Energía

La regla de las "3D" para un modelo de energía sostenible en España y sin apagones

El sector de la energía necesita de un modelo de tres "d": descarbonización, digitalización y descentralización.
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El apagón eléctrico del pasado día 28 de abril ha constatado la necesidad de contar con un modelo de energía sostenible en España. Y no solo para evitar las posibles afecciones y pérdidas producidas por la falta de disponibilidad de energía, sino también para dar respuesta a la demanda de generación eléctrica de inversiones y nuevos proyectos empresariales electrointensivos y que, precisamente, están eligiendo la ubicación para su instalación territorial por la capacidad y disponibilidad de la energía, como es el caso de los centros de datos o las gigafactorías de baterías para automoción.

Y, ¿cómo debe ser ese modelo? ¿Qué se puede hacer para esa transformación del modelo energético? La clave está en las "3D". Una regla tras la que están los tres conceptos básicos para dar ese paso: "descarbonización, descentralización y digitalización", según ha explicado Francisco Valenzuela, gerente de Clúster de la Energía de Aragón (Clenar) y autor del artículo "Hacia una infraestructura energética sostenible en España: claves desde la experiencia de Aragón" publicado en la revista Economía Aragonesa de Ibercaja, presentada hoy en Zaragoza.

Cada una de estas "3D" tiene su justificación. La descentralización es totalmente necesaria para disponer de infraestructuras territoriales. Un paso que es decisivo, especialmente, por la entrada de renovables. "Se necesitan inversiones para llevarlas a un sitio de consumo" como, por ejemplo, pueden ser los proyectos empresariales de los centros de datos de compañías como Amazon Web Services o Microsoft, entre otras. "Los centros de datos van a donde hay posibilidad de generar energía en grandes cantidades".

De esta manera, el modelo debe basarse en una generación de energía con un consumo asociado. De ahí, "la descentralización", incide Francisco Valenzuela, quien señala que esto lleva a "una eficiencia en las redes para evitar la ineficiencia de la producción" en un lugar más lejano al del punto de consumo.

Pero, además, en esta transformación del sector energético, otra de las claves es la digitalización. "Se manejan miles de datos en centésimas de segundo. Al final, no se sabe qué es la causa o el efecto por esos milisegundos". Este proceso para avanzar en digitalizar requiere de inversión económica porque el coste de las herramientas a implementar.

El modelo energético igualmente necesita modernizarse, apostar por las energías renovables para contribuir a la descarbonización y tengan un mayor peso dentro del mix energético, y optimizar los gastos, además de contar con la colaboración público-privada.

Esta transición energética pasa a su vez por convertir las infraestructuras del sistema de energía en herramientas activas y dinámicas de transformación territorial y en herramientas compartidas para que generadores, consumidores y prosumidores puedan utilizarlas en pro de la democratización de la energía.

"No es una actualización, es una reconfiguración de todo el sistema" para ir hacia la sostenibilidad que debe ser social, económica y medioambiental, aunque "sin la sostenibilidad económica no hay sostenibilidad social y medioambiental".

Es una transformación que debe también conllevar una reconfiguración integral que incorpore resiliencia y equidad como pilares fundamentales a los que se suma la sostenibilidad, que debe entenderse a su vez como una vía para reforzar la cohesión social, dinamizar economías locales e impulsar el nuevo modelo industrial competitivo.

Pero, para todo ello, no hay que olvidar que es precisa una planificación tanto a medio como largo plazo porque la transición energética no es un proceso neutro ni automático. También se requiere gobernanza eficaz y aceptación social.

Es un proceso en el que Aragón puede ser un "laboratorio privilegiado" para esta transformación por su potencial renovable, red logística y ecosistema industrial. De hecho, la experiencia en la comunidad aragonesa evidencia que es posible avanzar en estos objetivos si se articulan adecuadamente los recursos del territorio, la colaboración público-privada y una planificación estratégica alienada con las directivas europeas y los nuevos retos del siglo XXI, según se apunta en el artículo.

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