Opinión

La onda expansiva de Bruselas

Nunca nos acostumbraremos a los cuerpos destrozados de conciudadanos pacíficos. La barbarie de los atentados cambiará nuestras vidas. Sin embargo, no permitiremos que la decidida lucha contra el terrorismo convierta nuestro camino diario al trabajo en una especie de salida al frente de guerra. Los objetivos eran probablemente las dependencias de la Unión Europea y la OTAN. Como no fue posible, se cebaron en los lugares más indefensos: estaciones y zonas de transporte.

 Con muertes, mutilaciones y lesiones los terroristas buscan resquebrajar los cimientos de nuestra convivencia. Causan dolor y pánico aumentando odios y recelos en el seno de la sociedad. Una Europa irresoluta y pacata es terreno abonado para que crezcan peligrosos nacionalismos, populismos y extremismos que asoman cada vez más. Hay que evitar, tanto por parte de las autoridades como de los ciudadanos, establecer una relación causal entre cantidad de musulmanes y nivel de vulnerabilidad. Son grupos inherentes a la población, y no pueden ser segregados. Tampoco han de ser estigmatizados los refugiados, que huyen de los mismos terroristas que castigan Europa. El drama es precisamente que se trata de un fenómeno de fuerte arraigo local. Casi todos los ataques de los últimos años en la UE involucraron a ciudadanos europeos radicalizados, que atacan a otros con armas compradas o fabricadas en su suelo.

Nuestra seguridad personal y social -complemento necesario, aunque no suficiente, de una sociedad libre- está en juego. Junto a ella los valores que tanto ha costado conseguir: tolerancia y libertad. La magnitud de la amenaza, que no podrá ser derrotada a corto plazo, reclama una respuesta conjunta. Tenemos derecho a esperar de la Unión medidas para combatir este nuevo terrorismo: bien armado y entrenado.

Con la tragedia de Bruselas vuelve la discusión sobre los servicios de inteligencia y seguridad. La colaboración europea sigue siendo deficiente. Se tienen instrumentos de lucha antiterrorista, pero no son utilizados adecuadamente. A diferencia de lo ocurrido tras los atentados en París, ahora tendrá que llegarse a un acuerdo para la total coordinación en esta materia. La introducción de nuevas tecnologías, la asignación de mayores presupuestos. Todo eso es posible dentro del orden establecido.

Bélgica ha sido elegida como centro de operaciones de esa franquicia terrorista que se hace llamar Estado Islámico. No solo por ser el corazón de Europa y sus instituciones. El pequeño país es el que en proporción aporta más yihadistas desde Occidente a los grupos fundamentalistas de Irak y Siria. Desde hacía semanas, informes ubicaban a la capital de la UE en foco inminente del EI. Las fuerzas de seguridad belgas llevaron a cabo una megaoperación antiyihadista en Bruselas, en la que resultó capturado con vida Salah Abdeslam, el kamikaze que sobrevivió en noviembre. Tenían rodeados a sus cómplices. La venganza se veía venir. Los atentados revelan la enorme complejidad de frenar las células yihadistas cuando sus comandos están dispuestos a morir matando. ?Pasó lo que temíamos?, dijo el premier belga, Charles Michel. La frase tiene el significado de una confesión y resume la extrema fragilidad de Occidente ante la amenaza terrorista. Si falla la inteligencia hay poco que se pueda hacer con controles físicos. Ese es el gran desafío que plantea la repetición de ataques suicidas. Los europeos reaccionan de manera civilizada y valiente. Al mismo tiempo debe ser tomada muy en serio su exigencia de que se resuelvan de una vez por todas los problemas y se solventen carencias policiales. El terror moderno es hijo de la globalización. Los asesinos utilizan las más avanzadas tecnologías de comunicación para extender sus redes por el globo. Para enfrentarse a ellos, fuerzas y servicios de seguridad deben disponer de esas estructuras -con las herramientas oportunas- y saber utilizarlas con el máximo provecho. Habrá que revisar la protección de datos y el derecho a la privacidad del individuo. Se requiere un debate serio sobre el proyecto europeo en su conjunto: control de las fronteras externas, defensa común, política de inmigración, cooperación con Turquía? Europa no renunciará a experiencias tan exitosas como la zona Schengen. Sus ciudadanos no van a perder libertades y derechos individuales. No se van a limitar los esfuerzos para salvar a los refugiados. Los sectores políticos xenófobos y aislacionistas no deben capitalizar lo sucedido. Europa se ha construido tras la dolorosísima lección y devastación de dos guerras mundiales. Lo ha hecho a partir de la superación del miedo; con la diversidad y la integración. Y seguirá haciéndolo.

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