
La economía de China se enfrenta a una nueva realidad. Tras décadas de un crecimiento desorbitado, los motores que han llevado a esta economía a ser la segunda más grande del mundo se están deteniendo. Pekín tendrá que aceptar este nuevo escenario (con objetivos cada vez inferiores de crecimiento) y poner el foco en la mejora del bienestar de la población, crecer menos pero mejor. Con una población activa menguante, una acumulación de capital que le queda poco recorrido y un sistema educativo que ha llegado ya prácticamente a todos los rincones del país, las mejoras de productividad y el crecimiento económico parecen condenados a vivir en una 'mediocridad' similar a la de las economías avanzadas. El problema es que China ha llegado a este 'estancamiento' antes de lo que se creía. Este es quizá el mayor reto al que se enfrenta Pekín en las próximas décadas, un reto que podría impedir que China llegue a su destino: la prosperidad económica.
La tasa de crecimiento tendencial de China se ha desacelerado notablemente en los últimos diez años. No obstante, lo peor está por llegar. Las políticas dirigidas a incentivar la natalidad no están teniendo un impacto notable, mientras que la economía se enfrenta a varios obstáculos en el corto plazo (caída del inmobiliario, deuda...) que pueden agudizar los problemas de largo plazo a los que se enfrenta toda economía que busca escapar de la trampa de ingresos medios.
Un corto plazo incierto
En el corto plazo, la situación es un tanto peliaguda. Los economistas de Societe Generale han publicado un extenso trabajo en el que analizan la economía de China en el corto y largo plazo. Los últimos datos apuntan a una tasa de crecimiento del PIB que podría ser inferior al 2% para 2022... La demanda de crédito está deprimida y se están acumulando presiones deflacionarias, a pesar del que el IPC general es más alto. Las exportaciones siguen siendo sólidas, pero las perspectivas se están oscureciendo en medio de la desaceleración en Occidente y las tensiones geopolíticas", advierten los economistas del banco francés.
Por otro lado, está "el sector de la vivienda, que está en caída libre. Las ventas de viviendas han caído un tercio desde su punto máximo y las viviendas iniciadas se han reducido en dos tercios. Para restaurar la confianza de los hogares en la vivienda, los promotores necesitan fondos para completar y entregar apartamentos vendidos previamente. Solo el gobierno central tiene la capacidad financiera para ayudar, pero parece que no está muy dispuesto todavía. Sin embargo, creemos que las terribles condiciones económicas terminarán doblando su brazo".
Todo ello podría reducir el crecimiento del PIB para este año al 2%, la que sería la tasa más baja desde 1976, es decir, el menor avance de la economía en casi 50 años. Quizá China tenga que acostumbrarse poco a poco a crecimientos más cercanos a ese 2%. La población en edad de trabajar de China se ha ido reduciendo desde 2016, por lo que la mano de obra no sumará apenas nada a la producción potencial en los próximos 20 años. Esto hace que el crecimiento del PIB dependa de altos y constantes niveles de inversión y un ritmo relativamente rápido de crecimiento de la productividad.
Un horizonte lleno de nubarrones
Desde Oxford Economics explican apuntan que el crecimiento ya se ha desacelerado de forma agresiva, pasando de un promedio del 9% anual en 1999-2019 hasta el 4,5% entre 2020 y 2030. En la próxima década el crecimiento rondará el 3%. "Además, los riesgos derivados de la demografía, el exceso de inversión (con elevado endeudamiento), la desaceleración de la productividad, la desglobalización y el sector inmobiliario parecen no jugarán a favor", explican los expertos de Oxford Economics.

La economía de China se está perdiendo el empuje de todos sus motores (trabajo/población activa, capital humano/formación, capital físico/maquinaría-tecnología y productividad total de los factores), algo dentro de lo normal a medida que un país se acerca a su frontera de posibilidades de producción, pero a China aún le queda recorrido para converger con el resto del mundo. A falta de reformas que dinamicen sus mercados y permitan una mayor absorción de conocimientos del exterior, Pekín corre el riesgo de quedarse sin gasolina antes de llegar a ser un país desarrollado.
El freno de la demografía
La demografía, entre otros factores, ha permitido que China crezca a unas tasas muy rápidas durante años. Este motor es el que va a perder más fuerza. Tanto es así que quizá podría ser un freno: "El lastre demográfico para el crecimiento en China empeorará aún más en los próximos años, con una reducción de la población en edad laboral de alrededor del 1% anual para 2030 y de 116 millones de personas acumuladas (1%) para 2040", comenta el informe de Oxford Economics.
