En su reciente cumbre de San Francisco, el presidente estadounidense, Joe Biden, y el presidente chino, Xi Jinping, avanzaron en algunas áreas clave. En particular, acordaron reanudar las comunicaciones directas entre militares -que China había suspendido el año pasado, tras una visita de la entonces Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán- para reducir las posibilidades de un conflicto accidental. Pero ninguno de los dos líderes estaba negociando desde una posición especialmente fuerte: mientras Biden lucha con unos bajos índices de aprobación, Xi supervisa una economía que se debilita rápidamente.

Ex viceministro de Finanzas de Japón y catedrático de Economía en la Universidad de Columbia