
En cualquier integración corporativa hay factores nucleares que pueden dar al traste o facilitar la operación. El principal es alcanzar una valoración que acepte el comprador o el que liderará el grupo resultante y que reciban de buen grado los accionistas de la entidad menor y otro, más personal pero igualmente clave, es cómo se configura la cúpula de la compañía final porque puede influir en la promoción o no de la transacción. La fusión entre BBVA y Sabadell descarriló en 2020 por la imposibilidad de acercar posiciones en la valoración de la entidad catalana.
El reparto de poder se encontraba más o menos diseñado. El proyecto que transcendió es que Carlos Torres mantendría la presidencia del grupo y que ejerce en BBVA desde finales de 2018 y su homólogo en Sabadell, Josep Oliu, ejercería una vicepresidencia de nueva creación.
Según aquella formulación, el grupo vasco elegiría al consejero delegado, cargo que ocupa el turco Onur Genç, y el entonces número dos de Sabadell, Jaime Guardiola, seguiría vinculado para facilitar la etapa de transición.
Nacido en 1949, Oliu cumplió este mes de abril 75 años frente a los 58 de Carlos Torres, aunque en las entidades se dan banqueros más longevos al frente de una institución. Una operación como la planteada podría ser el colofón a su carrera, reintegrando réditos a los dueños del Sabadell.
Después del fracaso de la operación se instaló una idea de fragilidad del ejecutivo turco de BBVA Genç por preferir la inversión en Turquía, reforzada precisamente con una mayor posición accionarial en Garanti con parte del talón no utilizado en la fracasada fusión. La mayor presencia en mercados emergentes, en términos generales, no resulta del agrado del organismo supervisor.
Pero Torres quiso zanjar los rumores de relevo de Genç (Turquía, 1978) con un respaldo público y la consideración de "fuera de serie como profesional y líder del equipo" por su responsabilidad en los crecientes resultados de BBVA, con una de las rentabilidades más elevadas de la industria en Europa.
La situación del consejero delegado de Sabadell no es la de entonces porque Guardiola (Barcelona, 1957) dio un paso al lado, pasando el testigo a César González Bueno (Madrid, 1960), quien asumió las funciones ejecutivas previas de Oliu y está detrás del vuelco de la cuenta de Sabadell.
La rentabilidad nula de entonces supera hoy el 12% y solo durante el primer trimestre del actual ejercicio ha ganado 308 millones, un 50,4% más. Como con Oliu, si prospera la fusión sería el sello al éxito de la estrategia acuñada por González Bueno, que igualmente podría asumir algún cargo en la nueva entidad con el aval final de un Sabadell en rentabilidad creciente.
Consejos de administración
Cualquier ensamblaje corporativo implica igualmente sacrificar vocales en los consejos de administración que, a menudo representan al capital, y son los apoyos en las estrategias. Quien lidera una compañía tiene efecto además en las segundas y terceras líneas directivas por la tendencia a apostar por responsables conocidos por la confianza.
Si prosperan los planes de BBVA el baile de sillas está garantizado, aunque en el encaje último pueda influir el brazo supervisor del Banco Central Europeo (BCE), empeñado en acabar con las presidencias ejecutivas distintivas de la banca española en favor de un esquema de gobierno donde presidente y consejero delegado actúen como contrapoder, y empeñado también en imponer la máxima diversificación en los perfiles profesionales del consejo.
Hace cuatro año, se proyectó que Sabadell nombrase, al menos, a dos de los vocales del nuevo consejo de administración, pero la revalorización de la entidad y sus mejores fundamentales podrían fomentar una aspiración a una posición superior.