El Gobierno de Sánchez lo ha vuelto a hacer. Esconder y no hacer ni caso de un informe de un órgano consultivo del Estado. Otra vez, en este caso con el Real Decreto Ley que regula el Instrumento Europeo de Recuperación, la norma para el reparto de los fondos europeos. Una vez más, la inseguridad jurídica se ha hecho presente esta legislatura. La voluntad del Gobierno se ha impuesto sobre la luz y taquígrafos que son obligados en una democracia parlamentaria.
Desde las páginas de elEconomista hemos venido denunciando, nada más conocerse el texto que se llevaba al Consejo de Ministros, que éste se saltaba todos los controles establecidos para la contratación administrativa, los convenios administrativos o las subvenciones. El Consejo de Estado señala a las claras que con la normativa, tal y como está admite que los fondos se repartan a dedo.
Esta manera de legislar a golpe de mayorías accidentales está generando graves lagunas e inconsistencias legislativas. Producen espanto. Así, por ejemplo, a punto de vencer el plazo de la moratoria concursal, las empresas no saben si habrá o no un nuevo periodo o no para declararse en insolvencia o no. Así, no hay manera de que se pueda planificar, máxime en un país donde el turismo, la hostelería, el comercio y la construcción, constituidas por pymes y autónomos, no tienen capacidad alguna para que puedan planificar ni siquiera a corto plazo.
En este caso ha contado con la connivencia de Bildu y de Vox. Y si ello ya suena pintoresco, desde un punto de vista político, mucho más es que Vox, tras su apoyo parlamentario, acabe llevando tanto el Real Decreto como los planes que se aprueban a los tribunales. Un despropósito de auténtico sainete legislativo.
Lastimoso es que el Órgano Consultivo tenga que advertir al Gobierno que se ande con cuidado, que Bruselas vigilará la correcta gestión y ejecución de los fondos lo que exige extremar las medidas destinadas a garantizar la correcta aplicación de tales recursos. Y luego nos quejamos de la desconfianza de los países del norte de Europa. Una pena.
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