
El clima de tensión dominante tras los atentados de París se intensificó ayer, después de que el Ejército turco abatiera a un avión de combate ruso; a ello se sumó la noticia de un nuevo acto terrorista en Túnez. Pese a estas convulsiones, una vez más las bolsas no se dejaron llevar por el pánico y, aunque se produjeron pérdidas, fueron moderadas.
El mejor ejemplo lo ofrece el Ibex, ya que cerró con una mengua del 0,68% hasta los 10.207 puntos, sin amenazar el soporte clave de las 10.000 unidades. Es cierto que los valores directamente relacionados con el turismo están sufriendo (el holding aeronáutico IAG llegó a caer ayer cerca de un 5%), pero la resistencia general de los mercados se cimenta en bases sólidas.
Por un lado, pese a la indudable crueldad de los últimos ataques, no se puede concluir que Europa esté sometida a una ofensiva general incontrolable. Así, en el caso español, puede descartarse de momento el riesgo inminente de atentado, como explica en elEconomista el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Y aún existe otro factor que los mercados no pueden perder de vista y que apuntala todavía más su fortaleza: la certeza de que los atentados de París sólo han reafirmado aún más al BCE en su propósito, anticipado ya en octubre, de anunciar el jueves que viene nuevos estímulos.
Su presidente, Mario Draghi, ha dado muestras sobradas de proactividad, por lo que es factible que recurra a medidas tan contundentes como redoblar su programa de adquisición masiva de activos o incluso situar en negativo los tipos de interés. Es Draghi, por tanto, quien está en condiciones de seguir sosteniendo a los mercados y, por ende, a la economía europea, por mucho que los terroristas se empeñen en paralizarla.