
El sobrecalentamiento del mercado laboral es ahora mismo uno de los grandes enemigos del Banco Central Europeo, que libra una batalla descarnada contra el exceso de vacantes, o, más bien, contra su impacto en los salarios, y de ahí en la evolución de la inflación. Pero parece que esta estrategia está condenada al fracaso, y no impedirá que la falta de mano de obra se convierta en un problema que a medio plazo será uno de los principales lastres del crecimiento potencial de la zona euro.
La idea del BCE es que los tipos endurezcan la financiación de las empresas, lo cual reducirá sus necesidades de contratación (sin tener que reducir plantilla ni incrementar el desempleo) y con ello la presión salarial. La doctrina es la misma que ha aplicado la Fed, aunque con unos resultados que parecen satisfacer a su presidente, Jerome Powell, que ha paralizado temporalmente la subida de tipos para analizar sus efectos.
La preocupación actual de Christine Lagarde es que, mientras los detonantes de la inflación, como la energía o la falta de materias primas, empiezan a dar señales de moderación, e incluso el 'motor' alemán ha entrado en recesión técnica, el mercado laboral registra máximos históricos en los puestos por cubrir, mientras el empleo está en máximos (y el paro en mínimos).
No es que esta fortaleza del empleo sea una mala noticia. De hecho, la recuperación despeja el temor a una caída de la mano de obra provocada por la pandemia, sobre todo entre los trabajadores de mayor edad que se excluían de la actividad o anticipaban masivamente su retiro, agravando las tendencias demográficas de envejecimiento de la población activa que ya se venían detectando en los años precedentes.
Lo que ocurrió, en cambio, fue que el repunte de la actividad ha permitido que muchos de ellos hayan vuelto al mercado laboral, y además con un empleo. La cuestión es que esta recuperación ha sido tan intensa, pese al impacto de la guerra de Ucrania, que ahora el problema es el contrario: faltan trabajadores para cubrir todos los puestos disponibles. Y esto eleva el poder de los trabajadores a la hora de pedir mayors salarios.
De ahí que Lagarde haya importado a la zona euro la estrategia de la Fed, aunque con resultados menos satisfactorios, por ahora. Las vacantes siguen resistiendo a la política monetaria, aunque se considera cuestión de tiempo que se dobleguen y ayuden a acelerar el descenso de la inflación. Pero, ¿y si no es así? ¿Y si la falta de mano de obra se enquista?
Sin alternativas al envejecimiento
Es el escenario que plantea un reciente informe de Oxford Economics que analiza este rebote del mercado laboral, con una conclusión que supone un jarro de agua fría a las perspectivas del BCE. "La evolución de la oferta de mano de obra sigue anclada en las tendencias demográficas anteriores a la pandemia", asegura tajantemente el documento.
Lo que está ocurriendo, según este análisis, no es que se haya producido "un cambio estructural en el apego al mercado laboral", sino que la incertidumbre económica y el aumento del coste de la vida por la inflación está haciendo que muchos de estos trabajadores 'seniors' vuelvan a buscar empleo hasta que la situación mejore. Es decir, que estamos ante una tendencia "que probablemente se invertirá una vez que la inflación vuelva a bajar sustancialmente". Además, su actividad sigue por debajo de los niveles prepandemia, mientras que la población activa en "edad productiva" (entre 25 y 54 años) se reduce debido al envejecimiento de la población.
¿Existen alternativas para impedirlo? El análisis dedica unas líneas a la capacidad de las políticas de empleo juvenil. Así, destaca el ejemplo de Francia, donde casi la mitad del aumento de la oferta de mano de obra joven proviene del aumento de la educación y, en particular, el auge de la formación profesional dual.
"Los jóvenes representan una pequeña proporción del total de la oferta de mano de obra de la zona euro, pero un aumento de la formación de aprendices podría resolver los desajustes de cualificaciones y hacer frente a sus elevadas tasas de desempleo", apunta. Pero a continuación inciden en que se requieren "medidas políticas significativas" para que el desembarco de jóvenes integrados en la población activa pueda contrarrestar el envejecimiento.
Por otro lado, los flujos migratorios, aunque pueden ayudar a cubrir las "lagunas de cualificación" entre los trabajadores nacionales, tampoco van a ser suficientes para contrarrestar el envejecimiento de la población, algo que ya señalan las proyecciones de la Unión Europea, que pintan un panorama especialmente complejo para España.
Según sus previsiones actualizadas, Oxford Economics estima que la oferta de mano de obra alcanzará su punto máximo a mediados de la década "y se convertirá en un lastre para el crecimiento potencial de la zona del euro a finales". Esto supondrá un problema muy diferente para el BCE, ya que significa que las vacantes seguirán disparadas aunque la economía y la inflación se enfríen.
La conclusión que saca el informe es que, aunque la fortaleza del mercado laboral es mayor de lo esperado en sus previsiones previas a la pandemia, se trata de un espejismo que se deshará a medio plazo. Lo cual supondrá una debilidad frente a regiones con mayor población activa, como Estados Unidos, China o los países emergentes. Y esto llevará no solo a una pérdida de competitividad global de las economías de la zona euro, sino que agravará la guerra por el talento entre países en la que España parte como uno de los contendientes peor posicionados.