Economía

El Parlamento derrota de nuevo a May y maniobra para una salida blanda

  • La 'premier' sigue con su plan y aumenta el riesgo de un no acuerdo

La tercera derrota del acuerdo del Brexit en el Parlamento británico abre la vía a la permanencia de Reino Unido en una unión aduanera, si los diputados aprovechan la oportunidad a su alcance este lunes para evidenciar la hasta ahora esquiva existencia de una fórmula con potencial de recabar una mayoría.

El símbolo más significativo del día fijado en 2017 como el último de un matrimonio de conveniencia de 46 años fue, irónicamente, la perpetuación del bloqueo, tras el nuevo rechazo a la propuesta negociada por Theresa May, quien tras 17 descalabros en Westminster, todos relacionados con el divorcio, seguiría luchando por su plan.

Perder por los 58 votos de ayer supone un progreso cualitativo en relación a los 230 de la primera vez que sometió su acuerdo a consulta y una mejora sustancial comparada con los 149 del 12 de marzo, pero la determinación de la primera ministra por defender un paquete que su propio partido se ha encargado de tumbar aumenta peligrosamente el riesgo de una ruptura caótica el 12 de abril, oficialmente, el nuevo Día del Brexit. Aunque ha garantizado que un desenlace no pactado tendría que contar con el beneplácito del Parlamento, una institución en la que esta apuesta nunca recabaría mayoría, la amenaza de que ocurra por accidente es real, como ayer evidenció la de-preciación de la libra cuando se conoció el veredicto.

La claudicación de pesos pesados del frente eurófobo no fue suficiente, como tampoco la artimaña de limitar la votación exclusivamente al acuerdo de retirada, es decir, al documento vinculante de los dos firmados con Bruselas. La esperanza de atraer al Laborismo, que se opone a la declaración política, es decir, a las bases para la futura relación, demuestra hasta qué punto el Número 10 ha minusvalorado el estado terminal del plan de May, incapaz de remontar pese a la promesa de la premier de abandonar Downing Street si se aprobaba su acuerdo e, incluso, a las evidencias de que la eurofilia que domina la Cámara de los Comunes está a punto de tomar el control e imponer una salida blanda.

Con la cuenta atrás hasta el 12 de abril al rojo vivo, el Parlamento escenificará este lunes la segunda fase de su propia insurgencia institucional, activada para intentar romper la parálisis e impedir el divorcio no pactado que continúa como desenlace por defecto: si el miércoles había votado ocho opciones diferentes, ninguna de las cuales logró mayoría, la estrategia ahora pasa por seleccionar las que más apoyo recabaron y someterlas de nuevo a consulta, con la aspiración de que una de ellas supere el corte y, por primera vez, Westminster deje claro qué opción consideraría aceptable.

Es ahí, precisamente, donde May ve un espacio de oportunidad para su apuesta. Consciente de que los diputados no temen ya desafiar las convenciones constitucionales del funcionamiento democrático y están dispuestos a romper la tradición de que la iniciativa legislativa compete al Gobierno, la premier podría plantear una dicotomía entre su plan y la fórmula que resulte seleccionada este lunes, ya sea como una opción binaria, o como una combinación entre ambas.

El problema es que, a la vista de los resultados del miércoles, el planteamiento de Westminster podría demandar un segundo referéndum y tender hacia una continuidad en la unión aduanera, una elección que privaría a Reino Unido de establecer acuerdos comerciales, lo que cuestiona el sentido mismo de un divorcio fundamentado en la ambición de repatriar el control al norte del Canal de la Mancha.

Para May, esta cesión supondría cruzar una de sus líneas rojas de referencia, pero dada su absoluta pérdida de autoridad, la fractura integral del Gobierno y la división de los conservadores, carecería de palanca para contrarrestar el peso de una propuesta capaz de ganarse al Parlamento. Claudicar, sin embargo, le resultaría extremadamente perjudicial en su partido, donde la brecha impuesta por el Brexit amenaza con una escisión en la derecha británica, que May podría intentar esquivar mediante una convocatoria electoral.

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