Casi tres años después del referéndum de salida de la UE, hoy será la primera vez en que los diputados británicos puedan debatir qué tipo de Brexit quieren y escoger de entre ocho posibles alternativas al plan de Theresa May. Después de que los diputados arrebataran al Gobierno el control sobre el orden del día del Parlamento, algo que no ocurría desde hace más de un siglo, la votación clave se hará también de una forma revolucionaria: con papeleta y en urna.
Tradicionalmente, los parlamentarios británicos votan yendo a firmar a mesas de "sí" o "no", situadas en dos pasillos distintos, ya que no hay sitio ni infraestructura para poner máquinas de votación en los escaños. Sin embargo, la crisis del Brexit también una revolución a su sistema de voto. Los diputados recibirán papeletas con las distintas opciones y votarán sí o no en todas las que quieran.
Las ocho posibilidades escogidas por el presidente del Parlamento, John Bercow, recogen todas las opciones imaginables. Los diputados podrán optar por un Brexit sin acuerdo, una unión aduanera, el 'plan Noruega' de permanecer en el mercado común, el 'Noruega+' de unión aduanera y mercado común, o una versión similar de este último firmada por el Partido Laborista. Además, podrán añadir a cualquiera de estos planes la obligación de celebrar un segundo referéndum confirmatorio y, en caso de que no haya un acuerdo, ordenar la cancelación automática del Brexit el día antes de la fecha o bien la negociación de pequeños 'miniacuerdos de emergencia' con la UE.
Las opciones que obtengan la mayoría, o un mayor número de apoyos si ninguna lo hace, se llevarán a votación de nuevo el próximo lunes para encontrar finalmente el camino preferido por la Cámara de los Comunes.

Técnicamente, el Gobierno no está obligado a aceptar lo que salga de este proceso, y su líder parlamentaria, Andrea Leadsom, ya recordó que no aceptarán nada que no sea su programa electoral -es decir, solo admitirán el acuerdo de May-. Aun así, May ha dado libertad de voto a sus diputados y ha anunciado que el Ejecutivo se abstendrá, dando a los diputados la libertad de escoger sus planes preferidos.
De todas formas, la primera ministra intentará llevar a votación su acuerdo este viernes, la fecha límite impuesta por la UE para aprobar el plan si quiere la salida para el 22 de mayo. Para conseguir los votos rebeldes, la primera ministra se reunió este miércoles con su grupo parlamentario, en un último intento de convencerles de que acepten su plan. Por ello, la primera ministra anunció una dimisión en diferido "antes de la próxima ronda de negociaciones", que empezarían en octubre, a cambio de sus apoyos.
Aunque esta opción depende de que el presidente del Parlamento acepte volver a votar un acuerdo ya rechazado dos veces, algo que hoy mismo recordó que no permitirá si no hay "cambios sustanciales" a su contenido, que ni están ni se esperan. La reacción del Gobierno fue de furia absoluta, ya que esta decisión cierra la puerta a cumplir con las condiciones de la UE.
Movimientos aún insuficientes
Aun así, May está buscando movimientos de los 'brexiteros' para intentar armar una mayoría. Tras la decisión de arrebatarle el control de los debates a May, varios miembros del ERG, el subgrupo de euroescépticos 'tories', anunciaron que apoyarían el acuerdo a la tercera. Su líder, Jacob Rees-Mogg, se justificó porque "este Parlamento pro-europeo no permitirá que haya un Brexit" si no aceptan el plan de salida ya negociado por May.
Pero los movimientos han sido aún minúsculos. La primera ministra necesitaría que 75 diputados cambiaran de opinión, y solo 14 lo han hecho hasta el miércoles por la tarde. Por contra, algunos de los más radicales han recalcado en las últimas horas que no piensan cambiar de parecer, refugiados tras los socios de legislatura de May, los unionistas norirlandeses, que han recalcado que el plan del Gobierno es peor que seguir en la UE o cualquiera de las salidas más blandas. Y con la posibilidad de que el Parlamento se decante por un Brexit blando, es poco probable que May pueda arañar apoyos entre los pocos euroescépticos de las filas laboristas.
De ahí el anuncio de May de que está dispuesta a dar un paso al costado "antes de lo previsto" si eso sirve para "conseguir un Brexit ordenado". Una última medida a la desesperada que nadie sabe si será suficiente para convencerlos, especialmente cuando su credibilidad está bajo mínimos. Tres altos cargos pro-europeos dimitieron el lunes para votar en contra del Gobierno precisamente porque no se fiaban de que sus ministros fueran a cumplir sus promesas de dejarles votar igualmente. La pérdida de autoridad de May puede ser el último clavo en el ataúd de su plan.