Expresidente de la Sociedad China de Economía Mundial y director del Instituto de Economía y Política Mundial en la Academia China de Ciencias Sociales

En los últimos tiempos, algunos comentaristas estadounidenses han expresado preocupación por la sostenibilidad fiscal de su país. Pero pocos han hablado de su sostenibilidad externa, que se ve cada vez más cuestionable.

En los últimos meses, la sobrecapacidad china ha sido un tema importante de discusión -y un motivo de controversia- entre economistas y responsables de políticas en todo el mundo. Si bien estas preocupaciones no son absolutamente descabelladas, son excesivas y solucionables.

Los economistas últimamente vienen haciendo sonar la alarma de que el desarrollo económico de China se tambalea al borde de una crisis. El problema, sostienen, es que el crecimiento de China está impulsado por niveles extremadamente altos de inversión de capital, y que el consumo privado está reprimido. ¿Realmente hay una crisis en ciernes, como muchos predicen?

Antes de que Deng Xiaoping lanzara la reforma y la apertura de China, la República Popular trabajaba para establecer una economía autosuficiente. Pero, después de décadas de integración en la economía global, la autarquía, por cierto, ya no es una opción.

Análisis

Según la Oficina Nacional de Estadísticas de China, la economía creció un 4,5% interanual en el primer trimestre de 2023. Aunque esa cifra no se equipara al crecimiento robusto del período pre-pandemia, superó las expectativas del mercado. Y, con las políticas correctas, a China le puede ir aun mejor.

El valor del renminbi solía aparecer asiduamente en los debates sobre los desequilibrios globales. Mientras que los observadores externos lo consideraban depreciado y exigían una apreciación, el Banco Popular de China (PBOC) insistía en mantener la paridad de facto de la moneda con el dólar estadounidense. En los últimos años, sin embargo, los temores de China de que su moneda se fortaleciera demasiado han sido reemplazados por miedos a una fuerte depreciación.

Cuando el crecimiento del PIB chino está por debajo del objetivo, los sucesivos gobiernos han recurrido a la misma herramienta: el gasto público en inversión en infraestructuras para estimular la economía. Pero el éxito de los estímulos fiscales exige que se acierte en los detalles de su aplicación.

El 2 de julio de 1997, el baht tailandés se derrumbó. Tras una oleada de ataques especulativos, el gobierno se quedó sin reservas de divisa extranjera y ya no pudo mantener la fijación cambiaria respecto del dólar. Así pues, dejó flotar al baht, que entró en caída libre. Numerosas corporaciones tailandesas (financieras y no financieras) que estaban muy endeudadas en dólares se declararon en quiebra. Fue el comienzo de la crisis financiera asiática.

China afronta un fin de año muy accidentado, marcado por la proliferación de los cortes del suministro eléctrico y la crisis de deuda del segundo desarrollador inmobiliario más grande del país, Evergrande. ¿Qué significa esto para la recuperación económica post-pandemia y las perspectivas de crecimiento de China?

En la segunda mitad de 2021, el PIB de China creció a un ritmo del 7,9% interanual. Fue un desempeño relativamente sólido, sobre todo si se consideran los efectos duraderos de la pandemia del Covid-19 en la economía global. Pero, para China, representa una desilusión: una encuesta de economistas de Caixin demostró que la estimación media para el segundo trimestre era un crecimiento del 8,2%.