Cuando este miércoles, el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, jure su cargo en Washington D.C., el demócrata heredará una crisis económica y sanitaria sin precedentes. Sin embargo, en esta ocasión, su desembarco en la Casa Blanca se produce con una importante lección aprendida durante su periplo como vicepresidente bajo la Administración de Barack Obama.
Por aquel entonces, en pleno apogeo de la resaca dejada por el colapso de Lehman Brothers y las hipotecas basura, además de una tasa de paro que todavía tardaría 10 meses más en tocar su punto álgido de un 10%, la respuesta monetaria tuvo que echar mano de la experimentación mientras el desembolso público se quedó corto a la hora de garantizar una pronta recuperación sostenible y generalizada.
Biden, que había pasado más de un cuarto de siglo en el Senado antes de convertirse en vicepresidente, ayudó a impulsar un paquete de estímulo inicial de 800.000 millones de dólares que fue criticado por los republicanos por ser un derroche y por los demócratas por ser demasiado pequeño. De hecho, pese a que la recesión terminó en junio de 2009, cuando la economía comenzó a crecer de nuevo, la tasa de desempleo no cayó al 5%, donde estaba al comienzo de la recesión, hasta finales de 2015.
"Biden cuenta con más oportunidades dado que existe un mayor margen fiscal, porque el gobierno puede apalancarse de forma mucho más barata ahora que en 2009"
En estos momentos, a medida que el PIB despidió el cuarto trimestre de 2020 avanzando un 2,5% según los últimos datos que coteja la Reserva Federal de Nueva York o el desempleo alcanzaba el 6,7% en diciembre, a Biden no le ha temblado el pulso al ofrecer un ambicioso estímulo fiscal inmediato de 1,9 billones de dólares. El "Plan de Rescate Americano" vendrá seguido el próximo mes por el "Plan de Recuperación para Reconstruir Mejor", que incluirá medidas de mayor calado a medio y largo plazo, como la inversión en infraestructura.
Si bien lo peor de la actual crisis podría haber quedado atrás, la economía es todavía un 3,5% más pequeña que a comienzos de 2020 y el tramo final de la recuperación podría convertirse en la fase más complicada. EEUU cerró el año pasado habiendo registrado una destrucción neta de 9,37 millones de empleos, excediendo así los 5,05 millones de puestos de trabajo perdidos en 2009, como consecuencia de la crisis financiera.
"Biden cuenta con más oportunidades dado que existe un mayor margen fiscal, porque el gobierno puede apalancarse de forma mucho más barata ahora que en 2009", explicaba a elEconomista Jason Furman, ex presidente del Consejo Económico Nacional de la Administración Obama y profesor de la Universidad de Harvard. Eso sí, considera que aunque los demócratas cuenten con una ajustada mayoría en el Senado, implementar las propuestas del nuevo mandatario será complejo.
De momento, la nueva Administración aboga por seguir hinchando los flotadores fiscales activados desde el pasado mes de marzo, cuando el Congreso y la Casa Blanca aprobaron un estímulo sin precedentes de más de 2 billones de dólares. Posteriormente, a finales de diciembre, el presidente saliente, Donald Trump, autorizó una nueva remesa por valor de 900.000 millones de dólares. Una factura a la que Biden propone añadir un gasto adicional del 8,6% del PIB. Por comparativa, entre 2008 y 2012, el gobierno federal promulgó aproximadamente 1,8 billones de dólares de estímulos fiscales y apoyos económicos, según el Comité por un Presupuesto Federal Responsable.
El covid se acelera
El presidente demócrata apuesta por un paquete inmediato en un momento en que la recuperación muestra continuos síntomas de fatiga y la expansión del Covid-19 se acelera. El pasado mes se destruyeron 140.000 empleos, la primera vez que esto ocurría desde el pasado abril, y 965.000 estadounidenses presentaron solicitudes iniciales de subsidio por desempleo en la semana que terminó el 9 de enero, el mayor recuento semanal desde agosto. La semana pasada se registraron al menos 1,7 millones de nuevas infecciones y más de 130.000 estadounidenses están hospitalizados, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
Este paquete, si se aprueba en su forma actual, impulsará el crecimiento del PIB en el primer trimestre según el consenso de los economistas que aún así consideran que éste podría reducirse hasta la mitad antes de poder ser implementado. No obstante, algunas de las partidas se postulan como un bálsamo a corto plazo.
"Proporcionar un cheque de estímulo adicional ayudará a aquellos que tienen dificultades con sus facturas y extender los beneficios por desempleo hasta finales de septiembre también ayudará a los estadounidenses que necesitan más tiempo para volver a levantarse", señala Beth Ann Bovino, economista jefa para EEUU de S&P Global Ratings.

Si Biden no puede atraer 60 votos en el Senado para pasar el total de su propuesta, aún podría tratar de impulsarlo a través del proceso de reconciliación del presupuesto, que sólo requiere una mayoría simple.
Pero la reconciliación cuenta con limitaciones adicionales, retrasaría la aprobación de las medidas y sólo puede usarse una durante el año fiscal. Dado que el presidente electo busca presentar en febrero otro paquete fiscal, que se centraría en prioridades a largo plazo que podrían financiarse mediante aumentos de impuestos, seguramente no quiera desperdiciar una reconciliación en aupar un estímulo a corto plazo.
Yellen: es hora de "actuar a lo grande"
Janet Yellen, ex presidenta de la Reserva Federal y nominada por Biden para convertirse en la próxima secretaria del Tesoro, comparecerá el martes ante el Comité Financiero del Senado.
Según las declaraciones preparadas a las que tuvo acceso Bloomberg, está previsto que Yellen defienda el paquete de estímulo de 1,9 billones urgiendo a los legisladores que es "hora de actuar a lo grande dados los tipos de interés bajos".
Además, la próxima encargada de capitanear el Departamento del Tesoro de EEUU explicará a los senadores que la economía de EEUU ya experimentaba una recuperación desigual en "forma de K" incluso antes del azote de la pandemia.