
Parece imposible que la atención hacia la campaña de vacunación ceda en interés. La última controversia surgida esta semana tiene que ver con el problema de la extracción de las seis dosis de la vacuna de Pfizer de cada uno de sus viales. Sin las jeringuillas adecuadas, en muchas comunidades autónomas sólo es posible aprovechar cinco dosis del medicamento. Lo curioso es que, las agujas idóneas para esta tarea esencial se fabrican en Fraga, un municipio de Huesca de 15.000 habitantes.
Para aprovechar por completo el antídoto de Pfizer contra el covid-19, se necesita succionarlo de los viales con una aguja de bajo "volumen muerto", que no retiene aire ni deja líquido sobrante. Así, en territorios como Andalucía, Madrid o Cataluña, donde no se están utilizando jeringuillas convencionales, se están desechando casi un 17% de las vacunas repartidas.
Curiosamente, y al contrario de lo que ocurrió en el estallido de la pandemia con el gel hidroalcohólico, las mascarillas o los respiradores, todos ellos productos que no se fabricaban en nuestro país, las agujas recomendadas por la propia compañía farmacéutica que ha elaborado la vacuna llevan produciéndose en Fraga desde el año 1986. Allí, una planta de la multinacional norteamericana Becton Dickinson, que da empleo a 600 personas, ya ha fabricado 500 millones de unidades de estas agujas de bajo "volumen muerto" para la campaña internacional de vacunación. En España sólo se han adquirido 25 millones de esta partida.
EEUU, Canadá y Reino Unido han sido sus principales clientes, según El Heraldo de Aragón. Este periódico acentúa la contradicción en su propio territorio: ni siquiera Aragón vacuna con estas jeringuillas, sino con unas fabricadas en Italia de la empresa Nacatur. El Gobierno regional alega motivos "puramente técnicos".
La planta de Fraga, junto con otra situada en San Agustín de Guadalix (Madrid), lideran la producción de instrumental de tecnología médica de Becton Dickinson a nivel mundial. La alta demanda de estas jeringuillas surgida por la campaña de vacunación iniciada en la mayoría de países del mundo ha forzado a una inversión de 1,5 millones de euros en la fábrica de Fraga para poder ganar en capacidad y atender los encargos.
Sus agujas ya han sido utilizadas en otras campañas mundiales de vacunación, como la surgida a raíz de la crisis del virus H1N1 (la gripe aviar) o la gripe porcina en Europa. También recurren a ellas habitualmente entidades como Unicef o la Fundación Bill y Melinda Gates en sus proyectos sanitarios en países subdesarrollados.
La multinacional Becton Dickinson, fundada en 1897, se instaló en España a finales de los años 70, y en 1986 adquirió Fabersanitas Industrial, una fábrica de jeringuillas ubicada en el citado municipio de Huesca, a 25 kilómetros de Lérida.
Contar con el instrumental idóneo para el desarrollo del plan de vacunación contra el covid-19 en España se convierte ahora en un asunto esencial, especialmente, después de que la Agencia Europea del Medicamento autorizase a Pfizer a cambiar el prospecto de su antídoto y quedase registrado oficialmente que cada vial contiene seis dosis, y no las cinco que comunicó en un inicio. Si antes se trataba de un debate entre el desperdicio y una mayor eficiencia en la vacunación, ahora se traduce en un problema de administrar un menor número de vacunas: Pfizer tiene un contrato por dosis, no por viales, por lo que, en adelante, sus envíos incluirán un menor número de viales. Serán las comunidades autónomas -y su compra de material sanitario- las responsables de que de ellos se extraigan las dosis compradas, y no un 17% menos.