante 24 de junio de 2016, después de que los británicos decidieran romper con la Unión Europea. Cómo saber entonces que, en menos de cuatro años, llegarían jornadas mucho peores, y más extraordinarias.

Esa primera semana de crash bursátil mundial, la última de febrero del año pasado, ya dejó en una anécdota al Brexit. El segundo lunes negro confirmó la dimensión de la crisis. El 9 de marzo, el Ibex 35 derramó 7,96 puntos porcentuales. Tres días después fueron 14. Y todavía se dejó un 7,88% el tercer lunes negro, el 16 de marzo. Y otro 3,44% el 18 de marzo. Y otro 3,31% el último lunes negro, el 23 de marzo, el día que el principal índice español tocó la lona.

Todo eran escombros en los mercados financieros. Las ratios y sistemas de medición y valoración habituales habían quedado inservibles en una suerte de colapso del análisis económico. Pero elEconomista no renunció a su condición de proyecto intelectual, que exigía pensar en la reconstrucción aunque sangraran a borbotones las heridas (ver gráfico).

Habían ocurrido hechos inauditos. Instituciones teóricas como el refugio financiero en el oro o la partición del mercado entre sectores cíclicos y defensivos fallaron. Los futuros que cotizan sobre la onza del metal amarillo llegaron a retroceder un 12,45% en pleno crash. La apreciación del dólar, el trasvase de dinero a los bonos de Estados Unidos y las órdenes automáticas restaron cuota al oro.

La inmediata e insólita respuesta de las instituciones monetarias ha sido crucial en esta crisis

Mientras, la tecnología, supuestamente expuesta al castigo de una huida de los inversores de las actividades cíclicas, afianzó su condición de nuevo servicio básico, con demanda inelástica al estilo de servicios públicos como la luz, sobre todo en una inédita situación de confinamiento global, que en España se decretó el 14 de marzo. En abril, la falta de visibilidad sobre la movilidad y la demanda de combustible llevó al petróleo a cotizar en negativo en Chicago.

La respuesta de las instituciones monetarias fue también insólita. La Reserva Federal de Estados Unidos ejerció de banco central mundial y sin vacilar marcó la senda el mismo marzo de no permitir que los costes de financiación agravaran una crisis ya sin precedentes. El BCE siguió ese camino, aunque la presidenta Christine Lagarde tuvo que enmendar el fatídico "aquí no estamos para cerrar los diferenciales" que casi ahoga a Italia, y que hubiera encendido las antorchas también en España.

El interés que se exige al bono de referencia de nuestro país (con vencimiento a 10 años) superó solo ligeramente el 1,2% para luego volver a mínimos históricos, incluso a negativo, gracias a lo que el coste medio de la deuda cayó por debajo del 2% pese al sobreapalancamiento histórico.

Este 11 de marzo de 2021, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) daba a su visto bueno a la cuarta vacuna contra el coronavirus, la de Janssen, de una sola dosis. La reconstrucción está en marcha. Lo difícil era advertirlo hace un año, en plena tormenta, cuando el indicador PMI Caixin de China adelantó una recuperación en V de la actividad industrial, y mandó la primera señal de esperanza.

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