El impacto de los fijos discontinuos en las cifras de desempleo es una de las polémicas recurrentes desde la reforma laboral, debido a las propias características de estos empleos: hablamos de trabajadores indefinidos, pero que dejan de trabajar, cotizar y percibir ingresos cuando la empresa deja de necesitarlos, aunque la relación contractual se mantiene vigente con el compromiso de volver a ser llamados. Hasta entonces, aunque se apuntan al paro, no cuentan como desempleados, sino como "demandantes con relación laboral". ¿Pero cuánto crecería el paro si se contaran? En el pasado mes de junio el incremento supondría un 31,4%, 4,1 veces más que en el mismo periodo de 2019. Unos datos que cuestionan la fiabilidad de las actuales estadísticas de empleo para reflejar la precariedad del mercado laboral.
El cambio legal impulsó el uso de esta figura a niveles sin precedentes, facilitando, entre otras cosas, su uso por parte de las ETTs. La idea era convertir este contrato, pensado para empleos eventuales pero recurrente, en una vía de transición de los contratos temporales al indefinido ordinario, si bien el resultado apunta más a que suponen una forma de precariedad. Basta con fijarse en la enorme tasa de volatilidad que sufren, que supera incluso la de los temporales. Pero, a diferencia de estos, mientras trabajan no se consideran desempleados, a efectos del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE).
Pese a los cambios, el Ministerio de Trabajo no ha mejorado sus estadísticas públicas para evaluar cómo se está comportando esta figura, lo que afecta no solo a las condiciones cuando trabajan, sino también a la situación en los periodos en los que no lo hacen. Y es que, aunque los fijos discontinuos inactivos nunca han contado para el paro registrado tal y como lo estima el SEPE, el incremento de los demandantes con relación laboral ha llevado a exigir mayor transparencia al departamento que dirige Yolanda Díaz.
En este escenario han surgido propuestas para evaluar el impacto potencial de estas personas en las cifras de paro. La más conocida es la fórmula del denominado "paro efectivo", acuñada por Fedea hace más de dos años.
El cálculo parece relativamente sencillo: el pasado mes había 747.046 demandantes de empleo con relación laboral, un 224% más que los 230.528 anotados hace seis años. Si los sumáramos al paro registrado, este subiría de 2,4 millones a 3,15 millones de personas, un 31% más. En 2019, este incremento apenas llegaba al 7,6%, cuando el paro registrado era de 3 millones de personas y el "efectivo" superaba los 3,25 millones.
Además, si comparamos la evolución en 2019 con los cuatro ejercicios con la reforma en vigor (2022, 2023, 2024 y 2025 hasta junio), apreciamos cómo, tras el fuerte incremento del primer año, han seguido creciendo con fuerza.
En 2022, la tendencia empezó similar a 2019. Si bien los primeros meses aún anotaban un 16% (efecto de la pandemia, como explicaremos a continuación), para junio casi se equiparaba a los datos de tres años antes. Sin embargo, de repente empieza a incrementarse. ¿La razón? Los fijos discontinuos que acababan de firmar el contrato se encontraron con unas inesperadas "vacaciones".
La tendencia se repite en los años sucesivos: los demandantes con relación laboral empiezan a crecer a partir de julio y agosto, retroceden levemente en septiembre y vuelven a subir entre octubre y enero del siguiente año, cuando registran su máximo. Un comportamiento que muestra que la volatilidad estacional de estos empleos no solo no se ha reducido, sino que se intensifica.
¿Cuántos fijos discontinuos hay en paro?
Pero este modelo presenta numerosas aristas. Si bien se considera que la mayoría de los demandantes con relación laboral serían fijos discontinuos, el Ministerio de Trabajo y las comunidades autónomas se niegan a precisar la cifra exacta. Ello a pesar de que ambos la manejan y la cartera que dirige Yolanda Díaz la publica en su Anuario de Estadísticas, como media anual, como hemos contado en elEconomista.es: en 2024 fueron una media de 700.000 al mes. Pero ni aun así queda claro cuántos están inactivos, es decir, serían parados "ocultos".
Y es que el número de demandantes con relación laboral no coincide con otras métricas de fijos discontinuos que no trabajan, como los microdatos de la EPA, que los cifran en menos de 200.000. Por su parte, el SEPE calcula que las personas que cobran el paro por ser fijos discontinuos inactivos alcanzaron una media de 110.000 en lo que va de 2025, muy por encima de los 40.000 de 2019, pero también muy por debajo de la cifra de demandantes con relación laboral.
Estas discrepancias se explicarían por la enorme volatilidad: en un mismo mes se acumulan cientos de miles de bajas por inactividad y reincorporaciones. Por no hablar de los que rechazan el llamamiento y cuentan como dimisiones.
La rotación hace que muchos inscritos como demandantes mantengan en alta la demanda al ser llamados, aunque la prestación por desempleo que percibían se suspenda. Muchos no han cotizado lo suficiente para percibir nada y, simplemente, se inscriben para recibir otros servicios de las oficinas de empleo. Pero también influye que la demanda se renueva cada tres meses: en ese tiempo un fijo discontinuo puede haber encadenado múltiples llamamientos (sobre todo si trabaja para una ETT).
Así, la combinación de periodos de cotización muy cortos y la volatilidad de los periodos de actividad explicaría este escaso volumen de prestaciones y de impacto en la EPA (cuyos datos se recopilan a lo largo de tres meses). Una distorsión similar ocurre con los temporales, aunque en su aso si cuentan como parados al dejar de trabajar.
El efecto ERTE
Además, está el efecto ERTE: unos afectados por regulación temporal de empleo que implican una reducción de jornada se consideran "demandantes ocupados", mientras que aquellos en suspensión serían demandantes con relación laboral, como los fijos discontinuos. En 2019, tenían un peso muy reducido, de apenas 1.600.
Pero la pandemia disparó estos procesos y alteró profundamente las estadísticas: los datos de referencia dependían de Seguridad Social, es decir, se medían en afiliados, mientras que las estadísticas que publica el SEPE no explican la diferencia entre demandantes "ocupados" y con "relación laboral".
Aun así, desde que terminó la crisis sanitaria, los ERTEs de suspensión tienen un peso algo más alto y volátil. En junio se situaban en 7.600, pero apenas suponen un 1,1% del total de demandantes con relación laboral. Sin embargo, si acudimos a las cifras de personas que cobran una prestación por desempleo por estar en ERTE, apenas llegan a las 2.000 de media.
En cualquier caso, esto hace que la cifra de demandantes con relación laboral de 2020, 2021 y los primeros meses de 2022 no sea comparable con la de los meses siguientes, cuando su incremento (y el del paro efectivo) se asocia claramente al auge de los fijos discontinuos tras la reforma laboral.
Así las cosas, el paro efectivo de junio de 2025 es levemente inferior al de 2019, en 50.000 personas, a pesar de que el paro ha bajado en más de 609.000 personas desde entonces, pero el efectivo solo en 93.000. La clave es que los demandantes con relación laboral se han disparado en 517.000 personas.
Cuenten como parados o no, estos datos muestran un problema con los fijos discontinuos inactivos, no tanto en si maquillan o no las estadísticas de paro, como por el hecho de que son empleos indefinidos que se han convertido en una fuente de precariedad en el mercado laboral.
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