Nada mejor que sentir la amenaza de un enemigo común para despertar del letargo y ponerse manos a la obra. Es lo que ha ocurrido con Donald Trump y su política de aranceles indiscriminados. Los países europeos son cada vez más conscientes de la necesidad de unir sus fuerzas tanto en el terreno de la seguridad -con programas de rearme ante las insinuaciones de Estados Unidos de dejar de apoyar a Ucrania en su lucha contra Rusia- como en el económico. De ahí que la UE vaya a poner a trabajar el dinero de los ciudadanos -el que duerme en cuentas y depósitos, sin apenas remuneración- para invertir en sus empresas.