"Queda cierto margen para aumentar la calidad del trabajo a través de una mejor educación, pero esta opción tiene límites importantes, puesto que China ya tiene altos niveles de matriculación en educación secundaria y terciaria. Esperamos que la mejora del capital humano agregue solo alrededor de 0,2 puntos porcentuales al crecimiento potencial del PIB en la próxima década, la mitad de la cantidad aportada en la década de 1990", sentencian estos expertos.
"La eficiencia de la inversión en China ha disminuido sustancialmente, por lo que incluso los niveles anormalmente altos de inversión tienen dificultades para mantener las tasas de crecimiento del PIB. Además, como resultado de la alta inversión, se ha acumulado una gran cantidad de deuda, lo que es un lastre potencial adicional para el crecimiento", advierten los expertos de Oxford Economics. La creciente crisis en el sector inmobiliario se suma a los riesgos de inversión. Un período prolongado de condiciones deprimidas en este sector tendría un gran impacto en el crecimiento porque el sector inmobiliario representa alrededor del 25% del PIB.
Por otro lado, el crecimiento de la productividad se ha desacelerado de manera notable en los últimos años. China necesita agregar cada vez más inputs/factores para producir una unidad de PIB. Pese a todo, desde Oxford Economics creen que seguirá siendo relativamente más alta que la del resto de economías emergentes. Aunque "este pronóstico es plausible, existe un margen considerable para la decepción, incluido el riesgo de shocks que perjudiquen la productividad", advierte.
Los economistas de Societe Generale (SG) explican que China tiene muchos escollos por delante para alcanzar la prosperidad. Entre los retos de largo plazo destaca "un envejecimiento de la población irreversible, la necesidad de mejorar el sistema educativo para estimular la productividad, promover el desapalancamiento para mejorar la asignación de capital e incrementar la productividad total de los factores a través del apoyo a la innovación".
El informe de SG también destaca que "continuar por el camino actual de la desigualdad pondría en riesgo tanto la estabilidad social como la económica. Podría decirse que hay margen para que China se vuelva más igualitaria sin dañar excesivamente la eficiencia, pero tiene que hacerlo".
Por otro lado, están las cada vez más maltrechas relaciones con el mundo desarrollado. La semana pasada, la Cámara de Comercio de la Unión Europea publicaba un documento en el que revelaba que China está anteponiendo la ideología al crecimiento económico y se está "alejando" del resto del mundo, algo que podría enturbiar el entorno para los negocios y la tan necesaria inversión internacional.
China se queda sin fuerzas antes de llegar a la orilla del mundo desarrollado
El gran riesgo a la baja para la previsión de productividad es el peligro de una desvinculación comercial y, especialmente, tecnológica entre China y EEUU. El gran problema es que China está experimentando un proceso de desaceleración demasiado temprano respecto a otras economías que han logrado salir de la trampa de los ingresos medios (todas esas economías que crecen mucho durante su periodo de subdesarrollo, pero que se atascan cuando tienen que converger con el mundo desarrollado).
Los economistas de Oxford Economics alertan de este riesgo. Si bien durante la crisis del covid parecía que Pekín iba a convertirse rápidamente en una economía desarrollada gracias al impulso extra que supuso en un principio la pandemia (China se convirtió en el gran exportador de material sanitario, ordenadores, teléfonos...), ahora "China parece estar experimentando una desaceleración del crecimiento similar a la observada en otras economías asiáticas, como Corea y Taiwán, en décadas anteriores. Pero lo que es más importante, la desaceleración parece estar afectando a un nivel de PIB per cápita mucho más bajo que en esas economías, lo que implica un camino mucho más largo para 'ponerse al día' con los estándares de vida occidentales", sostienen los expertos de Oxford Economics.
¿Habrá convergencia con EEUU?
Este es sin duda el gran peligro. Que el estancamiento económico llegue antes del desarrollo. El informe de Oxford Economics insiste en que la desaceleración del crecimiento en China se está produciendo a niveles mucho más bajos de PIB per cápita que en el caso de Corea del Sur y Taiwán. Cuando estas dos economías pasaron de tasas de crecimiento medias del 7%-8% a alrededor del 4%, su PIB per cápita ya rondaba el 40% de la media de EEUU. Actualmente, el de China es solo el 18% del de EEUU.
"Esto supone un interrogante sobre la capacidad de China para 'ponerse al día' con las economías avanzadas. Según nuestras previsiones de referencia, el PIB real per cápita de China en 2040 seguirá siendo inferior al 30% respecto al de EEUU", sentencian los economistas de Oxford Economics.