Empresas y finanzas

¿Por qué la banca no logra salir del túnel?

  • Las entidades no tienen planes creíbles de futuro, ingresan poco y gastan mucho
Foto: Archivo

La banca española no logra salir del túnel en el que lleva metido desde que estalló la crisis, en 2008. Hace dos años el sector empezó a ver algo de luz, tal y como apuntó de manera categórica el presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, pero poco a poco la oscuridad ha ido regresando. Hasta el punto de que las entidades de menor tamaño, sin diversificación geográfica y con un proyecto de futuro difuso pueden tener serias dificultades para dejarlo atrás y sobrevivir en solitario.

Las entidades achacan la falta de visión a unos tipos de interés en Europa que llevan instalados en negativo casi tres años y que seguirán así al menos otros dos. Todo dependerá de la evolución de la economía en Europa y de la política que adopte la nueva presidenta del BCE, Christine Lagarde. Por ejemplo, Bankia -una de las entidades más castigadas por esta situación histórica- ha cuantificado esta misma semana que la vuelta del euribor a niveles positivos supondría 500 millones más de ingresos.

Pero las autoridades reguladoras, sin negar que los tipos negativos estén siendo un lastre para la banca, sostienen que la verdadera razón de que las entidades -también las del Viejo Continente- se mantengan en más absoluta penumbra es que son capaces de adoptar las medidas necesarias, a través de unos planes claros y concretos como sí lo tiene el sistema financiero de Estados Unidos.

Por este motivo, los inversores están castigando duramente las cotizaciones de los grupos europeos y se están refugiando en los norteamericanos. Cierto es, sin embargo, que al otro lado del Atlántico los tipos nunca han llegado a estar bajo cero, un hecho que permite a las entidades ofrecer rentabilidades superiores.

Entre las decisiones que deberían tomar los supervisores señalan fundamentalmente tres: un recorte agresivo de los costes operativos; un cambio en la política de dividendos para reforzar sus niveles de capital; y una nueva oleada de fusiones, algo que ayudaría precisamente para que los costes se rebajaran a través de ajustes de personal y oficinas.

Cuotas de poder

Los banqueros no están dispuestos por el momento a dar estos pasos y prefieren aguantar en las tinieblas con la esperanza de que más pronto de los previsto empiecen a entrar algunos rayos de sol que les permita, entre otras cosas, permanecer en sus sillones. La fallida fusión de Unicaja y Liberbank en mayo es la prueba de que nadie quiere perder su cuota de poder. Además, hay que tener en cuenta que las entidades que tienen más deberes por hacer continúan bajo ciertos parámetros del pasado, al no haber completado la transición de viejas cajas de ahorros a bancos modernos (coticen o no coticen).

Por las declaraciones realizadas recientemente y por el hechos acontecidos desde 2016 ningún banco va a dar su brazo a torcer e iniciar una operación corporativa, salvo que esté en peligro de quedarse en el camino, a pesar de la presión que ejerce el BCE y el mercado - para que de una vez por todas se ponga en marcha, la tercera oleada de concentración del sector.

El temor reinante ahora es si no todas las entidades van a ser capaces de resistir a la crisis que se avecina. Los responsables de distintas entidades, entre ellas el consejero delegado de Caixabank o su homóloga en Bankinter, se han mostrado optimistas sobre la evolución de la economía y han negado que aún la ralentización de la economía se esté notando en la actividad. Pero lo cierto es que la demanda y la concesión de préstamos se ha frenado en seco. Los créditos al consumo y las hipotecas apenas presentan un crecimiento interanual. De mantenerse esta tendencia, la banca tendrá muy difícil aumentar su rentabilidad, clave para la supervivencia a medio y largo plazo.

De los principales grupos financieros, sólo tres logran sobrepasar los umbrales de rendimiento sobre capital que requieren los inversores: Bankinter, Abanca y, a duras penas, BBVA.

El panorama se antoja tan complicado como en los últimos meses o, incluso peor. Dependerá de los efectos de la desaceleración económica. Por ahora los bancos han adoptado algunas decisiones para compensar parte del agujero que suponen los tipos negativos. Han comenzado a exigir a todo tipo de empresas el pago de una cantidad determinada (un 0,15% de media) por guardar su dinero en cuentas y depósitos. Algunos han extendido esta política comercial a los clientes de banca privada. Pero ninguno aún se ha atrevido a llevar esta medida al mundo de los particulares. Los mensajes de los últimos días dan a entender que están abonando el terreno para si finalmente tienen que lanzarse a la piscina a riesgo de una salida masiva de recursos por parte de los ahorradores minoristas. Este paso es delicado porque las familias están acostumbradas a recibir una remuneración por llevar su dinero al banco.

Las entidades tampoco son capaces de aumentar significativamente los ingresos por la vía de las comisiones. Cobrar por todo tiene el mismo peligro que cobrar por los depósitos. Y más si una parte ya relevante de los servicios que ofrece el sector se hace a través de los canales digitales, un nuevo mundo en el que la gratuidad es lo habitual.

Por tanto, mientras no den estos saltos para generar ingresos, sólo cuenta con la palanca de los costes si quiere mejorar y cumplir con los requerimientos de los inversores, tal y como le aconsejan los supervisores, para divisar el tan ansiado final del túnel.

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