La banca española redujo su cartera en deuda pública nacional un 15,16% el año pasado a medida que en el mercado se iba instalando la convicción de que el Banco Central Europeo (BCE) subiría tipos a finales de 2022 o en el arranque de 2023, como tarde. Su inversión bajó en 25.117 millones de euros, desde 165.244 a 140.127 millones, conforme a las últimas estadísticas del Tesoro y porque le va en la cuenta.
"La deuda pública española se situó durante 2021 en mínimos históricos. Dadas estas bajas rentabilidades los bancos no han comprado deuda pública. Se mantienen a la espera de que los tipos suban para que sea atractiva y complemente los ingresos por intereses", explican a elEconomista fuentes financieras.
Se trata de un sector acostumbrado -y obligado, porque le va en el negocio y en el margen- a anticiparse a los movimientos de tipos de interés y que en las últimas dos décadas ha tenido que hacer varios viajes de ida y vuelta con sus inversiones en el soberano a medida que las crisis torpedeaban la normalidad en materia de política monetaria.
Del 'carry trade' a subir tipos
El ejemplo más claro se vivió con la recesión del año 2011 y en un 2012 donde se solicitó crédito a la Unión Europea para rescatar a las entidades insolventes. En esos dos años, la banca se convirtió en el primer inversor del Tesoro casi por obligación, ya que era difícil colocar las emisiones en el exterior, y por negocio, gracias a que cogían el dinero gratis en el BCE y lo usaba para adquirir títulos soberanos que llegaron a rentar más del 7% en los tramos más cortos -letras-.
En ese bienio su cartera escaló desde los 124.637 millones a 196.444 millones: engordó en 71.807 millones de la mano de la rentable inversión que supuso ese 'carry trade' y tocó casi un techo histórico. Tocaba, para auxiliar al país vía Tesoro y para arreglar su propia cuenta, hundida por la crisis.
En aquel momento, la banca española llegó a acopiar un 30,62% de la deuda emitida por el Tesoro y a partir de ahí inició un ajuste gradual del portfolio, hasta el 12,16% con que finalizó 2021. La razones, sin embargo, difieren de la situación actual.
En aquellos años, se impuso la venta de títulos para realizar plusvalías con las que cubrir las crecientes necesidades de provisiones regulatorias, sanear el ladrillo que se atascaba en los balances por la mala digestión del crash inmobiliario y para financiar agresivos ajustes de plantilla derivados de la multiplicación de fusiones.

En 2021 se impuso, en cambio, un ejercicio de anticipación desde dos ángulos diferentes: si los tipos suben, como se esperaba, la renta fija en cartera valdría menos o, incluso, podrían llegar a perder dinero en algunas posiciones; y merecía la pena guardar hucha para adquirir títulos en emisiones nuevas con rentabilidades superiores. "La cartera se ha reducido porque no se han cubierto las posiciones que se iban amortizando", aseguran en una entidad financiera.
A título ilustrativo, los tipos de interés de las nuevas emisiones en letras a doce meses, por ejemplo, pasaron desde colocarse a un tipo negativo del -0,546% en enero de 2021 al -0,611% en diciembre, para subir al -0,336% en las operaciones de febrero pasado, reduciendo a la mitad la tasa. Los bonos de 5 a 7 años se colocaron el pasado febrero a un tipo efectivo del 0,587% frente al -0,343% de enero de 2021.
En obligaciones a diez años, otro ejemplo, la rentabilidad pasó del 0,114% en ese mismo mes de enero para escalar al 1,060% en febrero pasado. Mientras las nuevas colocaciones rentan más, la deuda en cartera pierde valor al cotizar subidas de tipos. Y, aunque la inesperada invasión de Ucrania ha dado al traste con cualquier proyección, el BCE ha devuelto la expectativa en alzas del precio del dinero tras confirmar que acelerará el desmontaje de las medidas de estímulo pese a la guerra.
El BCE acumula las compras
Bajo este contexto, el adelgazamiento en la inversión provocó que el porcentaje de deuda española en manos de la banca pasase del 15,22 al 12,16% en un año donde el Tesoro aumentó el volumen en circulación en 66.565 millones de euros, hasta superar los 1,15 billones. Su crecimiento es producto del aumento del gasto público por las medidas desplegadas para dar soporte a la economía, empresas y empleo durante la crisis del Covid.
Esa necesidad del Erario de mayor financiación la soportó básicamente el BCE con los programas de compra de deuda. Solo en 2021 su cartera de soberano español aumentó en 84.423 millones de euros, hasta alcanzar los 386.948 millones, y después de que la agrandase en 2020 en otros 89.602 millones. En ese bienio el BCE ha pasado así de ser el dueño del 21,61% de la deuda del Tesoro a alcanzar un 33,58% -era el 27,86% a finales del año 2020-.
El principal inversor continúa siendo, no obstante, el inversor extranjero, que acumula un 42,79% del saldo en circulación en su poder (493.028 millones), pero ha reducido esa participación frente al 44,10% que suponía a finales de 2020 y el 48,79% previo al Covid.
El resto de inversores casi ha mantenido posiciones o la bajaron como la banca: las aseguradoras copaban un 7,64% a finales del pasado año -88.022 millones-, por debajo del 8,26% de un año antes o del 9,32% previo a estallar el Covid. El porcentaje en manos de los fondos de pensiones pasa en ese bienio del 1,29 al 0,98% y del 2,52 al 1,51% en los fondos de inversiones; mientras que la cartera controlada por los particulares cae del 0,14 al 0,09%.
Relacionados
- El BCE baja el crecimiento al 3,7% en 2022 y eleva la inflación al 5,1%, aunque podría dispararse al 7,1% en el peor escenario
- La gran banca ingresa 2.486 millones del BCE por su financiación 'anticrisis'
- La deuda pública registra un nuevo récord con 1,43 billones, el 122,1% del PIB
- La AIReF proyecta que la deuda pública será del 190% del PIB a mitad de siglo si no se ataja