
Los analistas llevan lustros advirtiendo de que el mercado laboral español se asoma a un agujero demográfico que amenaza con lastrar tanto la creación de puestos de trabajo como la actividad empresarial. Ahora los datos muestran que esta amenaza ya es una realidad: el indicador más utilizado para estimar el suministro disponible de mano de obra de una economía, el porcentaje de población activa entre 25 y 54 años se ha reducido a mínimos históricos por debajo del 73%, tras perder siete puntos en la última década.
La población activa es la suma de paro y ocupación. Por lo tanto, recoge el total de personas que trabajan o quieren trabajar en una economía. Esto la convierte en termómetro clave para descifrar muchas tendencias del empleo en un país. Solo gracias a ella se pueden entender paradojas como que España tenga más personas trabajando que nunca pero el desempleo esté cinco puntos por encima de sus mínimos históricos, o que, en un país con casi tres millones de parados, las empresas denuncien problemas para cubrir vacantes.
Aunque el análisis de las cifras de empleo y desempleo se suelen centrar en los colectivos con mayores dificultades para encontrar un trabajo, los jóvenes de menos de 25 años o los mayores de 55 años, el análisis de la población activa, entendida como mano de obra disponible se centra en los 'prime age', las personas entre 25 y 54 años. ¿Por qué esta división?
Porque esta es la franja de edad que engloba a las personas que ya han iniciado su carrera profesional porque han terminado sus estudios (o han logrado empleos de mejor calidad) y aún no se plantean concluirla (sea de manera voluntaria o involuntaria) al estar más cerca de la edad de jubilación. Por este motivo, en la terminología de recursos humanos se les denomina 'prime age workers', lo que se traducir como 'trabajadores' (incluyendo, eso sí, a los candidatos) en edad "productiva". Aunque este término se ha vuelto problemático ante el aumento de la esperanza de vida y la evolución tecnológica de los puestos de trabajo: en 2023 no se puede afirmar con la misma rotundidad que hace una década que dos personas de 23 o de 56 años son menos productivas que una de 35.
Lo que sí sigue siendo válido es que aglutinan el mayor número de personas que trabajan, pero también que no lo hacen y están dispuestos a ello (es decir, parados). Expresado de otra forma, son activos porque no se han desanimado por factores muy conocidos en España como la precariedad juvenil o las expectativas de prejubilación que amenazan a muchos desempleados 'senior'. Por la misma regla de tres, los que tienen trabajo también están más dispuestos a arriesgarse a cambiarlo.
Por todo ello, suponen el 'caladero' de referencia para la mano de obra. Y 'prime' se puede considerar un sinónimo de 'disponibles'.
Una caída de 1,6 millones de activos
La población activa total española alcanzaba los 23,6 millones de personas en el primer trimestre de 2023, el máximo de la serie histórica del INE. Habría que remontarse a 2012 para encontrar el segundo dato más alto de la serie histórica, 23,49 millones. La variación es de apenas un 0,37%. Sin embargo, los datos no pueden ser más diferentes, ya que entonces, en el epicentro de la crisis financiera, el peso de los activos sin empleo era muchísimo mayor que hoy, cuando el récord responde a gente con trabajo. Esto demuestra que en la evolución de la población activa no solo influye la demografía, sino la coyuntura y las expectativas económicas.
Lo extraño es que los 'prime age workers' han caído en los últimos años. En el primer trimestre eran 17,2 millones, frente a los 18,7 de su máximo histórico, también en 2012. La diferencia es de 1,6 millones, un 8% menos. Sigue siendo una cifra superior a los 14 millones de principios de siglo, aunque hay que tener en cuenta que la población española ha aumentado en siete millones, un 17%, en los últimos 20 años.
Más preocupante es el hecho de que el porcentaje de activos en esta franja de edad ha caído por debajo del 73% en los últimos años, cuando en 2012 alcanzó el 79,9%. Marcó un mínimo del 72,6% en el tercer trimestre de 2022 y, tras remontar levemente a cierre de año, ha vuelto a situarse en el 72,9% en el arranque del año. Niveles mínimos de una serie histórica, que se remonta a 2002.
Siete puntos porcentuales pueden parecer una diferencia reducida, pero hay que tener en cuenta que el trasvase no ha ido hacia los activos de menos de 25, que en la última década han retrocedido del 7,6% al 6,7%, sino a los mayores de 55, que han pasado del 12,3% al 20,3%.
Supone además 2,5% puntos menos que en el segundo trimestre de 2020, cuando la población activa en edad 'prime' se desplomó puntualmente a los 16,9 millones por efecto de la pandemia y los confinamientos. Entones se situó en el 75,48%, aunque el descenso venía registrándose en los trimestres. De hecho, hasta el tercer trimestre de 2019 nunca había bajado del 76%.
Las claves de este comportamiento radican en la caída de los trabajadores de entre 25 y 34 años (un 24% desde 2019 y de los de entre 35 y 45 años (de un 15%). Los activos de entre 45 y 55 años han aumentado un 19% y se han convertido en la franja más numerosa, cuando antes eran los terceros. Esto implica que, de seguir esta tendencia, el problema se agravará con mayor intensidad en los próximos años.
Una amenaza muy presente
Cada vez más estudios prevén que el envejecimiento de la población activa haga estragos en la zona euro y en las grandes economías del mundo. Pero el caso de España es preocupante porque parece haberse iniciado antes, y la caída no se ha moderado con el 'rebote' de la actividad tras la pandemia, que devolvió a la actividad a muchos trabajadores, especialmente a partir de 45 años. En nuestro país este fenómeno también se ha producido, pero no ha sido suficiente para contrarrestar, siquiera puntualmente, la tendencia.
Esto puede explicar también el sorprendente problema de falta de mano de obra en España. Aunque la tasa de vacantes en España es la más reducida en comparación con el resto de la UE, mientras la de paro es la más elevada, un 35% de las empresas detectan que los problemas para contratar lastrarán su actividad, según el Banco de España.
La receta clásica para afrontar este desafío son la inmigración y el empleo juvenil, pero tampoco parece que sea suficiente. La caída de la natalidad y la pérdida de intensidad de los flujos migratorios tiene cada vez más peso, hasta el punto de que las previsiones del Banco Mundial hasta 2036 apuntan a que España será una de las economías que más verán recortada su población en edad 'prime'.
En este escenario, los analistas recomiendan impulsar las políticas para mejorar la integración de los jóvenes en el mercado laboral, pero también para mejorar la recualificación de las personas de mayor edad y atraerlos a la actividad. Aunque la principal preocupación están los primeros, el foco ha ido girando también hacia los 'seniors', más numerosos y que suponen un mayor coste en términos de prestaciones y pensiones (ya que tienden a jubilarse anticipadamente).
La cuestión, ante la comparativa con el resto de los países europeos, que empiezan a sufrir el mismo problema, es si este tipo de medidas llegarán a tiempo para remediar una evolución que adquiere las características de una caída libre. De hecho, los datos del Banco Mundial apuntan a que nuestro país también acumulará la mayor caída del conjunto de la población activa en la próxima década, incluyendo a jóvenes y seniors, no solo los 'prime'.
En este sentido, cobra auténtico rango de urgencia la necesidad de avanzar hacia un modelo productivo que prime la captación de talento y no solo la reducción de costes laborales, una estrategia que a la larga ha lastrado la competitividad de la economía española y fomentado el desánimo entre los activos: muchos de ellos, sobre todo los de mayor de edad, se plantean que es mejor vivir de una prestación o subsidio que con un salario.