
¿Cómo puede el país con la mayor tasa de paro de la Unión Europea anotar más de 269.000 dimisiones en mayo, el 76% de ellas de trabajadores asalariados con un contrato indefinido? El total acumulado en los cinco primeros meses del año llega a 1,16 millones de bajas voluntarias de afiliación, un 5,7% más que un año antes y un 46% más que en el mismo periodo de 2019. Una evolución que parece llevar la contraria a la registrada en el resto del mundo, donde la 'Gran Renuncia' de 2022 y 2023 parece un recuerdo lejano, y sitúa a nuestro mercado laboral en un escenario completamente inédito en su historia, en el que los asalariados tienen más poder para renunciar que nunca. Pero ¿y si resulta que esta revolución no es tal? La clave podría estar en los contratos fijos discontinuos.
Las bajas voluntarias son la segunda causa de extinción de una relación laboral en España, tras la caducidad de un contrato eventual. Solo en mayo se registraron 895.480 casos, y 3,79 millones en el acumulado de los cinco primeros meses del año. Entre ambas se sitúan las bajas por pase a la inactividad de los fijos discontinuos, que no suponen una finalización del contrato, sino una 'suspensión', aunque con una elevada volatilidad en sus empleos: 480.238 solo en mayo y 1,75 millones en lo que va de 2025, a pesar de que representan solo el 5,3% de los afiliados.
Es importante precisar que estos datos de la Tesorería General de la Seguridad Social solo clasifican los contratos como indefinidos (incluyendo a los fijos discontinuos), eventuales y 'otros' (una categoría cajón de sastre que incluye cargos públicos, funcionarios, entre otros). Es decir, no sabemos cuántos fijos discontinuos dimiten, y esto es relevante, como veremos, para entender cómo han cambiado las dimisiones en España y si estamos ante una "Gran Renuncia" como la vivida en Estados Unidos y otros países.
A priori, las dimisiones se explicarían por una mayor demanda de trabajadores, lo que permite a estos elegir mejores opciones o incluso dejar de trabajar temporalmente, ante la idea de que no les costará encontrar otro empleo.
Pero en España hay un matiz relevante que afecta a esta idea: la temporalidad. Los contratos eventuales no solo provocan más bajas de afiliación (pese a representar apenas el 12,4% de los asalariados), sino que también eran los que más dimitían, al menos hasta 2021. Ese año, la reforma laboral cambió las reglas y los contratos indefinidos pasaron a protagonizar la mayoría de las renuncias.
El cambio de escenario es sorprendente, ya que la anterior sobrerrepresentación de los asalariados eventuales en las renuncias —muy por encima de su peso en el empleo (que en mayo de 2019 rondaba el 30%)— apuntaba a que las dimisiones estaban ligadas a la precariedad: los trabajadores con menos antigüedad y contratos muy cortos tenían un escaso desincentivo para abandonar su empleo actual.
¿Quién entiende las dimisiones?
¿Cómo se explica que, tras la reforma, las dimisiones de los indefinidos se hayan disparado? La hipótesis del Gobierno es que se se debe a que se firmaban más contratos indefinidos en un momento en el que además estaba creando empleo con intensidad. Es decir, los trabajadores tenían más oportunidades de cambiar a un empleo de igual o mayor calidad, lo que generó una mayor movilidad voluntaria, lo que explicaría el sobrecalentamiento (léase falta de mano de obra) en algunos sectores.
El problema es que esta tendencia debería haberse invertido ya en 2025, a medida que trabajadores y empresas se adaptaban a la nueva norma y a empleos más estables. Esto es lo que ha ocurrido con los contratos, cuyo número desciende, ya que al haber más indefinidos, las empresas necesitan firmar menos. Pero las dimisiones, aunque han desacelerado su crecimiento desde los primeros momentos, siguen en niveles históricos.
Una explicación es que hay más asalariados que nunca, sobre todo indefinidos. Esto es cierto, pero no aclara del todo el misterio de las dimisiones. De hecho, si descontamos las cifras absolutas y nos fijamos en la ratio de dimisiones sobre el total de afiliados por tipo de contrato, se aprecia un comportamiento aún más llamativo.
En mayo de 2019, las dimisiones equivalían al 1,2% de los afiliados al Régimen General, frente al 1,6% de mayo de este año. En 2013 y 2014, cuando España empezaba a superar la Gran Recesión, apenas llegaban al 0,5%, lo que refuerza la tesis de que la mejora económica eleva las dimisiones. Pero no olvidemos la volatilidad del empleo: en el caso de España, los indefinidos subieron su tasa de dimisiones del 0,3% al 0,7%, mientras que los temporales la dispararon del 1,2% al 2,6%.
Tras la reforma laboral, la tasa de dimisiones de los indefinidos ha crecido sustancialmente, alcanzando el 1,5%, mientras que la de los temporales ha subido al 2,8%. Es decir, hay menos asalariados temporales, pero siguen dimitiendo con la misma intensidad, o incluso algo más, que antes, además manteniendo una elevada volatilidad estacional.
El factor fijo discontinuo
¿Pero qué ocurre con los indefinidos? Diversos estudios han mostrado que la mayoría de quienes dimiten no son los trabajadores con elevada antigüedad, sino que las dimisiones se concentran en quienes llevan menos tiempo trabajando. Sin embargo, al reducirse el número de nuevos contratos, las dimisiones deberían disminuir. Pero hay otra posibilidad: que se trate de fijos discontinuos que no se reincorporan al llamamiento.
Cuando un fijo discontinuo pasa a la inactividad, es dado de baja en la Seguridad Social, para volver a ser dado de alta cuando su empresa lo llama. ¿Pero qué ocurre si rechaza el llamamiento sin motivos justificados? En ese caso, la empresa debe notificar a la Seguridad Social la extinción de la relación laboral en una fecha posterior a la baja por inactividad. Precisamente, la Tesorería actualizó el pasado 15 de abril el procedimiento para realizar este trámite.
Este procedimiento, además, facilita la baja de la prestación por desempleo en caso de que el fijo discontinuo inactivo la estuviera percibiendo, un mecanismo reforzado por la última reforma de los subsidios, aprobada hace un año.
Como decíamos, las estadísticas de la Seguridad Social no desglosan las dimisiones por tipo de contrato ni por jornada, por lo que no es posible verificar cuántos casos de llamamientos no respondidos se convierten en bajas voluntarias.
Esto cambiaría radicalmente el análisis de la Gran Dimisión en España, ya que no se debería a una 'fuga de trabajadores' ni a una mayor volatilidad entre los indefinidos ordinarios,pero tampoco a los asalariaos han ganado poder. Empresas y trabajadores se habrían adaptado a la reforma, pero la rotación de los fijos discontinuos sería ahora el motor principal, exactamente igual que ocurría antes con los contratos temporales. Es decir, no se habría producido un cambio radical en las reglas del juego, y el panorama seguiría siendo demasiado parecido al anterior.
En cualquier caso, esto explicaría la paradoja de unas cifras de dimisiones que no retroceden, pese a que hay más empleo estable y se firman menos contratos. Esto sitúa a España como una rareza en el entorno económico internacional, al mantener uno de los síntomas más claros de sobrecalentamiento que en el resto se ha diluido. Pero en realidad reflejaría una precariedad persistente en el mercado laboral.