Marcos Suárez Sipmann
Dilma Rousseff ha dilapidado su capital político. Su índice de aprobación superaba el 70% en 2011, cuando asumió el poder. Hoy, con el Partido de los Trabajadores enfangado en escándalos de corrupción y multitudinarias manifestaciones al grito de "Fora Dilma", su popularidad ha caído hasta un exiguo 7%. Desde el principio ha intentado presentar la crisis de forma engañosa como golpismo por parte de la oposición. Se ha instalado en el victimismo. No ha convencido. Una reciente encuesta revela que el 68% de los brasileños quiere que el impeachment culmine en inhabilitación. Dilma sostiene no haber intervenido en la operación de sobornos a la petrolera estatal, Petrobras. En el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil, los sobornos suman 3.500 millones de dólares. Hay 38 miembros del Parlamento bajo investigación judicial, y 140 empresarios y ejecutivos privados han sido acusados de soborno o lavado de dinero.