
Los banqueros centrales (de Europa y Japón) no se cansan de repetir los beneficios de los tipos negativos para estimular la economía y los precios. Sin embargo, unos tipos negativos por mucho tiempo pueden tener efectos peligrosos y adversos para las economías que los sufren: los inversores toman más riesgo en busca de rentabilidad, crecen los precios en exceso en ciertos activos, una parte del ahorro huye fuera en busca de retornos positivos y la rentabilidad de la banca se reduce de forma dramática.
El paradigma de esta situación es Japón que redujo sus tipos a cero por primera vez a finales de los 90. Los inversores nipones se han ido olvidando de la 'conservadora' deuda (el banco central ha acaparado un cantidad importante de los bonos soberanos) para poner su dinero en la renta variable y el mercado inmobiliario, unas inversiones de mayor riesgo pero que al menos tienen un rendimiento positivo.
Masato Mishina, director de Nikko Asset Management, explica a Bloomberg que "están siendo momentos difíciles para las instituciones financieras... asumir un riesgo elevado supone unos retornos mayores pero también conlleva un mayor riesgo de perder todo tu capital".
Esta búsqueda de riesgo a cambio de una rentabilidad positiva está muy relacionada con la generación de burbujas. El dinero fluye de forma masiva hacia estos activos inflando sus precios en una economía que no crece. Suben los precios de las acciones mientras que sus beneficios no lo hacen de la misma forma, algo similar ocurre con la vivienda. Un día alguien podría darse cuenta de que el precio de algunos activos está sobrevalorado y podría empezar a vender y desatar un efecto estampida que haga estallar la burbuja.
El inversor japonés sale fuera
La otra opción para el inversor japonés es coger sus ahorros y llevárselos fuera del país, hacia territorios con crecimiento y unos tipos de interés positivos. Horoyuki Matsunaga, director de inversión en UBS Asset Management Japan, comenta que "la era en la que el inversor japonés tenía un fuerte vínculo con los activos de su propio país terminó hace 15 o 20 años".
El ahorro japonés fluye hacia países emergentes, EEUU o incluso Europa, que también cuenta con tipos negativos pero donde aún quedan activos a los que no se han trasladado por completo, como es el caso de la deuda soberana de la periferia. Fondos de inversión nipones están comprando grandes cantidades de bonos soberanos españoles e italianos en los últimos meses.
Hideo Kondo, que supervisa 100.000 millones de yenes en un fondo de pensiones de la empresa química DIC, explica a Bloomberg que "todo el mundo está a la caza de rentabilidad y es arriesgado ir a un territorio tan estrecho... muchos están acudiendo en manada de forma agresiva a por deuda corporativa y al mercado inmobiliario".
Hiroshi Matsumoto, estratega de Pictet AM, comenta una anécdota: sus colegas de Europa no entendían por qué un fondo que invierte en utilities europeas estaba teniendo tanto éxito en Japón cuando este tipo de empresas suelen ofrecer un crecimiento muy bajo. Matsumoto explicó a sus compañeros que en Japón encontrar un sector tan estable y con rendimientos positivos es imposible, de todas formas Matsumoto terminó diciéndoles "esperad y observad, que en cinco años estaréis en la misma situación en Europa".
Cada vez parece más evidente que la Eurozona está recorriendo el mismo camino que Japón. Otro de los efectos de los tipos negativos es el desplome de la rentabilidad de la banca, algo que ya se puede ver también en Europa. El sector nipón obtuvo el año pasado una rentabilidad sobre el capital (ROE) de apenas el 5,3%, cuando antes de la crisis esta se situaba en la zona del 13%.
Aunque es cierto que los tipos negativos han podido estimular el crédito, el crecimiento económico y generar algo de inflación, los efectos sobre la estabilidad financieras pueden ser peligrosos. Además, la banca es el sector que más sufre bajo este contexto monetario, lo que obliga a las entidades a realizar ajustes que también pueden tener efectos negativos sobre la economía.