Decano de la Escuela de Economía de la Universidad Fudan y Director del Centro Chino de Estudios Económicos

En mayo el gobierno de Joe Biden acusó a China de «inundar los mercados mundiales» con «productos de exportación a precios artificialmente bajos». Ese tipo de acusaciones no son nada nuevo, ni es probable que vayan a desaparecer pronto, pero muchos de quienes se quejan del exceso de capacidad chino olvidan una cuestión fundamental: las exportaciones netas de ese país respecto de su PBI vienen cayendo desde 2008, y su superávit comercial de bienes se redujo a menos del 2% del PBI.

Es poco frecuente que las evaluaciones sobre el desempeño y el potencial de una economía diverjan tan marcadamente como sucede en el caso de China. Mientras que algunos economistas elogian los logros pasados y las perspectivas futuras de China, otros se centran en las supuestas fallas de su modelo de desarrollo y sugieren que la trampa del ingreso medio está a la vuelta de la esquina. Pero inclusive más remarcable que la marcada divergencia de opiniones sobre la economía de China es el hecho de que ambas partes pueden reunir una evidencia sólida que respalda sus puntos de vista.

En tanto China lidia con inmensos desafíos -entre ellos, la implosión del sector inmobiliario, una demografía desfavorable y una desaceleración del crecimiento-, las dudas sobre el futuro del motor de crecimiento más grande del mundo se intensifican. Si a eso le sumamos el ascenso geopolítico de China, junto con el agravamiento de las tensiones con Estados Unidos, la necesidad de entender la economía política de China se está volviendo más urgente que nunca.

La narrativa de que la economía china se acerca a su máximo crecimiento -o de que ya lo ha hecho- se ha asentado en los medios occidentales. Sin embargo, si se leen con atención estos análisis, se encontrará que muchas de las razones que utilizan para sus sombrías evaluaciones no tienen nada de nuevo. Por el contrario, tienden a destacar los mismos retos a los que han recurrido economistas y comentaristas por más de una década. Si China no estaba tropezando entonces, ¿por qué tendríamos que creer que lo está haciendo hoy?

En los últimos años se ha tornado cada vez más evidente que China ha comenzado a alejarse de su modelo de desarrollo económico impulsado por las exportaciones para adoptar una estrategia de "circulación interna" que hace hincapié en la expansión de la demanda doméstica. Si bien esto pareciera ser un paso natural, crear un mercado doméstico lo suficientemente grande para un país de 1.400 millones de habitantes ha demostrado ser un enfoque más complicado de lo que muchos economistas y analistas anticipaban.

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