La banca ha cerrado en el primer semestre de este año otras 603 oficinas, lo que supone un 2,3% de la red comercial de finales de 2018. Este ajuste se produce después de una oleada de clausuras que se inició en la crisis y antes de que el Santander y CaixaBank pusieran el gran recorte que está por llegar.
El sector financiero, con esta nueva reducción de su capacidad instalada, situará el volumen de sucursales en niveles de hace 40 años, cuando estos puntos de venta ascendían a unos 25.000.
Según los datos del Banco de España, en junio de 2019 el número de oficinas se situaba en 25.408, es decir, un 45% menos que en 2008, cuando tocó máximos históricos con más de 46.100.
La red continuará descendiendo y lo hará de manera relevante en los próximos meses cuando tanto Santander como CaixaBank ejecuten sus planes para mejorar la eficiencia y la rentabilidad. El primero ha comenzado este mes de septiembre su proyecto de disminuir las sucursales en algo más de 1.100, una cuarta parte del total, una vez culminada la integración tecnológica del Popular. El grupo cántabro espera terminar este ajuste a finales de este mismo año para acelerar la obtención de ahorros de costes.
Más pausado será el recorte de CaixaBank, que se puso en marcha a principios de este año. El banco de origen catalán tiene previsto clausurar el 40% de sus oficinas en zonas urbanas, aunque abrirá unas 400 dedicadas al asesoramiento y con horario extendido a las tardes. Con ambos movimientos, la red de CaixaBank menguará en un 22,5% tras verse afectadas unas 800 sucursales. Este proceso doble lo acelerará entre un año y año y medio con respecto a la aspiración inicial. Según detalló el martes en una reunión con inversores, el ajuste concluirá a finales de 2020, doce meses antes del objetivo anunciado en su plan estratégico el otoño pasado.
Las entidades son conscientes de que una de las pocas palancas con las que cuentan para mejorar su cuenta de resultados es el ahorro de costes a medio y largo plazo, a través de una menor capacidad instalada y una mayor canalización de sus productos y servicios vía móvil o Internet.
Por eso, todas ellas están inmersas en cierres de más o menos intensidad. Aunque también son conscientes de que requieren de una red física para atender a una parte de su clientela y ofrecer servicios de valor añadido con los que aumentar los márgenes con la venta de productos más sofisticados y que conllevan ingresos por comisiones ante el entorno de tipos de interés negativos. Una coyuntura que se mantendrá, previsiblemente, hasta 2022 o 2023, según augura el consenso del mercado tras la última reunión del BCE.
De hecho, CaixaBank explicó que el acelerón en la transformación de la red se debe a la necesidad de compensar la caída de los márgenes de intereses, que se ven lastrados por los efectos de la política monetaria.
En el primer semestre de este año, los grupos financieros que más cierres de sucursales llevaron a cabo fueron CaixaBank, con casi 200, y BBVA, con algo más de un centenar.
Empeoramiento de la eficiencia
A pesar de los ajustes el ratio de eficiencia operativa de la banca empeora y se sitúa en niveles más altos de los recomendados por los reguladores, aunque esta tasa está influenciada en parte por el coste a corto plazo de los recortes de estructura (red y empleados), que impacta de lleno en la cuenta de resultados.
A cierre del primer semestre, la eficiencia -dinero que se gasta para lograr ingresos- se situaba en el 56% de media en el sector por su negocio en España. Esta cifra era del 54% hace doce meses.