
Parecía un éxito absoluto. Los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro habían limado parte de sus diferencias y daban el visto bueno un plan con una capacidad de más de medio billón de euros para luchar contra el coronavirus y la recesión que está hundiendo sus economías. Algún ministro o ministra de los países más afectados sacaba pecho presumiendo de un gran acuerdo con una red de seguridad triple. Sin embargo, este paquete de ayudas es el reflejo de los históricos problemas que han sobrevolado el euro: ese medio billón es casi nada en términos relativos (algo más del 4% del PIB euro), no soluciona el problema de la deuda, más bien lo agrava, y además amenaza con estigmatizar a los países que decidan utilizarlo, como ocurriera con los rescates de la crisis de deuda de 2011 y 2012.
El plan acordado por los ministros de la zona euro se compone de las siguientes patas: el mecanismo de estabilidad europeo (MEDE) puede aportar hasta 240.000 millones en líneas de crédito a los Estados, mientras que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) movilizará 200.000 millones en préstamos para empresas y el fondo contra el desempleo sumará otros 100.000 millones.
Los analistas de Bank of America Merryll Lynch criticaban en una nota que todo el paquete "sumaba poco más de 500.000 millones de euros, la mayoría de los cuales se basan en líneas de crédito (potenciales), no son suficiente en tamaño y diseño para hacer frente al daño que está generando el choque coronavirus". Que las negociaciones tarden tanto en ponerse de acuerdo sobre los detalles de un programa insuficiente es sintomático de los desequilibrios en Europa.
"Existe la necesidad de un respaldo muy grande que mutualice los costes de la pandemia. Las soluciones que solo proporcionan costes de financiación más baratos o que no alargan significativamente los vencimientos corren el riesgo de generar una respuesta fiscal insuficiente que podría alargar la recesión y aumentar la factura fiscal", aseguraban los expertos del banco americano. Además, estos economistas creen que se está generando un contexto que terminará obligando al BCE a lanzar un programa de reinversión perpetua de los bonos soberanos que vayan venciendo para evitar una catástrofe.
Sin embargo, las críticas más duras han llegado desde Pimco, la mayor gestora de bonos del mundo. Nicola Mai, analista de crédito soberano de Pimco, escribe en una nota que "el tamaño nominal de 540.000 millones de euros anunciado por los ministros de finanzas de la zona del euro la semana pasada suena impresionante. Pero los detalles sugieren que es insuficiente y deja la carga de la gestión de la crisis en manos de los gobiernos nacionales y el Banco Central Europeo (BCE)".
Las medidas parecen pequeñas en relación con el tamaño de la crisis (una recesión que podría rondar el 10% del PIB y con unos déficits fiscales también del 10%). "Dentro del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) los países pueden pedir prestado hasta el 2% de su PIB respectivo, lo que no es una cantidad particularmente alta. Las garantías por valor de 25.000 millones de euros que se pueden usar para para pedir préstamos por valor de 200.000 millones de euros palidecen frente al compromiso de casi 2 billones de euros ya implementado por los gobiernos nacionales. Y los 100.000 millones de euros (menos del 1% del PIB de la zona del euro) comprometidos a ayudar con el desempleo son muy pequeños en comparación con lo que realmente se gastará para ese fin", sentencia Mai.
Por otro lado y como señalaban los expertos de BofAML, este plan generará más deuda en una región que ya parte de unos niveles muy elevados de apalancamiento público. El uso de préstamos no aliviará los déficits ni la deuda. "Tanto los programas del MEDE como las de la Comisión Europea son herramientas de financiación, no transferencias, y aumentarán los niveles de déficit y deuda de los países".
También se volverá a estigmatizar a los países que den un mayor uso a estas herramientas, como ya se hizo durante la crisis de deuda soberana con los PIGS, apelativo para referirse a los países del sur de Europa (e Irlanda), que fueron los peor parados en esa recesión. "Usar el MEDE, aunque con pocas condiciones, plantea un estigma potencial para los países que acceden al programa a menos que todos los países accedan a la herramienta de financiación a la vez". Si la zona euro quiere seguir caminando unida y de la mano, no se pueden crear países de primera y de segunda cada vez que llega una crisis económica.
Una vez más parece que se está perdiendo una gran oportunidad para mutualizar riesgos, para lanzar una suerte de deuda común que sirva para aliviar la carga financiera de los países que hoy están teniendo más problemas, pero que han sido fundamentales para que las economías del norte logren grandes superávits por cuenta corriente y logren cierto rigor fiscal en las últimas décadas. "Emitir deuda de forma conjunta es un movimiento complejo porque la zona del euro tiene 19 autoridades fiscales diferentes. La oposición de los países del norte de Europa sigue siendo fuerte, lo que sugiere que los bonos comunes están lejos de ser inminentes", sentencia el analista de Pimco.